¿Qué sentido tiene un ejército de policías utilizando gases lacrimógenos en Aiguaviva, un pueblo de apenas 400 habitantes? El operativo policial para impedir la votación del 1-O fracasó estrepitosamente cuando en realidad el referéndum estaba ya desactivado tras las interferencias informáticas sobre el colegio universal declarado a última hora como salida de emergencia para una convocatoria muy averiada. El inexplicable despliegue se saldó con más heridos que colegios electorales cerrados; la desproporción del mismo, la brutalidad exhibida, la arbitrariedad y la aleatoriedad de los puntos de intervención elegidos quedan reflejados en Aiguaviva.

El peor de los escenarios imaginados para la jornada electoral se materializó en forma de pesadilla democrática, creando un sentimiento de indignación popular que va a determinar el futuro político inminente, aun desconociendo como van a asumir cada una de las fuerzas políticas los acontecimientos. La gravedad de los hechos, el álbum de imágenes de violencia injustificada, relega cualquier consideración sobre la formalidad y las garantías del referéndum.

Lo relevante a partir de este siniestro total para la convivencia y la relación entre España y Cataluña es conocer cuál será la respuesta del gobierno de la Generalitat y de la mayoría del Parlament: si considera que el error de Rajoy le abre la puerta a la aceleración independentista o, si por el contrario, interpreta que la desproporcionada actuación policial no es otra cosa sino una provocación para que se precipite la declaración de independencia y poder retomar las represalias contra las instituciones catalanas.

Un domingo negro para la democracia

El gobierno Rajoy va a salir debilitado tras este domingo negro de la democracia en Cataluña, ante la opinión pública internacional y por descontado ante la sociedad catalana. Esto parece fácil de presumir. El presidente Puigdemont afirmó que la vergüenza perseguirá al Estado tras los excesos de ayer y la alcaldesa Colau acusó a Rajoy de cobarde por sus órdenes a la policía. Sin embargo, no parece tan evidente que el desprestigio de Rajoy (se engañó a sí mismo y a sus socios europeos sobre las posibilidades reales de una votación) se traduzca automáticamente en apoyos claros a las aspiraciones independentistas catalanas.

Otra cosa es que se redoblen las declaraciones exigiendo la negociación para afrontar el conflicto. La determinación demostrada por los votantes, incentivada a lo largo de la jornada por las imágenes policiales (que obtuvieron un efecto contrario al buscado por sus mandos) fortalecerá la causa catalana ante el mundo, en términos democráticos y en simpatía política y mediática. Puigdemont apeló a la mediación europea para hacer efectivo el derecho a reconocimiento que en su opinión se ha ganado Cataluña. De todas maneras, esta ventaja podría ser muy volátil y perderse con un nuevo error como el cometido en las sesiones parlamentarias de aprobación de las leyes del Referéndum y de la Transitoriedad.

La cuestión es, pues, desde la perspectiva independentista, cómo capitalizar el efecto del 1-O sin desperdiciar la fuerza acumulada ni romper la coalición de los partidarios del estado propio, los defensores de la democracia y los indignados por la actuación policial. Esta coalición generada de forma espontánea es la auténtica ganadora de la batalla del referéndum. Una de las opciones podría ser la convocatoria de elecciones para materializar en diputados el caudal de indignación creado durante la jornada electoral y traducir una muy probable mayoría en una nueva hoja de ruta. Aunque esto, claro, supondría desobedecer a la legalidad catalana recientemente aprobada (que prevé la declaración de independencia en 48 horas) y defraudar las expectativas de quienes siguen creyendo que el 1-O ha sido un auténtico referéndum de autodeterminación. El presidente de la Generalitat no parece ser de este parecer. En su discurso institucional anunció que trasladaría al Parlament los resultados del referéndum para activar las previsiones de la ley del Referéndum y de la Transición hacia un nuevo estado.