Las razones aducidas por Ciudadanos para sostener, en contra de toda evidencia, que nunca han pactado nada con Vox se acercan peligrosamente al ridículo.

El argumento esgrimido este miércoles por su portavoz parlamentario, Sergio Romero, parece salido del mismo molde utilizado en noviembre pasado por la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, cuando, para perplejidad de los periodistas que cubrían su rueda de prensa, aseguró que el presidente Pedro Sánchez nunca había visto delito de rebelión en Cataluña, sino que quien había visto tal delito había sido el secretario general Pedro Sánchez, cuando todavía no era presidente.

Seguro que la célebre respuesta de Calvo no figura entre aquellas de las que la vicepresidenta se siente más orgullosa. Y lo mismo debería ocurrirle a Romero, quien esta mañana en rueda de prensa ha defendido que el acuerdo presupuestario firmado en junio pasado fue entre el Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos, por una parte, y Vox por otra, pero en ningún caso entre los dos partidos coaligados y la formación ultra.

Salía así Sergio Romero al paso no ya de los reproches de la oposición, sino de la chufla del propio firmante ultra, Alejandro Hernández, que hoy ha atribuido a “un lapsus” del líder naranja Juan Marín la contumaz negación de dicho acuerdo. “No fue un acuerdo de Cs con Vox, sino del Ejecutivo autonómico con esa formación”, ha defendido voluntariosamente el diputado.

Por lo demás, el portavoz hizo una defensa de los Presupuestos del nuevo Gobierno que en algún momento rozó lo hiperbólico: “Marcan –dijo literalmente– un antes y un después en la historia de Andalucía”. Peligroso oficio el de político: un mal día puede arruinar la reputación de toda una vida.