Pasada ya una quincena de los últimos comicios electorales, todavía son los días en que aún no sabemos a ciencia cierta cuáles han sido sus resultados en todos los niveles de la cosa pública en que se realizaron las votaciones (faltan por conocer los resultados de las alianzas para la gobernanza primero de las Locales y las diputaciones y cabildos y luego de las Regionales; lo que en cierto modo viene a parecernos un batiburrillo que no hay quien aclare, ni sobre el conjunto, ni sobre la particularidad de los comicios.

Si tenemos en cuenta una mirada general, el PSOE ha ganado todas las elecciones en su conjunto, pero es tan grande la excepcionalidad de los resultados parciales, que no sabe ni dios cuál ha sido la verdadera cantidad y cualidad de los votos obtenidos por los partidos y los bloques supra partidarios de centro-derecha y centro-izquierda aquí constituidos atípicamente por la no inclusión entre los segundos de los liberales y su no homologación en el bloque de centro-izquierda, sobre todo si el comentario viene hecho por los propios interesados, que insisten en el hemos ganado y han perdido. Además, aún no se sabe quién gobernará Madrid y Barcelona, las dos primeras capitales del Reino y dos de las más ricas regiones autónomas, disputadas, la una por los partidos del centro-derecha (incluidos los liberales) a los de centro-izquierda, y la otra, por los radicales independentistas (excluidos los liberales) a los de centro-derecha, con los liberales dentro.

Y este es el día en que aún se ignora quién aplaudirá sus resultados por haber sido ganador en la totalidad del Estado y quién será silbado y abucheado por haber sido perdedor en esa misma instancia. Curioso ¿verdad? Cuando uno puede ir sumando los positivos y restando los negativos y estando seguro de que aquí hay un sofisma como la copa de un pino y basado en haber sabido marear la perdiz (quiero decir, al probo elector) hasta haber conseguido volverlo loco de remate.

Otra forma de ver las cosas es proceder por instancias sucesivas y observar quién ganó en cada una de ellas. Así, sabremos que las tres derechas ganaron y se unieron para gobernar en Andalucía. Y que en las Municipales ganó el centro-izquierda por el número de concejales del PSOE, al estilo francés. Por eso Valls propició que Macron invitara a Pedro Sánchez a cenar al Palacio del Elíseo con no sabemos qué programa de alianzas de políticas liberales y de centro-izquierda para la nueva etapa constituyente de la Unión Europea. Además, el PSOE ganó de largo las elecciones europeas en España y, por supuesto ganó también las Generales al Congreso de los Diputados, con una mayoría minoritaria amplia y el Senado, con mayoría absoluta.

¿ Y quién puede negarle al PSOE conducir durante estos próximos años la política nacional española? Ya ni la Unión Europea, que nos ha relajado la vigilancia. Creemos que nadie: ni Pablo Iglesias en nombre de un Podemos muy aminorado cuantitativa y cualitativamente; ni un Pablo Casado recién nombrado líder bisoño de una derecha recién desalojada del poder; ni un Albert Rivera, en creciente descenso de votos y con una auto-proclamada entidad política liberal que ni él mismo logra definir con firmeza. Tampoco a izquierda (Garzón) ni a derecha (Núñez Feijoo) logra Casado reforzarse con firmeza ni reagrupar al centro-derecha pro-aznarista para reconstruir una fuerza hegemónica capaz de alcanzar democráticamente el poder, dada la debilidad y los titubeos de Rivera y las asechanzas fascistoides de VOX, que en el actual contexto europeo no puede ofrecer confianza de un socio tan poco fiable y que además no ha tenido tiempo ni ocasión de deshacerse de las acusaciones de ser ultra-derecha tout court.

Pedro Sánchez, si sabe usar el viento de cola, puede encabezar la nueva izquierda europea y pilotar la nave de la socialdemocracia mediterránea desde la propuesta de un socialismo viable y sin complejos que se fortalezca en la postura de un equipo valiente desde el que construir las tesis de un socialismo del futuro y esto lo sabremos pronto, a partir de la próxima semana, cuando se acaben de constituir definitivamente ayuntamientos y gobiernos regionales y se sepa qué hacemos con los restos de Franco y con los miembros del Supremo que los custodian mientras Granada ve llegar un AVE empobrecido, y se autoproclama futbolísticamente de primera mientras ostenta el dudoso título de ser la tercera capital de España en atascos de comunicaciones y fomento y en tapones políticos institucionales. Casi nada.