Desde que los niños adquieren conciencia de que los Reyes son los padres se inician en el aprendizaje del realismo, es decir, a tener cada vez más en cuenta en sus decisiones la verdadera naturaleza de los problemas a afrontar evitando así que las fantasías o el juego de las apariencias o las palabras bonitas o inverosímiles les hagan equivocarse en los medios o en los fines.

En este punto cobra relieve que el partido que respalde la candidatura seleccionada tenga una trayectoria en la que ha imperado siempre el más estricto realismo, es decir, que a su manera también crea que los Reyes son los padres y por tanto que no venda su proyecto en base a su novedad no contrastada en el tiempo, o con palabras falaces o aduladoras a las que no respaldan sus realizaciones prácticas. El cante andaluz, que tan profundamente conoce el alma de nuestra tierra, lo dice de un modo magistral en un famoso mirabrás: “No hay más ley que son las obras”.

Hace pocos días se cumplía el 143 aniversario de la fundación del PSOE y para quienes han estudiado la Historia de España saben cuántas veces, solo o acompañado, el PSOE ha sido decisivo para su configuración. ¿Cómo es posible este ininterrumpido protagonismo en un país que ha mutado tantísimo desde 1879 has ahora? Solo caben dos respuestas: o el Partido Socialista es un extremófilo más, de los que habitan en el Río Tinto y que con tanto ahínco estudian los científicos de todo el mundo, o el socialismo sobrevive porque ha sabido, desde la plataforma de sus principios, dar una respuesta realista a los diversos momentos de la Historia de Andalucía y de España, sin creer en los Reyes Magos o lo que es lo mismo, que ninguna frase pretendidamente altisonante o irrespetuosa o la invocación de esencias celestiales o pasados sublimados sean capaces de resolver los problemas que cada día nos depara.

El PSOE nació cuando la miseria social imperante hizo necesaria su existencia, si bien en su Programa Maximo dejaba meridianamente claro que esa Miseria estaba determinada por la ausencia de igualdad social y de las libertades fundamentales por lo que desde entonces sus proyectos y programas han reivindicado que sus objetivos contengan la mayor dosis posible  en cada momento de libertad e igualdad.

Conscientes de este valioso legado, los socialistas, para no remontarnos más allá de lo que permite un artículo, han hecho que el actual Gobierno tenga que afrontar gravísimas y complicadas situaciones, entre las que mencionaré una Cataluña en llamas, incendiada por los que vieron que así podían ganar votos en el resto de España; una pandemia que coge por sorpresa al mundo y que plantea un escenario inédito en los ámbitos sanitarios, económicos y sociales; la erupción volcánica en la Isla de La Palma; los problemas embalsados con nuestros vecinos del Magreb; el encarecimiento de las facturas energéticas; el malestar de los transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores; la guerra de Ucrania; una Unión Europea tributaria todavía de las políticas de Austericidio; la corrupción rampante sin propósito de enmienda de algunas fuerzas políticas que culpan al resto del universo de incosntitucional al tiempo que incumplen claros y expresos mandatos de la Constitución Española sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional o sobre el porvenir de las autonomías.

Tan paradójica es la resultante de esta enumeración incompleta que las tribulaciones de Pedro Sánchez me recuerdan a las de un amigo que me contaba que cuando paseaba a su padre, enfermo terminal, en una sillita de ruedas, se levantó un furioso temporal de lluvia y viento, de esos que azotan con frecuencia a Cádiz, lo que hizo que preguntara a su hijo: ¿Qué más nos puede ocurrir? A lo que éste contestó con esa gracia que veces salda situaciones demasiado dramáticas: “Papá, que se nos pinchen las ruedas”.

Pues bien, en esta tesitura la derecha lejos de adoptar una posición colaborativa, como la que tuvo el PSOE cuando se produjo la declaración unilateral de independencia de Cataluña, ha visto en cada uno de esos casos la oportunidad que desde el principio de esta legislatura tiene como programa: tumbar al Gobierno, ofreciéndose como alternativa equivalente a los Reyes Magos de Oriente con soluciones improvisadas, evasivas y confusas para problemas difíciles y complicados, tratando a los andaluces y españoles como lo haría el demagógico jugador de ajedrez que aspirase a deslumbrar a los espectadores con una salida suicida que no conduciría sino a la posterior frustración de los observadores expectantes.

