Fue una noche difícil para Rajoy. No tanto como aquella de 2008 en que perdió ante Zapatero unas elecciones que creía ganadas, pero lo suficiente como para que la foto del balcón de Génova desvelara algunos síntomas de la procesión que llevaba por dentro el presidente. La noche del 20D habría allí como diez personas, tal vez doce, todos ellos profesionales de la política. ¿Todos? No, todos no, todos menos uno.Acompañaban al presidente en esa noche de confusa victoria su vicepresidenta, su secretaria general, su Javier Arenas… todos ellos gente bregada en muchas y muy cruentas batallas políticas, todos ellos conscientes de que esa noche tocaba sonreír, reír si hacía falta, echarse unas carcajadas a poder ser: todo el partido sabía que esa victoria había sido un desastre pero era preciso simular lo contrario. Es uno de los más penosos deberes del duro oficio de la política: reír cuando lo que quieres es llorar, abrazar cuando lo que quieres en matar, dar muchos saltitos en un balcón cuando lo que el cuerpo te pide es dar uno solo y directamente al vacío: aunque solo fuera por ese esfuerzo sobrehumano que tantas veces se ven obligados a hacer, deberíamos mostrarnos más indulgentes con los pobres políticos.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]UNA LUZ EN EL BALCÓN[/cita]Santamaría, Arenas, Maroto, Cospedal, Maíllo, todos estuvieron a la altura: sonrisa helada pero sonrisa. Quien no estuvo a la altura fue Elvira Fernández ‘Viri’, la mujer de Rajoy cuyo gesto de tristeza iluminaba con una luz inversa todo el balcón de Génova. Ella fue la única que dio al mundo una pista inequívoca de la procesión de amargura y desconcierto que bullía en el pecho del presidente.Solo la cara de ‘Viri’ decía la decía la verdad. En términos morales solo ella estuvo a la altura, aunque en términos políticos la aventajaran claramente los demás. El penoso deber del disimulo que atenazaba a sus acompañantes no iba con la esposa de Rajoy: para ella era un día triste porque a alguien a quien sin duda ama sin reservas no le habían ido nada bien las cosas aunque pareciera lo contrario. El noble rostro sereno y doliente de Elvira Fernández revelaba que su marido se había sincerado con ella esa noche: 'Viri', no volveré a ser presidente; o si lo soy será por poco tiempo; o si es por mucho tiempo será un infierno; o si… Detente, Mariano, que lo he entendido.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]BUEN MARIDO PERO MAL PRESIDENTE[/cita]Es arriesgado comparecer con aficionados en un momento así. Un campo de batalla es un campo de batalla, aunque se desarrolle en un balcón y tenga el formato de celebración de una victoria. Los aficionados, como ‘Viri’, mejor en casa. No puedes fiarte de ellos. Los pierdes un momento de vista y con capaces de echarse a llorar. O de poner todo el tiempo cara de estar a punto de hacerlo.Pero lo que a veces puedes rechazar como profesional no tienes más remedio que aceptarlo como cónyuge: si tu mujer te dice que quiere estar ahí, tiene derecho a estarlo y tú no puedes decirle que no en tanto que marido, aunque deberías impedírselo en tanto que presidente. Conclusión, pues: Mariano Rajoy es un buen marido, pero un mal presidente; un político que personalmente no nos ha dicho la verdad aunque esta vez no haya podido ocultarla porque el rostro compungido de su esposa nos la ha revelado. En ese sentido, y solo en ese, ‘Viri’ estuvo todo el tiempo en ese balcón de Génova traicionando al presidente a la vista de todo el mundo.