1. Interés por las campañas

El sondeo refleja un interés alto por el desarrollo de la campaña electoral. Dato elocuente teniendo en cuenta la desafección hacia la política que se palpa en el ambiente, una desafección incrementada por la crudeza de la crisis económica y la ausencia de un horizonte cierto de esperanza. El 25-M movilizó al electorado.
2. Debates electorales

La ciudadanía exige a los candidatos que expliquen sus programas en debates televisados. La espantá de Javier Arenas al organizado por Canal Sur es mal vistapor el 75% de la población. Ese gesto de soberbia de no acudir a la cita con Pepe Griñán y Diego Valderas le pasó factura en las urnas.
3. El escaso valor de las encuestas

Los institutos de opinión tendrían que reparar en este dato: el 84,4% de los ciudadanos no se dejan influir por una encuesta. Todo el derroche de sondeos que se produce en torno a unas elecciones no cambia la opinión de la gente. Mucha culpa de ello la tienen los sonoros fracasos de los pronósticos de las empresas demoscópicas. En las autonómicas de marzo fallaron todas y por mucho. Las encuestas publicadas por los medios le daban al PP un triunfo holgado entre 8,5 a 15 puntos. Sólo el CIS bajó a 7,2 puntos la distancia, cocinada al alza a favor del hipotético caballo ganador. Al final, la diferencia, contado el voto de los residentes ausentes, se quedó en el 0,9. Derrota política en toda regla de Arenas, que había vendido la piel del oso antes de cazarlo, tanto que ahora está ya fuera de la política andaluza.