El calendario marca medio siglo desde la muerte de Francisco Franco, pero en la provincia de Ciudad Real hay rincones donde el dictador parece no haberse ido nunca. Mientras el país se detiene a revisar su pasado y la Ley de Memoria Democrática insiste en que la exaltación del franquismo debe desaparecer del espacio público, dos bares continúan funcionando como cápsulas ideológicas en pleno 2025. No son museos, ni exposiciones temporales, ni recreaciones históricas: son restaurantes en activo donde los retratos del dictador, las banderas preconstitucionales y las referencias a la Falange conviven con la carta del día.

En Venta de Cárdenas, Casa Pepe sigue desplegando una iconografía franquista que asombra a cualquiera que cruce su puerta. En La Solana, El Cangrejo lleva años haciendo de la nostalgia autoritaria su seña de identidad.

Ambos locales permanecen ajenos al mandato legal que prohíbe la exaltación del régimen y a la sensibilidad democrática que se supone consolidada desde hace décadas. Y, sin embargo, ahí están: puertas abiertas, servicio en marcha y la dictadura convertida en parte del ambiente, como si fuese un elemento decorativo más.

Casa Pepe, el “museo” franquista que no pretende ser museo

Casa Pepe, situado en la pedanía de Venta de Cárdenas es probablemente el ejemplo más conocido de este particular fenómeno. Quien entra allí se encuentra con un espacio donde la simbología franquista no es un detalle: fotografías de Franco, banderas preconstitucionales, emblemas de la Falange, recuerdos propagandísticos y consignas de exaltación.

Durante décadas ha sido descrito por crónicas y reportajes como un “museo oficioso” del franquismo, aunque sus propietarios nunca lo han presentado como tal. Es, simplemente, su manera de entender la decoración.

Interior del restaurante Casa Pepe. EP.

El local incluye además una tienda donde se venden todo tipo de artículos relacionados con esa estética. Es habitual encontrar llaveros, tazas, banderas del águila y recuerdos con referencias al dictador, incluso vinos, quesos y dulces.

No han faltado polémicas. En 2017, el Ayuntamiento de Almuradiel llegó dedicar una calle al propietario del establecimiento, Juan Navarro Muñoz, ya fallecido. La decisión provocó una fuerte controversia hasta que la placa fue retirada, entre acusaciones de apología del franquismo y críticas por parte de asociaciones memorialistas. Aun así, la esencia del local no ha cambiado lo más mínimo. Medio siglo después de 1975, Casa Pepe sigue siendo el mismo santuario ideológico que siempre fue.

El Cangrejo, la versión más manchega de la nostalgia autoritaria

A menos de una hora en coche, en la localidad de La Solana, se encuentra El Cangrejo, otro establecimiento que ha hecho de la estética franquista una parte central de su identidad. En este caso, la exaltación no se limita a objetos decorativos o fotografías; también llega a la propia oferta gastronómica, que en los últimos años ha incluido menús navideños bautizados como “Don José Antonio Primo de Rivera” o “Don Francisco Franco”.

El interior del local muestra retratos del dictador, banderas rojigualdas con el águila, carteles con lemas como “Entras en zona nacional. Si no te gusta, vuelve por donde viniste. ¡Arriba España!” y una ambientación sonora que recupera marchas y canciones vinculadas al franquismo, incluso el 'cara al sol' a las horas en punto. 

Interior del bar 'El Cangrejo' de La Solana. EP.

La última polémica se produjo esta misma semana, cuando el Ayuntamiento de La Solana cedió el teatro municipal para presentar un libro dedicado precisamente al bar. La decisión generó críticas por parte de vecinos que consideraban improcedente usar un espacio público para dar cobertura a un establecimiento cuya decoración e identidad chocan frontalmente con la Ley de Memoria Democrática.

El Consistorio justificó la cesión alegando que no tenía competencias para censurar contenidos de ese tipo, lo que reabrió el debate sobre la aplicación real, o la ausencia de ella, de la normativa. 

La ley dice una cosa; la realidad, otra

Tanto la Ley de Memoria Histórica de 2007 como la Ley de Memoria Democrática de 2022 son claras. Está prohibida la exaltación del golpe de Estado de 1936, de la dictadura franquista o de sus dirigentes. Los símbolos que ensalzan ese periodo deben retirarse del espacio público.

Pero en la práctica, el panorama es bien distinto. La normativa existe, pero los mecanismos de control son laxos o directamente inexistentes. El resultado es que locales como Casa Pepe y El Cangrejo siguen operando sin apenas contratiempos, como si la legislación fuera un elemento decorativo más, tan prescindible como una carta de postres.

Medio siglo después, nada cambia

A cincuenta años de la muerte de Franco, España ha cambiado de arriba abajo. Menos en estos dos locales. Allí, el pasado sigue expuesto sin filtros, sin matices y sin aparente voluntad de cambiar. Decoración, menús, lemas y recuerdos. Todo permanece como si el dictador acabara de firmar una orden desde El Pardo.

Mientras el país avanza hacia una memoria democrática cada vez más consolidada, Casa Pepe y El Cangrejo continúan siendo excepción y escaparate de una nostalgia autoritaria que se resiste a desaparecer. Y, visto lo visto, parece que van a seguir siéndolo durante mucho tiempo.