Ni la Mala Díaz ni Santa Susana. Ni la pérfida Cruela de Vil ni la milagrosa Esperanza de Triana. La presidenta andaluza suscita no ya opiniones encontradas, sino pasiones encontradas. En realidad, lo único que la diferencia de otros políticos es que Díaz reúne no todos pero sí bastantes de los requisitos que se exigen para ser líder: carisma, energía, empatía, ambición, astucia, determinación, audacia, visión, inteligencia… y suerte. Todos los líderes tienen alguna clase de talento especial, pero sin un poco de buena suerte y un mucho de buena gestión de su talento no suelen llegar a nada, o no suelen llegar a todo, que en eso exactamente consiste el liderazgo: en llegar a serlo todo.

Si Susana Díaz no es ya secretaria general del Partido Socialista es porque hasta ahora le ha faltado alguno de los ingredientes que son consustanciales al liderazgo. ¿Cuál de ellos? Le ha faltado suerte y audacia. Le ha fallado suerte con el calendario político del país y el calendario orgánico de su partido y le ha faltado audacia para salir a campo abierto a disputar ese liderazgo del que Pedro Sánchez no quiere desprenderse bajo ningún concepto.

La misma suerte que le favoreció para llegar tan rápidamente a la Presidencia de la Junta ha sido un lastre para culminar su trayectoria con ese liderazgo federal para el que parece estar llamada: cuando se tiene algo tan valioso como una administración que maneja más de 30.000 millones de euros, no es fácil tomar decisiones que puedan poner en riesgo ese capital político. Ha sido tal vez el temor a perder lo mucho que tiene lo que ha frenado a Díaz a la hora de hacer su apuesta nacional; todo lo contrario, por cierto, que Pedro Sánchez: él sí puede permitirse ser audaz –¡y vive Dios que lo está siendo!- porque no tiene nada que perder; Díaz tiene que pensárselo más porque ella sí tiene mucho que perder.

Aparte del hecho de estar jugándose su propia supervivencia como referente central de la política española, lo novedoso de la etapa crítica en que ha entrado el PSOE es la vertiginosa aceleración que se ha producido en los ritmos internos del partido, lo cual significa que para Susana Díaz se ha acabado el tiempo de la cautela. Esta es su hora y esta es su batalla. Y el instante fundacional de esa hora y de esa batalla es, en términos orgánicos, el Comité Director del PSOE de Andalucía convocado para este jueves. Sea cual sea el mandato formal de ese Comité Director, su mandato implícito y material no puede ser otro que la luz verde para que Susana Díaz salga a campo abierto a competir por el liderazgo del Partido Socialista.

¿Que corre riesgos? Naturalmente que los corre. Pedro Sánchez es un muerto viviente que no se resiste a ser enterrado: tal vez no sea consciente el todavía líder socialista de que, incluso aunque no sea derrotado en el Comité Federal del sábado, esta guerra civil va a dejarlo inhabilitado de por vida para liderar el partido. La cuestión es si también puede dejar inhabilitada a Susana Díaz para ese destino: desde luego, si no intenta sí que la dejará inhabilitada.

Ni la Mala Díaz ni Santa Susana, pero también: ni Pedro el Cruel y San Pedro Bendito. En las guerras civiles no se dirime la bondad o maldad de los contendientes, sino su capacidad para ganarlas sin sobrepasar, claro está, ciertos límites. La capacidad de Díaz para vencer y, sobre todo, para convencer, cohesionar e ilusionar a su partido parece superior a la de Sánchez, pero en realidad nadie lo sabe. Y solo hay una manera de saberlo.