Pedro Sánchez cita más en los mítines a Susana Díaz desde que su liderazgo en el Partido Socialista se ha vuelto incontestable y su adversaria ha dejado de ser una piedra en su camino o una sombra en su horizonte. Su camino está despejado y el horizonte del partido es inmaculadamente pedrista.

La antigua tensión entre ambos, tan evidente en sus comparecencias conjuntas en el pasado, parece haberse diluido, pero pocos dudan de la determinación de Sánchez de que Díaz no siga dirigiendo el partido en Andalucía. 

‘¿Recuerdas, Susana?’

En el de este miércoles por la tarde en Sevilla –ante unas mil personas tirando por lo alto– al igual que en el de por la mañana en Córdoba, el secretario general y presidente del Gobierno en funciones mencionó en varias ocasiones a la expresidenta andaluza y lo hizo con consideración, aunque sin llegar cariño, evocando los tristes momentos que pasaron juntos en la capilla ardiente de Alfredo Pérez Rubalcaba, recordando que Susana había ganado las elecciones del 2 de diciembre pero las tres derechas le arrebataron la Junta o haciendo votos para que el PSOE recupere muy pronto el poder en Andalucía.

Por supuesto, no dijo, ni nadie esperaba que dijera, que los socialistas vayan a recuperar ese poder de la mano de Susana Díaz. Solo faltaría. Aun así, podía advertirse que entre ambos había desparecido la incomodidad que exhibían en los actos conjuntos del pasado, cuando todavía estaba en el aire quién ganaría a quién o incluso cuando todavía estaba en el aire si Pedro llevaría al PSOE a la cima o al abismo.

La pregunta

De los mil mal contados del mitin de Sevilla se diría que no menos de novecientos se estarían preguntando por el futuro de Díaz. “¿Pero la mata o no la mata, cohone?”. La primera federación socialista de España no puede estar meses y meses con el alma en vilo, sin saber qué será de la secretaria general que eligieron por abrumadora mayoría hace solo dos años. 

Sánchez es ya el ganador indiscutible tras vencer en las primarias y, sobre todo, tras vencer con autoridad en las elecciones generales que han catapultado a un Partido Socialista por el que nadie daba un duro hace solo un año: las credenciales de victoria le sientan bien al presidente.

Luz de gas

El buen trato público que le da a Díaz no indica que ya no quiera matarla, sino que no tiene tanta prisa en hacerlo. Se acabaron las burdas maniobras como la protagonizada por el ministro Ábalos al día siguiente de las elecciones andaluzas mostrándole a Díaz la puerta de salida. No hay que vaciar la cafetera de golpe, sino tacita a tacita.

La victoria tal vez no haya vuelto a Pedro más generoso, pero sí más sosegado, más consciente de que el PSOE andaluz no es la FSM ni Susana Díaz es Tomás Gómez. Cada enemigo reclama su forma particular de morir.

Pedro ya no necesita tener prisa. El 28-A lo ha convertido en el ‘boss’. Ahora puede idear para Susana una muerte lenta, bien planeada, tipo luz de gas, sin ruido, sin sangre, de modo que cuando un día los suyos la encuentren postrada en el lecho funeral puedan decir en voz bajita “qué muerte tan dulce la suya, ¿verdad?, ¡pero si parece dormida!”.

El juicio de Dios

Sánchez cuenta con que, desde el 2 de diciembre, Díaz ya no es la que era y que las pasiones que despertaba en el partido se irán entibiando irremediablemente. Los de Pedro se limitarían a acelerar ese enfriamiento que es ley de vida: “No la matamos nosotros, la mata el pueblo”. Las elecciones tienen mucho de la ordalía medieval: un juicio de Dios según el cual quien las gana está tocado por la mano del Cielo.

La idea de Ferraz parece que es impedir que afines a Díaz sigan ocupando las Diputaciones andaluzas gobernadas por los socialistas. Puede hacerlo, como lo hizo con las listas al Congreso y el Senado, pero una operación de ese calado, que pasaría por encima de concejales y militantes, tiene sus riesgos. Será difícil hacerla sin ruido.

Ciertamente, no es probable que Díaz y los suyos se estuvieran quietos como mártires cristianos conducidos a los leones, pero Pedro tiene audacia para eso y para más. No en vano está tocado por los dioses: lo que en el lenguaje descreído de hoy en día se conoce como ser el puto amo.