Este 23 de octubre se cumplen 40 años del regreso de Josep Tarradellas a Barcelona como presidente de la Generalitat y su famoso discurso desde el Palau Sant Jordi cuando se dirigió al pueblo catalán y les dijo: “Ciutadans de Catalunya! Ja sóc aquí!”. Un aniversario que coincide, ironías del destino, con la anulación de la autonomía catalana y la toma de su control por parte del Gobierno central que dirige Mariano Rajoy.

Fue uno de los episodios más importantes de la Transición, que tuvo lugar antes incluso de que los españoles pudiéramos disfrutar de la Constitución que hoy se esgrime desde La Moncloa. Adolfo Suárez y su consejo de ministros, en una reunión extraordinaria el 29 de septiembre de 1977, aprobaron el decreto que restituía la Generalitat catalana. Y el 18 de octubre, con otro decreto-ley, se elegía a Josep Tarradellas como presidente de la histórica institución. Una vuelta que no se entendía sin la celebración de la Diada del 11 de septiembre de aquel año donde, ya con el dictador muerto, los catalanes se echaron a la calle para reclamar la vuelta de su presidente.

Porque Tarradellas ya llevaba 23 años en el cargo el día que salió al balcón de Sant Jordi. Aquel joven de 15 años que atendía en un comercio de Barcelona a principios del siglo XX se cultivó con velocidad y entró en la política con fuerza. Estuvo en todos lados: fundador de ERC, diputado en Cortes y el Parlament, encarcelado por la Revolución de 1934 y fue impulsor de una ley del aborto progresista que se adelantó casi un siglo a su tiempo. Y fue presidente de la Generalitat en el exilio desde 1954.

Con semejante bagaje, Tarradellas ya estaba de vuelta de todo en los años 80. Su cargo de presidente llegó a su fin tres años después de su “Ja sóc aquí!” para cedérselo a Jordi Pujol, quien en 1980 consiguió la primera de las siete victorias electorales que le mantuvieron durante 23 años al frente de la Generalitat. Pero desde el primer momento, Tarradellas captó el pensamiento político de Pujol y el futuro que le podía esperar a Cataluña con su estrategia. Una profecía autocumplida en el 40 aniversario de su regreso.

La premonición de Tarradellas fue escrita un 26 de marzo de 1981, en forma de carta privada al entonces director de La Vanguardia, Horacio Sáenz de Guerrero. Una misiva que estaría oculta dada “la delicada situación política que atraviesa el país”, con un intento de golpe de estado muy reciente, hasta el 16 de abril, cuando el diario decidió publicarla “ya que el tema está en la calle”.

Tarradellas empezaba su carta recordando el momento en que el Gobierno le encargó dar traslado del cargo de president de la Generalitat a Pujol, cuando propuso despedirse con un discurso en el que acabará diciendo Viva España, Visça Catalunya, “pero con gran sorpresa por mi parte no fue aceptada”, porque Pujol “solamente quería tener presenta a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debía ir unidos en sus anhelos comunes”.

“Manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante el mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno de España", premonizaba Tarradellas.

Una carta en la que hablaba de la polarización del pueblo catalán: “Era inevitable la ruptura de la unidad de nuestro pueblo. Esta unidad se produjo desde el primer día que llegué y se mantuvo hasta el último momento de mi mandato”. Y añadía:  “Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos, nos hayan conducido al estado lamentable en que nos encontramos y que nuestro pueblo haya perdido, de momento, la ilusión y la confianza en su futuro. ¿Cómo es posible que Cataluña haya caído nuevamente para hundirse poco a poco en una situación dolorosa, como la que está empezando a producirse?”. 

Y un adelanto de un discurso que se ha oído hasta los últimos momentos: “Vemos que sus responsables están utilizando un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima; así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, nos boicotea, nos recorta el Estatut, nos desprecia, se deja llevar por antipatías hacia nosotros, que les sabe mal y se arrepienten de haber reconocido nuestros derechos...”  

Una carta que rescató del olvido el presidente Ad Meritum y fundador de ELPLURAL.COM, Enric Sopena, el 30 de septiembre, justo un día antes del referéndum del 1-O que nos ha traído hasta aquí: “Hemos visto como Jordi Pujol y los suyos se han forrado a costa de Cataluña para reclamar a continuación la independencia y lanzar exabruptos contra el resto del país que hacen suyos el actual Govern compuesto por partidos que aportan discrepancia y tensión”.

Sopena hacía suyas las palabras de Tarradellas, quien señalaba que “todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos”. Y deseaba que “ojalá sus palabras lleguen a los oídos interesados en resolver las diferencias y se extienda como el aceite la sensatez y la solidaridad”. Por desgracia, no parece que se haya cumplido en ninguno de los dos bandos.