La fecha de la batalla es el 27 de marzo. Para ese día está prevista la celebración del congreso provincial del PP de Sevilla en el que se enfrentarán dos candidaturas: la de la actual presidenta Virginia Pérez, patrocinada por la dirección nacional del partido, y la del alcalde de Carmona, Juan Ávila, que cuenta con el respaldo de la dirección andaluza que lidera el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla.

No es la primera vez que el PP de Sevilla se asemeja a un campo de batalla. Los enfrentamientos en su seno fueron encarnizados en el pasado, cuando el líder indiscutible del partido en Andalucía era Javier Arenas. Su influencia en la organización sevillana sigue siendo significativa, pero las distintas fuentes no se ponen de acuerdo sobre si realmente la está ejerciendo o no.

El ‘caso Arenas’ en el PP andaluz se parece no poco al ‘caso Bono’ en el PSOE de Castilla-La Mancha, en cuyos cenáculos los militantes mejor informados no se ponen de acuerdo sobre si el histórico líder socialista sigue mandando en la sombra o simplemente está retirado.

Una provincia roja

Virginia Pérez es presidenta del partido desde 2017, aunque entonces su victoria fue ajustadísima –solo 24 votos de ventaja– porque también entonces el partido estaba en armas y profundamente dividido.

En todo caso, la situación del partido conservador nunca ha sido cómoda en Sevilla, una provincia donde la hegemonía socialista se ha demostrado imbatible hasta ahora, si bien la Alcaldía de la capital ha venido oscilando entre socialistas y populares.

El candidato patrocinado por la dirección regional, Juan Ávila, no ha tenido inconveniente en reconocer que se presenta tras tener la “autorización” de la secretara general del PP andaluz, Loles López, mano derecha del presidente Moreno en el partido.

Memoria de un funeral truncado

Conviene, por lo demás, recordar que, aunque con muchas más cautelas que otros barones, Juan Manuel Moreno estuvo alineado con la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáénz de Santamaría en el congreso nacional del partido que, tras una enconada pugna, dio finlamente la presidencia a Pablo Casado.

La debacle del partido en Cataluña y los mediocres resultados obtenidos las demás elecciones auguran a Casado un liderazgo inestable. Todo lo contrario que el liderazgo de Moreno, que hoy nadie discute en el partido pero a quien Casado le tenía preparado el funeral la víspera misma de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018, cuando la inesperada suma de las derechas –merced, entre otras cosas, a una altísima abstención de los votantes de izquierdas– lo convertían en el primer presidente conservador de la 'roja' Andalucía.

Los políticos que, como Moreno, han estado a las puertas mismas de la muerte suelen tener buena memoria para recordar agravios del pasado y mejor predisposición para vengarlos en el presente cuando este, como es el caso del presidente andaluz, les ha sido propicio al otorgarles las armas necesarias para desquitarse de quienes los agraviaron.

Todos miran a Egea

Mientras, el presidente del PP de la Región de Murcia, Fernando López Miras, respondía ayer respecto al presunto plan del PP para relegar al presidente de la Junta de Castilla y León y del PP de esta Comunidad, Alfonso Fernández Mañueco. El presidente murciano no cree que el partido quiera atar en corto a los barones.

"Yo no lo siento así y puedo hablar por mi experiencia y por lo que conozco del resto de presidentes autonómicos, con los que tengo una relación muy fluida. Y puedo decirle que todos tenemos una relación muy fluida tanto con Casado como con el secretario general del PP, Teodoro García Egea", ha apuntado.

A Teodoro García Egea se le señala precisamente como muñidor de candidaturas, como la de Virgina Pérez en Sevilla, con las que Génova pretendería "atar en corto" a los barones del partido y afianzar en los territorios una influencia que está muy lejos de tener, sobre todo en aquellos donde el presidente del partido es también el presidente del Gobierno regional.