Una vez más España no se ha dado la más mínima prisa para trasponer una directiva europea que es buena para el medio ambiente y la lucha contra la contaminación de los mares. El sábado último, el 3 de julio, debió entrar en vigor la directiva europea que prohíbe la comercialización de diez productos de plástico de usar y tirar como las pajitas, los bastoncillos y los cubiertos. No estamos solos en el incumplimiento, tan solo 8 de los 27 países de la Unión Europea han hecho los deberes en tiempo y forma.

España es reincidente y ya ha sido multada reiteradamente por no cumplir con la obligación de depurar las aguas residuales y verterlas limpias a ríos y mares, por poner otro ejemplo que tiene que ver con la ecología. La norma incumplida sobre los plásticos de un solo uso se aprobó en junio de 2019 y daba un plazo amplio de dos años para su entrada en vigor. Las excusas del Gobierno para el retraso incluyen los dos procesos electorales de 2019 y el procedimiento de transposición adoptado: incluirla en la ley de Residuos que se tramita en el Congreso y que no estará aprobada hasta la primavera de 2022.

No hay prisa para la transición ecológica en ningún sector de la política, la oposición no ha sacado los colores al Gobierno por esta negligencia y no creo que lo haga porque la ecología no entra en sus prioridades.

Las cadenas como Mercadona, Lidl, Aldi o Carrefour llevan desde hace meses publicitando en sus establecimientos sus esfuerzos por reducir los plásticos, pero en la práctica se lo toman con calma a la hora de sustituirlos por papel o cartón reciclados o extender el todo a granel en sus secciones de frutas y verduras. Inexplicablemente, las grandes marcas de refrescos y cervezas siguen envasando con plásticos. Y hagan la prueba tras regresar del supermercado: los envases de plásticos de frutas y verduras llenan una bolsa entera.

Obligar a la distribución a reducir drásticamente el sobre envasado de muchos de sus productos y evitar las bolsas mixtas de papel y plástico, sería una medida bienvenida sin esperar a una normativa europea que puede tardar años en llegar.

Consumidoras y consumidores tenemos, también, deberes por hacer y prisa que darnos al cambiar nuestros hábitos: llevar mallas que sustituyan a las bolsas de un solo uso con las que pesamos las frutas y las verduras, reclamaciones directas a los servicios de atención de supermercados y grandes superficies, o protestar en las redes sociales.