A una semana del Brexit, los fulgurantes fuegos artificiales se han convertido en inertes bolitas de carbón para Gran Bretaña. Los provocadores del referéndum para el abandono de la UE huyen despavoridos a la hora de gestionar la salida. “¡Dios, qué hemos hecho!” Ninguno de ellos se atreve a tocar el famoso artículo 50 de los tratados. “No tenemos ninguna prisa en irnos”, dice ahora el principal líder separatista de extrema derecha Nigel Farage. Boris Johnson ya no quiere liderar el partido conservador, no sea que le toque gestionar la salida y lo que es peor, tener que dar la cara por todas las mentiras y promesas que jamás se van a cumplir. Ya han comenzado a reconocer que todo el maná económico que caería sobre su tierra una vez liberada del yugo europeo… era una broma; empiezan a calar la cabeza y a reconocer exageraciones y errores en las cuentas expuestas.

¿Servirá este engendro británico para desactivar otros sueños lisérgicos de independencia que recorren Europa de arriba abajo en países y regiones? Lo dudo. La sociedad de la hiperinformación se ha cargado la jerarquía de criterios. Cuando todo vale igual, uno se queda con lo que cree que más le beneficia. La verdad no tiene nada que hacer frente al deslumbrante brillo de la mentira. Es una guerra desigual porque es mucho más fácil engañar a la gente que conseguir que comprendan que la han engañado. Son los tiempos de oro para el populismo, ya sea de derechas o de izquierdas, que no tienen dificultad alguna para encontrar soluciones fáciles y mágicas para problemas complejísimos con las que consiguen el ferviente apoyo de las franjas más desinformadas y necesitadas. La Gran Bretaña organizada: partidos, sindicatos, universidades, colectivos culturales, ambientes urbanos… no fueron suficiente para detener la ola de populismo.

En España la situación se ilustró hace unas semanas en un debate de 8 tv entre Josep Borrell y Oriol Junqueras  ( https://www.youtube.com/watch?v=wnbVOiwwNXM). El primero desmontó, con solvencia y documentos en mano, los falsos montajes económicos sobre los que se basa la pretensión secesionista, lo cual no hizo mella en su contrincante porque respondía con un gracioso estribillo: “Bueno, eso son cifras y datos… pero nadie puede impedir a los catalanes que nos gobernemos por nosotros mismos; nadie nos debe decir lo que tenemos que hacer.”

Un son de la Cuba revolucionaria y necesitada hace referencia al vino de plátano que se produce en la isla que “aunque sabe agrio, es nuestro vino”. Y así van.