No, a pesar de lo que el título pueda sugerir, no voy a hablar de Luis Cernuda, ni de su poesía, entre otras cosas porque si bien podría coincidir con su concepto de realidad en la obra (y en el poema) de título coincidente con el de este artículo, no es así en el caso del otro término del enunciado, el deseo. En realidad me planteo esos dos conceptos a la vista de cómo se desarrollan los acontecimientos políticos de cara a los próximos comicios en Andalucía.

Realidad es que en el congreso socialista ganó la opción que contenía mayores dosis de representación del aparato del partido, así como que Rubalcaba representaba en su persona la gran derrota del mes de noviembre, que sin duda no es achacable solo a él, pero resulta difícil imaginar que los ciudadanos puedan volver a confiar en términos de mayoría en quien ha encabezado los peores resultados del Partido Socialista desde 1977. También forma parte de la realidad que el presidente Griñán no ha visto reforzada su imagen tras las jornadas de Sevilla, e incluso al día de hoy se pueden leer entre líneas algunas diferencias entre él y los nuevos dirigentes. Así, hace unos días, Elena Valenciano decía que el Congreso ya era el pasado y que ahora todos eran de Rubalcaba, pero poco después Griñán afirmaba en un acto público que lo más importante era que todos eran socialistas. En mi opinión, no le faltaba razón al presidente andaluz, porque en un socialista debería primar la adscripción a su ideología y a su organización antes que a una persona.

No menos realista es el hecho de que el PP goza de una inercia que juega a su favor, a raíz de los resultados en las elecciones municipales y en las generales, así como que hasta el momento los populares andaluces se dedican más a actos propagandísticos que a presentar propuestas, como han hecho siempre, si bien ahora se sienten obligados a defender las medidas puestas en marcha por el gobierno de Rajoy. Por otro lado, el congreso del pasado fin de semana en Sevilla ha servido: primero, para dejar constancia del inmenso poder de Rajoy en este momento, y segundo para la glorificación de Arenas, presentado como símbolo de ese cambio andaluz tan pregonado.

De acuerdo con ese conjunto de realidades, la racionalidad dice que hay muchas probabilidades de que el PP gane en Andalucía el próximo 25 de marzo. ¿Dónde está el deseo? En que los ciudadanos reflexionen acerca del significado de una victoria de la derecha en Andalucía: primero, porque representaría una correa de transmisión con respecto a la política conservadora puesta en marcha en algunas comunidades y en el gobierno central; segundo, porque no se merece ser presidente de nuestra Comunidad quien formó parte de gobiernos que practicaron una clara discriminación con respecto a Andalucía, y tercero porque se hace necesaria la existencia de algún contrapeso al poder aplastante del PP en toda España.

También forma parte del deseo que los socialistas sean capaces de articular un discurso electoral creíble, donde no falte la autocrítica en relación a los muchos, quizá demasiados, errores cometidos en estos años. Los cuales, por cierto, no han sido de poder absoluto durante treinta años, recordemos que hubo una legislatura donde el PSOE no tuvo mayoría absoluta y la situación se hizo ingobernable gracias al pacto entre PP e IU, y asimismo que ha habido gobiernos de coalición con los andalucistas. No se puede hablar de treinta años de “régimen” como suele afirmar con demagogia la derecha, tanto la política como la de algunos medios de comunicación.