Los tres están, en mayor o menor medida, atrapados. Aunque por distintas razones, a los tres les gustaría no tener que necesitar a los otros dos como socios, pero no les queda más remedio que hacerlo. Quien, en todo caso, se siente más incómodo de los tres es Ciudadanos

El partido naranja ha empezado a comprender, quizá demasiado tarde, que su alianza con PP y Vox en importantes ayuntamientos y comunidades era ‘pan para hoy’ –cargos públicos, colocación de militantes, captación de afines, gestión de grandes partidas presupuestarias– y ‘hambre para mañana’ –sangría incontenible de votos, pérdida de identidad, riesgo de irrelevancia y aun de desaparición–.

Vicios ocultos en la santa alianza

De las tres derechas, la que en todo caso ha permanecido hasta ahora más fiel a sí misma ha sido la encarnada por Vox. Son Cs y PP quienes, desde que alcanzaron su primer gran acuerdo para desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía, más han ido acomodándose a su socio de extrema derecha, cuyas iniciativas y exigencias están marcando la agenda política no ya de las otras dos derechas, sino incluso del país y su entramado mediático.

Las primeras grietas, los primeros vicios ocultos en el edificio de la ‘santa alianza’ no han aparecido, sin embargo, en Andalucía sino en Murcia y Madrid, aunque los mismos se han expandido rápidamente hacia el sur en un movimiento asimilable a lo que en la ciencia de la construcción se conoce como ‘fisuración por simpatía’.

Ponga un pin en su vida

La controversia sobre el pin parental o censura familiar en la educación pública irrumpió con fuerza en Murcia primero y en Madrid, después hasta alcanzar un poco sorpresivamente a Andalucía, donde el Gobierno andaluz se había comprometido a su aplicación tras haberlo acordado plácidamente así con Vox en un documento suscrito por los tres partidos, en octubre de 2019, con el que Vox garantizaba la estabilidad del Ejecutivo de Juanma Moreno aprobándole los Presupuestos de 2020. El pin ha abierto, pues, una inesperada grieta en la hasta ahora impecablemente lisa fachada andaluza.

Desde entonces, la desconfianza entre los tres socios es un hecho, aunque, ciertamente, no de tanta trascendencia como para poner en riesgo una alianza que hoy por hoy es muy beneficiosa para PP y Vox, pero no tanto, ay, para Cs, consciente ya de los efectos secundarios y las severas contraindicaciones que conlleva para su salud.

La excusa perfecta

El tablero de juego andaluz está así en estos momentos: Vox quiere su pin a toda costa, el PP promete dárselo aunque preferiría no hacerlo, Cs dice cada vez más alto y más claro que de pin, nada y para los ultras el pin parental es muy crucial, cuestión de fuero, no de huevo.

El PP no le pone en su fuero interno ninguna pega, pero preferiría una implementación rápida, limpia y sin ruido; y Cs, que tal vez no midió –¿o no quiso medir?– el alcance y significado de lo que firmaba en octubre, ha visto en el pin la excusa perfecta para abrir en el compacto bloque de las derechas un boquete por el que poder escapar llegado el caso.

Todo ello, obviamente, empieza a enfadar al Vox. No es el enfado del jugador da un puñetazo en la mesa porque ha detectado trampas en la partida, sino más bien el recelo del que observa en sus compinches ciertos ademanes sospechosos que no acaban de gustarle.

¿Riesgo de motín?

La concreción institucional de los recelos de Vox llegaba el viernes cuando, en la Diputación Permanente del Parlamento andaluz, el grupo ultra votaba favorablemente dos iniciativas de la izquierda que obligan a los consejeros de Igualdad y Educación, ambos de Ciudadanos, a comparecer de urgencia y con carácter extraordinario ante la Cámara para explicar por qué 241 asociaciones de mujeres comprometidas contra la violencia de género se han quedado sin subvenciones públicas y a qué se debe que numerosos profesores de baja no estén siendo sustituidos.

En ambos casos, pero sobre todo en el de entidades feministas que se han quedado sin ayudas públicas, es poco probable que a Vox le preocupen los incumplimientos de la Junta. La explicación más verosímil de su ‘mini pinza’ con la izquierda es que ha querido enviar un aviso a los navegantes de PP y Cs con quienes comparte travesía: o respetan el rumbo pactado o habrá motín.

‘Vamos a no hacernos daño’ sería, pues, la divisa que sigue hermanando a PP y Vox, pero no tanto a Cs porque a los naranjas su adscripción a la 'santa alianza' ya le ha hecho daño y mucho.

Un partido de orden

Vox es consciente de que, al menos en Andalucía, los problemas pueden venir de la mano de Cs, no de la del PP. Pero también lo es de que no puede romper un pacto que sus votantes aplauden unánimes y que es claro signo de que son un partido serio, de orden, un partido responsable y cumplidor de lo que firma.

En principio, es poco probable que el aviso de motín a bordo del buque insignia del almirantazgo derechista tome cuerpo y se haga efectivo. Sería un gesto de radicalismo que Vox quiere evitar porque ello le restaría apoyos en un momento en que toda su estrategia va orientada a sumarlos.

Si querrá Vox ser visto como un partido civilizadamente conservador, que uno de sus caballos de batalla contra Canal Sur y los medios andaluces en general es conseguir que no se le llame extrema derecha o partido ultra. Sin duda el PP habrá tomado buena nota de tan significativa obsesión.