A mitad de camino entre la crónica, el dietario, la introspección y el ensayo, en ‘Volver a dónde’ hay dos tiempos que Antonio Muñoz Molina alterna con eficacia: uno es el informativo sobre la pandemia y el otro es el tiempo interior del narrador.

Cronista a un tiempo de sí mismo y de la actualidad acaparada por la pandemia, ‘Volver a dónde’ es el relato de un hombre que no se deja vencer por el infortunio colectivo, pero que a su vez es muchos hombres: el ciudadano que se compadece de sus compatriotas y de sus vecinos; el intelectual que se indigna con la incuria de los políticos; el que ruge contra los señoritos gamberros que se saltan las normas contra el virus; el modesto hortelano que cuida amorosamente su jardín mínimo en la terraza; el atleta aficionado que recorre su barrio de Madrid a pie o en bicicleta; el hijo que habla amorosamente con su madre y alberga sentimientos siempre respetuosos pero a veces incómodos sobre su progenitor; el padre atento pero algo distante; el abuelo embargado por la ternura; el niño y adolescente de su Úbeda natal al que el escritor vuelve una y otra vez en estas páginas.

Lo que intentó pero no consiguió en ‘El viento de la luna’ lo alcanza con naturalidad de gran narrador en ‘Volver a dónde’, entre cuyas virtudes no sería la menor que en sus páginas el literato Muñoz Molina nunca pierde de vista al ciudadano Antonio ni, huelga decirlo, a aquel remoto Antoñito poco inclinado a ayudar a su padre en el modesto hortal de Úbeda, que el adulto que es hoy rememora con nostalgia e intenta revivir con las pequeñas tomateras que siembra en el balcón de su casa de Madrid.

Tomates y magdalenas

“Mi magdalena mojada en una taza de tila –escribe– es el olor en los dedos de unas hojas de tomate en una noche de verano, a esa hora en que el calor cede y las plantas recién regadas se yerguen, como en un estado de alerta, oscilando apenas en una brisa tenue”.

Escribe Muñoz Molina que Elena Aub, la hija del escritor Max Aub cuya memoria el autor jiennense tanto ha hecho por preservar, nunca regresó del todo del exilio. Tampoco él ha regresado nunca del todo de la Úbeda de su infancia.

En Muñoz Molina hay una obstinada voluntad de exactitud en la descripción de escenas, paisajes, objetos, emociones o personajes, pero su exactitud no es la de las fotografías, ni siquiera la de las mejores fotografías, sino más bien la de los cuadros de Antonio López o la recién fallecida Carmen Laffón: es una precisión que no se limita a copiar la realidad sino que la recrea, la reinventa, la regenera y hasta la convierte en otra cosa mas sin permitirle nunca dejar de ser ella misma. 

Sobresale entre otras la entrada 178 de libro (páginas 255 a 257), que trata de “los tontos del pueblo” y encoge el corazón. En los pueblos de la España de los 60 no estaba mal visto burlarse cruelmente de los discapacitados psíquicos. Lo más probable es que ellos mismos sintieran las crueldades de que eran objeto en mucho menor grado que sus pobres madres, asediadas por el oprobio y la culpa. Al niño Antonio aquellos tontos le daban “una lástima inexpresable, abismal, uno de esos sentimientos que sobrecogen a un niño a tal profundidad que no puede confiarlos a nadie”.

La fidelidad de AMM a lo real está, por un lado, sostenida estilísticamente en una imaginación verbal poderosísima y, por otro, anclada moralmente en una ética cuyos referentes literarios son Montaigne, Cervantes o Galdós: una ética a un tiempo severa y compasiva, intransigente con las embestidas de la maldad cerril e indulgente con los pecados cometidos por la incultura, la tosquedad o la pobreza. 

El pincel y la brocha

De todos esos AMM mencionados el único que desentona, y aun chirría, es el agrio intelectual que se muestra resentido y desdeñoso con los políticos. Es llamativo que en un libro tan matizado y reflexivo en sus juicios Muñoz Molina abandone pincel fino cuando opina sobre “la clase política”. Emulando al Arturo Pérez Reverte de la ofensa y el dicterio, el escritor andaluz amarra con una mano la brocha gorda y con la otra el papel de estraza para pintar bastamente a los políticos. A todos los políticos. No es ya que Muñoz Molina trate mejor a sus tomates que a sus gobernantes: sucede más bien que con las tomateras de su terraza se muestra como un observador refinado, atento y sagaz, mientras que a los políticos alude, siempre muy de pasada, como lo haría un exaltado cegado por la ira. A los tomates los disecciona con el bisturí y a los políticos los descuartiza con un par de hachazos.

Se diría que en tales ocasiones AMM imita él mismo a esos políticos a quienes denigra poniendo selectivamente el foco en determinadas conductas reprobables pero no generalizadas, para a continuación dar implícitamente por sentado que toda la clase política actúa y se comporta siempre así. Los miles de políticos en activo que hay en España no pueden ser como los dibuja AMM, pues de serlo este país se habría ido a pique hace mucho tiempo. Es como si, bruscamente infectado por el virus del populismo que rara vez contamina las páginas, al referirse a la política su pensamiento hubiera sufrido un súbito proceso de simplificación, volviéndose de pronto más basto, más castizo, más de castellano viejo y de cuñado, más de 'al pan, pan y al vino, vino'. 

Si el libro de Muñoz Molina se hubiera extendido cronológicamente hasta el otoño de 2021, habría sido interesante ver cómo interpretaba el autor el hecho de que España encabece el ranking mundial de vacunación, un mérito que necesariamente habría de atribuir a los mismos políticos nacionales, autonómicos o locales contra los que, muy ocasionalmente pero sin matices ni piedad, arremete en las páginas casi siempre magistrales de ‘Volver a dónde’.

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Ficha técnica de 'VOLVER A DÓNDE'

Nº de páginas: 352

Editorial: SEIX BARRAL

Año de edición: 2021

Plaza de edición: BARCELONA

Fecha de lanzamiento: 08/09/2021

Precio: Rústica con solapas, 20.90 €; eBook, 9.99 €