El partido de Moreno Bonilla y de Núñez Feijóo y sus acólitos de esta derecha cerril han votado en contra de los paquetes de medidas propuestas por el Gobierno para remediar la crisis, tales como la subida del Salario Mínimo, el incremento en un 15% del Ingreso Mínimo Vital, el Estado de Alarma y sus prórrogas, la Revalorización de las Pensiones por el IPC, los ERTES que han salvado a miles de trabajadores y empresas, la conversión de los contratos basura en contratos duraderos, el Bono Cultural que compensa en parte las  pérdidas causadas en las espectáculos que tuvieron que cerrar por la pandemia, los Bonos Juveniles de Ayuda al Alquiler y a un monedero de resarcimiento, la prohibición de despidos durante la pandemia, la bajada de 20 cms /litro de carburante, el aumento de beneficiarios del  Bono Social Eléctrico, los 10.000 millones de euros de créditos ICO para empresas, los 430 millones de subvención para agricultores y pescadores, los 1.000 millones para transportistas o los 625 para las Industrias Intensivas en el Consumo de Gas o Electricidad.

Esta lluvia de millones ha permitido que en uno de los momentos más patológicos de nuestro funcionamiento económico hayamos alcanzado por primera vez en nuestra historia una disminución vertiginosa del paro y el record histórico de más de 20 millones de empleados.

Debo reconocer que nuestro Gobierno no es el de los Reyes Magos sino el de un grupo de personas respaldados por miles de militantes y electores que trabaja con sensibilidad y coraje democrático y que ha coadyuvado a difundir estos mismos valores en la Unión Europea. Y mientras, ¿qué hacían los que intentan hacer creer que tienen soluciones para todo cual si fueran unos Reyes Magos redivivos?  Hacían ruido, enfangaban el campo, se iban a Europa para tratar de torpedear el crédito de nuestro Gobierno, aprovechaban la coyuntura para dirimir a garrotazos sus luchas internas por el poder e inflar los bolsillos de ellos y sus allegados.

Ciertamente que nos hubiera gustado disponer de cualidades mágicas para acabar con este desvarío y sobre todo para haber evitado tantas muertes unas en la soledad, otras en acto de servicio, otras en las calles de Ucrania, tantos seres desplazados de sus lugares habituales de residencia pero al dolor solo hemos podido oponer el esfuerzo y nuestras vibraciones solidarias.

Algunos, ahora, han introducido ciertos cambios, sobre todo indumentarios. Se pasean con flamantes ternos que recuerdan a los antiguos representantes de quincallas. En sus maletines no llevan muestras de hilaturas, botones o lencería fina sino excomuniones, palabras insultantes rescatadas  de vocabularios obsoletos, soluciones crecepelo para todo y sobrenadando en este fango una frase que repiten de continuo como si esta reiteración ocasionara el milagro de convertirse en realidad: “Somos moderados”, mientras crecen el desempleo, las muertes y las desigualdades en los municipios y comunidades que gobiernan, son incapaces de gastar al dinero que reciben a espuertas de Europa a través del Gobierno del Estado, dinero que a espuertas algo menores también devuelven porque por incuria, negligencia o interesados acortamientos de las legislaturas no saben o no quieren gestionarlo y gastarlo. Se colocan en las últimas posiciones en los rankings de la distribución del PIB per capita. Crecen las listas de espera en materia de gasto y asistencia sanitaria o a la dependencia. Subvencionan con largueza los concierto con entidades privadas y reducen las ayudas a lo público.

Pero su inquina también va contra las ONGS, entidades públicas o parapúblicas dedicadas a los jóvenes y las mujeres a las que llaman desdeñosamente “chiringuitos”. Ellos, que parodiando al Rey Sol, pudieran decir:” El chiringuito soy yo”

(*) Carlos Navarrete es presidente del PSOE-A de Huelva.