La campaña del 14-F acaba con una apuesta fuerte del independentismo para mantener viva la polarización que tan buenos dividendos electorales les ha dado hasta ahora. Es una iniciativa a la desesperada para impedir un asalto al fortín. El documento firmado por JxCat, ERC, CUP y PDeCat para no facilitar la eventual investidura de Salvador Illa demoniza al PSC, presentándolo como representante de la represión del estado pero también certifica la voluntad de mantener en pie el muro del “nosotros y ellos” y supone un reconocimiento implícito de la desconfianza existente entre los firmantes. La experiencia les dice que tanto ERC como JxCat son perfectamente capaces de pactar con los socialistas y ante el miedo a verse sorprendidos mutuamente han optado por comprometerse con un veto que solo complace a los más radicales de cada partido y aumenta el crédito de la operación Illa.

El último debate de la campaña se celebró en La Sexta. Fue tumultuoso, confuso y descontrolado, aunque permitió comprobar el recelo entre Pere Aragonés y Laura Borràs respecto a la fidelidad al documento anti-PSC. La candidata de JxCat explicitó su sospecha de que ERC buscará de todas maneras el apoyo de los socialistas catalanes, subrayando la condición de los republicanos como socios del gobierno Sánchez. El candidato republicano vino a decir lo mismo de JxCat, enumerando los pactos locales que el partido de Puigdemont mantiene con el PSC. En el caso de ERC son 17 y en el de JxCat, 27, además de participar en el gobierno de la Diputación de Barcelona, presidida por la socialista Núria Marín. Las discrepancias entre ambos aspirantes son tan profundas que ninguno de los dos asume el legado del actual gobierno compartido de la Generalitat. Ambos pidieron el voto para protagonizar un cambio de gobierno

Los partidos independentistas no son los únicos en fomentar la polarización como escenario electoral preferido. Ciudadanos les secunda, intentando retener los máximos diputados posibles obtenidos con su éxito en 2017. Carlos Carrizosa, su candidato, se ha erigido en las últimas horas en el portavoz del constitucionalismo, jaleando a los electores al grito de “estamos solo a uno”, evitando enfrentarse a los pronósticos que les sitúan en plena lucha con Vox para no perder la cuarta posición. Efectivamente, los últimos sondeos publicados en Andorra indican la posibilidad, algo remota, de que los partidos independentistas puedan perder la mayoría; de todas maneras, salvo Ciudadanos y el PP nadie más cree en el futuro del denominado bloque constitucionalista.

El PP le dedica poco tiempo al hipotético gobierno alternativo. A diferencia de Ciudadanos se ha tomado los sondeos muy en serio y en los últimos días ha modificado el rumbo de su campaña. Alejandro Fernández se concentra en buscar el cara a cara con el candidato de Vox para marcar diferencias con la extrema derecha a la que su partido debe tanto en Madrid y Andalucía. Habrá que ver si consigue modificar la tendencia de los sondeos; de momento ha brillado dialécticamente en los dos debates finales.

Salvador Illa llega casi sin gasolina al final de la campaña. Ha gozado de la atención preferencial de todos sus contrincantes y él ha gestionado tanta centralidad sin salirse de su papel de favorito que propone la reconciliación renunciando a la crispación del debate. La campaña socialista ha transitado sin sobresaltos hasta llegar a la polémica originada por su negativa a pasar el test anti covid practicado a los candidatos antes del debate en TV3. Algunos de sus adversarios llevaron el episodio hasta el tremendismo en el inicio del debate de La Sexta, sin conseguir que el ex ministro de Sanidad se saliera de su respuesta: el protocolo de estas pruebas las circunscribe a la existencia de síntomas de la enfermedad o a la condición de contacto de contagiados. Illa se ha defendido denunciando la sobreactuación de sus críticos, sin embargo se antoja un episodio perfectamente prescindible en la recta final de una campaña que le sonreía abiertamente.

Hay otras incógnitas a despejar el próximo domingo. Por ejemplo, cómo afectará a En Comú Podem su campaña de tono bajo dedicada a promocionar un gobierno tripartito de izquierdas que ninguno de los otros dos supuestos socios han secundado, más bien negado sistemáticamente. También pende de un hilo la continuidad del PDeCat en el Parlament. Las décimas a favor y en contra oscilan a diario en las encuestas andorranas que, por otra parte, ofrecen una ligerísima mejoría en las perspectivas de la participación, siempre lejos de las cuotas alcanzadas en las dos últimas convocatorias.

Y, finalmente, queda por resolver un misterio: ¿Por qué Puigdemont ha mantenido un perfil bajísimo en la campaña cediendo todo el protagonismo a Borràs? El domingo sabremos si su absentismo solo responde a las pésimas relaciones con la candidata a la investidura o se explica por la intuición de que los resultados de la lista que él encabeza no serán todo lo buenos que los sondeos auguran.