Mariano Rajoy habló en Andalucía, en el pueblo de Almonte, y según recogieron los medios de comunicación expresó, entre otras cosas, lo siguiente: “A veces estamos pensando siempre en lo material y, al final, los seres humanos somos sobre todo personas, con alma y con sentimientos, y esto es muy bonito y me reconforta mucho”. Así lo pudimos escuchar y también leerlo, y la verdad es que aún no salgo de mi asombro, consistente en la dificultad que tengo para asumir que alguien capaz de expresar eso de manera pública sea quien ocupe la presidencia del Gobierno. Porque, lo primero que nos asaltan son las dudas: ¿en lo material pensamos siempre o solo a veces?; si los seres humanos somos “sobre todo personas”, ¿qué otra cosa somos?, y ¿sabe el presidente que aunque algunos ciudadanos tengan sentimientos eso no significa que también deban creer en la existencia del alma?

Tampoco entiendo que todo eso le parezca “bonito”, expresión desafortunada para aplicarla al tema que le ocupaba, si bien nos podemos sentir satisfechos con que gracias a todo ello se sienta reconfortado, entre otras cosas porque tendrá que tomar decisiones que afectan a todos los ciudadanos y en consecuencia no está mal que haya salido de Andalucía no solo confortado, sino que además vaya con mayor energía y eficacia. El presidente no ha tenido a bien interrumpir sus vacaciones para conocer de manera directa qué ocurría con algunos incendios que han atacado nuestro patrimonio natural, pero sí ha podido desplazarse, durante su estancia en Doñana, a conocer de cerca los preparativos de una ceremonia religiosa, que también forma parte del conjunto de las tradiciones andaluzas, como es el traslado de la virgen del Rocío desde la aldea del mismo nombre hasta Almonte. Lo acompañaban la ministra Báñez, que ya se había encomendado a la misma imagen para salir de la crisis, y el alcalde de Sevilla, que acaba de inaugurar en su ciudad un monumento a Juan Pablo II.

Quienes lo deseen, y así lo sientan, hacen bien en mantener las tradiciones religiosas, pero siempre me ha resultado incomprensible la pasión con que todas las fuerzas políticas se han sumado a participar en esos actos, con lo que ello representa de menosprecio a tantos ciudadanos que no tienen ninguna religión o profesan otra diferente de la católica. Las palabras de Rajoy no solo ponen de manifiesto su pobreza intelectual a la hora de analizar un fenómeno religioso, sino que se suman a otras muchas expresadas en otros ámbitos (pienso en los ayuntamientos) por diferentes fuerzas políticas, entre ellas las que se definen como de izquierda.

Sin embargo, la cuestión no es algo que pertenezca a la confrontación ideológica izquierda/derecha, sino que está relacionada con el respeto a un modelo de Estado aconfesional, al que sin embargo parece que cuesta mucho defender desde las instancias del poder político. Por otra parte, con esa visita el presidente del Gobierno acentúa la imagen tópica de Andalucía: nuestras vírgenes, nuestras romerías y nuestras fiestas. Algunas poblaciones cercanas tienen problemas graves, y estoy seguro de que les habría gustado explicárselos de primera mano al presidente.

Andalucía es mucho más que un conjunto de tradiciones donde se mezclan lo sagrado y lo profano. Desde el respeto a esas creencias, muchos andaluces tratan de salir del reduccionismo al que se nos quiere someter por quienes, como Rajoy, encuentran “bonito” el mantenimiento de tradiciones que tienen que ver con la parte emocional de muchas personas, pero que no sirven para definirnos como pueblo. Ya lo dijo Cernuda hace años: “Andalucía es un sueño que varios andaluces llevamos dentro”.