El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, sale del debate de política general un poco peor de como entró. Llegó al Parlament surfeando en la ola de unidad provocada por la detención de Carles Puigdemont en Italia y se fue tras recuperar la normalidad de su gobierno, a saber, Junts no cree en su estrategia pero la tolera esperando ver pasar el cadáver político de su socio y la CUP quiere desestabilizar cuando antes el pacto de quienes se oponen a convocar ya un nuevo referéndum. El primer partido de la cámara, el PSC, se lo toma con filosofía, esperando que el diálogo interior en Cataluña se abra paso a medida que la negociación con el gobierno central vaya mostrando sus costuras y el cisma entre republicanos y legitimistas sea insalvable.

La unidad independentista es un espejismo que se proyecta muy de vez en cuando. Desde 2017, prácticamente solo la justicia española es capaz de recrear estos fugaces episodios de comunión entre ERC, Junts y la CUP. La solidaridad mostrada por Pere Aragonés con el ex presidente Puigdemont solo dio para una tregua minúscula que no alcanzó al debate, a pesar de los esfuerzos del republicano por exhibir todo el escepticismo posible respecto del futuro del diálogo con Pedro Sánchez para confraternizar con sus socios.

Ni por esas se ahorró el desplante de Junts en el Parlament, tanto en la forma como en el fondo: Un día volverá a Cataluña el presidente legítimo (Puigdemont), para entonces el diálogo ya habrá fracasado y será la nuestra. Antes incluso de votar las resoluciones del debate, el secretario general de Junts, Jordi Sánchez, remachó que no piensan modificar su propuesta de integrantes de la Mesa de negociación entre gobiernos, lo que implica, teóricamente, que los consellers de ERC volverá a sentarse solos en próximas reuniones.

La CUP consiguió en marzo de 2017 comprometer al entonces presidente Puigdemont a la celebración del referéndum del 1-O a cambio de alargar su mandato con la aprobación de los presupuestos. Los anti sistema quieren repetir jugada, sin tener en cuenta las penosas consecuencias de aquella convocatoria ni tan solo considerar que la mera tramitación de su propuesta puede llevar a la presidenta del Parlament ante el juez. ERC y Junts consideran que a pesar de que el referéndum es inevitable ahora no toca; los republicanos porque no quieren ser ellos los responsables de la ruptura de la mesa y los partidarios de Puigdemont porque creen que no se dan las circunstancias objetivas para una nueva unilateralidad. La propuesta de resolución de la CUP no ha prosperado,  sin embargo, para cuando lleguen los presupuestos a la cámara catalana tendrán una nueva oportunidad de presionar a sus compañeros de mayoría parlamentaria intentando empujarles al abismo.

Salvador Illa, el jefe de la oposición, se ha ofrecido a Aragonés para aprobar los presupuestos y  ahorrarle así el chantaje de la CUP. ERC no está lista todavía para este cambio substancial en la política catalana ni tan solo para aceptar que el primer paso para encarar la salida al conflicto desatado en 2010 y llevado a la hipérbole en 2017 es la búsqueda de un consenso entre los partidos del Parlament. Pueden mediar varias convocatorias electorales para llegar a este escenario. El futuro primer secretario del PSC se ha investido de las virtudes de Job para esperar el desembarco de los republicanos en la playa de la transversalidad. De todas maneras, el PSC, aprovechando la predisposición de Junts para fustigara ERC siempre que pueda, ha sumado sus votos a los legitimistas para defender post mortem el proyecto de ampliación del aeropuerto.

En la playa de la transversalidad tienen montado su campamento los Comunes, socios incomodos del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona y en el gobierno de Pedro Sánchez. El partido de Ada Colau aprobó los presupuestos de ERC en 2020, pero después de aquel acercamiento todo ha sido intercambio de agravios. En su discurso, Pere Aragonés fue especialmente duro con los Comunes, incidiendo en su escasa influencia en el gobierno Sánchez y  criticando la gestión de la alcaldesa Colau, subrayando su incapacidad para atajar los desórdenes públicos causados por los botellones nocturnos durante las fiestas de la Mercè.

No parece razonable pensar que ERC y Comunes vayan a reconducir su distanciamiento para aprobar los presupuestos en el caso de que la CUP haga realidad su voto en contra de no comprometerse Aragonés a la celebración de otro referéndum antes de finalizar la legislatura. De fracasar la CUP en su nuevo intento, todavía le quedará la opción de retirar su apoyo a ERC dentro de año y medio, cuando el presidente de la Generalitat se someta a la moción de confianza prometida para mediados de mandato, justo al terminar el plazo dado a la negociación para reportar resultados. Quién sabe que hará Junts en aquel momento, ni tan solo puede intuirse si las discrepancias internas en este partido se habrán solventado.