La política es cuestión de imagen. Un auténtico juego de sombras cuya importancia radica en los dibujos trazados desde la luz irradiadora al otro lado de la lona. Y el referéndum de este 1 de octubre no iba a ser menos. Lo sustancial era la escenificación, y cada una de las partes que han tensado la cuerda hasta prácticamente romperla, Govern y Gobierno, quería imponer su guion. El president Carles Puigdemont sabía que el referéndum era ilegal y que la declaración unilateral de independencia no tendría ningún efecto práctico mientras que Mariano Rajoy, a sabiendas de que la consulta plebiscitaria no se cristalizaría en un estado independiente, aspiraba a evitar a toda costa la fotografía de una señora votando en una urna y con una papeleta. Lo de este domingo, el 1-O, era cuestión de imagen, y hemos dado la peor.

Un referéndum sin garantías

Desde que el Tribunal Constitucional tumbara la Ley del Referéndum, así como la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República Catalana, el 1-O desbordó la carcasa constitucional, instalándose así en la más absoluta ilegalidad jurídica. Un censo secreto,  urnas de plástico y unas papeletas caseras. Puigdemont y su guardia pretoriana sabían que el referéndum no contaba con ninguna garantía. La jornada se puede entender en clave de movilización masiva y legítima, pero de los datos no se puede sacar ninguna lectura ni se pueden utilizar como palanca para la independencia. Él lo sabe. De hecho, el portavoz del PDeCat en el Congreso de los Diputados, Carles Campuzano, admitió la pasada semana durante una rueda de prensa que no se podría consumar el procés con una secesión sin negociar con el Estado español. Y es que, la naturaleza de un estado radica en el reconocimiento como tal del resto de estados.

Puigdemont es consciente de que necesita el consentimiento del Gobierno central, pero estaba dispuesto a llevar el desafío soberanista hasta las últimas consecuencias. Sin garantías. ¿Por qué? Porque sabe que no puede celebrar una consulta plebiscitaria independentista sin la rúbrica del Congreso, del presidente y del Rey y el objetivo con este 1-O no era otro que ganar una posición de fuerza. El referéndum no es garantista, pero si hay urnas (aunque sean de plástico), censo (el conseller de Presidencia y portavoz de la Generalitat, Jordi Turull, anunció a primera hora de este domingo un sistema de censo universal electrónico), colas de gente ilusionada y mesas con papeletas, el referéndum tendría cierto empaque y apariencia de tal. Y eso era lo que quería evitar a toda costa Mariano Rajoy.

Un referéndum que no podía ni parecerlo

A pesar de que el órdago independentista es la mayor crisis de la historia democrática de España, el presidente no ha dado la cara hasta última hora de este domingo.  Algo impensable en cualquier otro país de Europa. En su lugar, Soraya Sáenz de Santamaría ha sido la encargada de poner voz a la postura del Gobierno sobre todo cuanto ha acontecido a lo largo de la mañana. Y la vicepresidenta tenía un mensaje que subrayar. Sus primeras palabras han sido: “No ha habido referéndum ni apariencia de tal”, a lo que ha añadido que “se ha liquidado cualquier vestigio de apariencia de referéndum”. Ese era el objetivo. El dispositivo policial, conformado por Policía Nacional, Guardia Civil, Antidisturbios y Mossos d’Esquadra tenía por objeto evitar la fotografía. Una decisión que es la que ha provocado las cargas policiales que han dejado más de 700 heridos e imágenes de personas ensangrentadas.

Rajoy compareció tarde y mal. Lo hacía desde Moncloa para una declaración institucional que no hacía preguntas y el mensaje fue el mismo que el que había subrayado su número dos: "No ha habido referéndum de autodeterminación en Cataluña". Porque eso era lo importante para él: evitar la instantánea. Lo que no esperaba es que su intento, no solo fracasaría, sino que provocó una imagen aún peor.

Los Mossos acudieron a los colegios electorales a las 06:00 am, tal y como ordenó la Fiscalía. Su presencia se ha limitado a identificar personas y levantar actas para, a posterior, proceder según lo mandatado. La pregunta en este punto es: ¿Por qué no han hecho eso todos los cuerpos policiales? ¿Era una cuestión de orden público o imagen? ¿Por qué el 9-N se permitió votar y este 1-O, no?

El propio Ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, ha sido tajante: “Si querían tener alguna foto, ya la han conseguido”. De hecho, el coordinador general del Partido Popular, Fernando Martínez Maíllo, ha justificado la fuerza de los agentes policiales: “El Gobierno no ha engañado a nadie, Rajoy está cumpliendo. Dijimos que no habría referéndum porque es ilegal, y no hay referéndum”.

Un choque de trenes por una foto

El Govern quería celebrar un referéndum con cierto empaque para aparentar garantías, y el Gobierno quería cercenar cualquier atisbo de legalidad. ¿Y cuál ha sido el resultado? ¿Quién ha ganado en esta batalla? Nadie.

El choque de trenes ha provocado cargas policiales que han cristalizado en numerosos heridos. Hay quienes consideran que la actuación policial ha sido desproporcionada y desmedida. El secretario general de los laboristas escoceses, Brian Francis Roy, ha señalado que “la gente de Cataluña está descubriendo lo que sucede cuando el fascismo vuelve a nuestras calles”; y Charles Michel, el primer ministro belga, ha subrayado que “la violencia nunca puede ser la respuesta”.

Todos los ojos estaban puestos en Cataluña. Lo que debería haber sido una jornada que pudiera servir de ejemplo de convivencia, solidaridad, democracia y civismo se ha tornado en una pésima imagen. Los medios internacionales se han hecho eco del 1-O destacando las cargas policiales: un hombre herido en el ojo por una pelota de goma, una anciana ensangrentada, agentes derribando puertas de colegios a martillazos, enfrentamientos entre bomberos y policías... El diario Liberation, uno de las cabeceras francesas de referencia, lo tiene claro: "¿Qué podría haber sucedido en la cabeza del jefe de gobierno español para pensar que una violenta neutralización de las operaciones de votación, ilegales para algunos, legítimas para otros, arreglaría sus asuntos? Las imágenes que circulan en las redes sociales y en los canales de noticias son desastrosas para él y para la causa 'española' que defiende", asevera en un editorial.

Puigdemont y Rajoy han lastrado la marca España. Era cuestión de imagen, y hemos dado la peor ante la mirada de todo el globo.