El título de este artículo no hace referencia a la guerra que a finales del siglo XV enfrentó a los Lancaster y a los York por el trono de Inglaterra. Tiene que ver con el nombre que comparten dos mujeres que han seguido dos caminos diferentes, que no guardan relación la una con la otra, pero que sí están vinculadas a cuestiones de la vida política española, en particular tras las elecciones del domingo día 22. La divergencia de itinerarios políticos entre ellas consiste en que una se ha alejado de su partido originario, el PSOE, mientras que la otra se ha acercado al mismo partido, contra el que hizo oposición dura en el Congreso de los Diputados y al que dificultó algunas actuaciones en la capital de la que era alcaldesa. La primera es Rosa Díez, dirigente de esa nueva formación que es Unión, Progreso y Democracia, y la segunda Rosa Aguilar, ex dirigente de IU y ex alcaldesa de Córdoba, hasta que de la noche a la mañana dio el salto a una Consejería de la Junta de Andalucía y luego a un ministerio.

Rosa Díez, en una entrevista en el diario El País el pasado miércoles, parecía no haberse enterado aún de que eran elecciones municipales y autonómicas las que se habían celebrado, puesto que afirmaba que el objetivo de su partido era reformar la Ley Electoral y recuperar ciertas competencias para el Estado, y cuando la periodista le hacía ver que ninguna de las dos cuestiones se decidía ni en ayuntamientos ni en comunidades ella insistía: “Quien quiera hablar con nosotros sabe que tiene que contestarnos algo a eso”. A continuación resultaba curioso que no tuviera opinión sobre la política del PP en Madrid, y se limitara a señalar que su partido estaría en la oposición, si bien era incapaz de concretar en qué cuestiones iban a mantener una posición crítica, pero aún iba más lejos al decir que su oposición no tendría “marchamo ideológico”, porque su pretensión era coger lo mejor de la derecha y de la izquierda. Eso se llama sincretismo. A pesar de tanta indefinición, sí era capaz de señalar de manera rotunda que el culpable de que Bildu estuviera en las instituciones era de Zapatero, que habría utilizado al propio Tribunal Constitucional para sus fines políticos. La entrevista, en fin, ponía de manifiesto la inconsistencia ideológica de la protagonista, a la que sin embargo nunca se le escucha una autocrítica sobre su pasado socialista y su vinculación a un gobierno de coalición con el PNV. Al parecer no solo ha perdido la ideología, también ha olvidado su propia historia.

A Rosa Aguilar la hemos visto hacer campaña en Córdoba a favor de la candidatura socialista, incluso ha participado en algún acto en pueblos de la provincia para apoyar a los candidatos de esa formación y el día de las elecciones pudimos ver su fotografía al tiempo que mostraba la papeleta que iba a introducir en la urna. Los resultados en la capital cordobesa han sido un desastre para el PSOE, también para IU, cuyo candidato ha señalado que en aquellos barrios donde su formación tenía más apoyo el voto se ha desplazado a favor del populista Rafael Gómez. Ha quedado claro cuál era el voto que arrastraba Rosa Aguilar, el que capta el populismo, y se ha puesto en evidencia que de ninguna manera ha atraído el de izquierdas para la formación que ahora defiende. Entiendo que es el momento de que quienes la llamaron para formar gobierno, primero Griñán y luego Zapatero, expliquen, al menos a los militantes de su partido, dónde estaba la rentabilidad de aquella operación que se presentó a la opinión pública como una manera de acercarse al votante de izquierdas, porque no cabe otra interpretación del fichaje, pues tengo la certeza de que entre los militantes socialistas hay bastantes personas con capacidad suficiente para desempeñar las funciones para las que fue llamada Rosa Aguilar. Claro que también habría que preguntarse por qué cuando la entonces alcaldesa de Córdoba le dio su voto en 2008 a una senadora socialista, esta no tuviera una respuesta adecuada a ese ejercicio propagandístico que se hacía la hoy ministra de Medio Ambiente. Pero estoy seguro de que nadie dará ninguna explicación sobre esa operación destinada a captar un voto que el 22 de mayo no apareció por ninguna parte.