1. Podemos saldrá ganando en la negociación de investidura con el PSOE porque, salvo que sea de una torpeza supina, quien tiene las llaves de Palacio no puede no ganar (siempre, claro está, que no haga el tonto pasándose de listo: caso de la diputada de La Rioja Raquel Romero).

2. Aunque el ruido de las redes sociales sugiera lo contrario, ganar la partida del Gobierno no significa la ganar la partida de la legislatura: lo primero parece importante pero no lo es y lo segundo es importante pero no lo parece.

3. Quienes dicen que el vencedor indiscutible es Podemos porque tendrá varios ministros políticos en el Gobierno habrían dicho lo mismo si hubiera tenido menos ministros pero Iglesias hubiera sido uno de ellos.

4. Medios bien informados de la órbita conservadora publican que el pacto con Podemos desbarata los planes de Sánchez de buscar alianzas con PP y Ciudadanos: o la Moncloa ha engañado a los periodistas o simplemente se engañaba a sí misma.

5. Más verosimilitud tiene que Pedro acariciara la idea, frustrada por la renuncia de Iglesias, de una repetición electoral de la que tendría la culpa todo el mundo menos él. Escenario tan verosímil como ventajista, pero en cualquier caso arriesgadísimo porque la alta participación de abril se vería peligrosamente mermada en detrimento de la izquierda.

6. El país está embarrancado de nuevo en la dinámica de bloques porque Ciudadanos, que nació para romperla e ilusionó a muchos votantes por ello, así lo ha querido. Lo pagará caro; de hecho, ya lo está pagando caro.

7. Pedro Sánchez va a ser un presidente débil: con el Congreso salido del 28-A no podía no serlo. La incógnita de la legislatura es si será capaz de sacar petróleo de esa debilidad, como lo sacó durante la guerra civil socialista.

8. La legislatura empieza con mal pie, pero en política no todo lo que mal empieza mal acaba, como inequívocamente demuestra la biografía de Pedro Sánchez.

9. Al presidente no le será fácil sujetar a los ministros de Podemos, pero menos fácil les será a ellos estar a la altura de lo prometido a sus electores. Sin la colaboración leal entre ambos, a uno le será muy trabajoso lo primero y a los otros imposible lo segundo.

y 10. El entendimiento o al menos la aproximación o simplemente el cese de hostilidades entre ERC y el PSOE –no solo entre ERC y el PSC– puede ser lo mejor que nos suceda a todos desde que la institucionalidad catalana se echó al monte en 2012.

La evidencia. La demonización por la derecha de ese entendimiento con los independentistas es grave, pero no mortal, es decir, no es irreversible. Recuérdese que la derecha española tiene un apretadísimo historial de demonizaciones –ley del divorcio, ley del aborto, ley del tabaco, ley del matrimonio homosexual, negociación con ETA, sentencia del 11-M, fin del terrorismo…– que sistemáticamente decaen cuando regresa al poder.