Parafraseando medio en broma a aquel falangista que, decepcionado con las políticas de Franco en la posguerra, se quejaba amargamente de que “esto no es lo que soñó José Antonio”, del congreso del PP de Andalucía que comienza hoy en Granada bien podría decirse que no podrá ser lo que soñó Juanma.

El presidente andaluz Juan Manuel Moreno será entronizado este fin de semana por los mismos que le tenían preparado un ataúd hecho a medida el 1 de diciembre de 2018. El hundimiento de la izquierda, la pujanza de Cs y la irrupción de Vox forzaron a los sepultureros a abandonar sus planes.

En aquellas elecciones, Moreno resucitó; lo hizo un poco de carambola, pero pocos dirigentes habrán gestionado mejor que él el golpe de suerte de aquel 2 de diciembre de tres años atrás. Lo lógico es que a estas alturas se hubiera convertido en el ‘puto amo’ del PP andaluz, pero las interferencias del mediocre e inseguro Pablo Casado y su fiero lugarteniente Teodoro García Egea han postergado los planes de Moreno y de su mariscal de campo Elías Bendodo de amarrar ejecutivas afines en todas las provincias.

Aunque será arropado por los presidentes autonómicos del PP, entre los que descuella con luz cegadora la madrileña Isabel Díaz Ayuso, el congreso no será lo que había soñado Moreno porque el audio de Juan Marín ha desestabilizado y puesto fecha de caducidad a la legislatura. El vicepresidente de la Junta dijo que aprobar un presupuesto restrictivo en año electoral era "estúpido", dijo que no había que pactar nada con el PSOE para que éste no pudiera presentarse como un partido útil y dijo también que cuanto más tarde se aprobara la ley de suelo mejor para los intereses electorales de Cs.

En San Telmo no saben muy bien cómo diablos gestionar la gigantesca metedura de pata del vicepresidente. Éste culpa de la filtración del audio al tránsfuga de Cs Fran Hervías, pero el PP andaluz no puede compartir tan gruesa acusación porque señalar a Hervías es señalar a Teodoro García Egea –Génova sí paga traidores– y señalar a éste es señalar a Pablo Casado. 

En Presidencia han decidido aguantar el chaparrón y salir del paso con proclamas tan inverosímiles y vacías de contenido como esta del consejero portavoz Elías Bendodo presumiendo el martes de que nada ha cambiado: “Aviso a navegantes por si alguno hace sus cálculos –dijo el martes–, la vocación sigue siendo agotar la legislatura”.

Mientras, el presidente guarda silencio: uno de esos silencios de la política que a la postre resultan atronadores. Su decisión de ponerse de perfil hasta volverse invisible mientras esté rugiendo la galerna tal vez no haya sido una buena idea: proyecta la imagen de un líder pusilánime, indeciso y sobrepasado por las circunstancias.

Y las circunstancias son que su mandato ha llegado materialmente a su fin y el presidente debe decidir si asume con gallardía ese hecho adverso y convoca elecciones o si prolonga la agonía de la legislatura esperando a ver si su socio de gobierno se recupera. Pero nadie confía ya en que Cs vaya a recuperarse; si tenía alguna posibilidad, Marín la ha dinamitado.

Se dice que hay división en Cs Andalucía, pero nadie acaba de saber muy bien en qué y por qué están divididos. En un partido verdaderamente de centro –y no de aluvión– lo natural sería una división entre el ala izquierda, favorable a pactar con el PSOE, y el ala derecha, inclinada a pactar con el PP.

Pero no parece que en Cs sea así: las divisiones tendrían que más con la disyuntiva Juan Marín sí/Juan Marín no o con qué hacer con el partido en el futuro, si acudir a las elecciones en solitario, si aliarse en una misma marca electoral con el PP o si afiliarse en éste, ya sea en masa o uno a uno.

El otro lío que ensombrece el congreso de Moreno es el agrio contencioso entre Isabel Díaz Ayuso/Miguel Ángel Rodríguez y Pablo Casado/Teodoro García Egea a propósito de quién preside el PP de Madrid. La pugna entre ambos tándem está acortando –¡todavía más!– la estatura política de Casado.

Como es costumbre en él (no me llames, Juanma, llámame Tancredo), Moreno se ha puesto de perfil y ello a pesar de que su alineamiento natural debería ser con Ayuso, que a fin de cuentas solo pretende que sea normal en el partido lo que ya es normal en la calle: que la líder del partido presida el partido.

Al presidente Moreno la batalla de Madrid le queda lejos, sí, pero no tanto como para que, si los contendientes no son capaces de firmar una tregua, la contienda no acabe perjudicando los intereses electorales del PP andaluz.