Vox es con diferencia el partido más patriota de España. La plaza la ocupaba hasta no hace mucho el Partido Popular, pero en solo unos pocos años se ha visto sobrepasado por las huestes de Santiago Abascal, el hombre que, con esos pectorales, esos brazacos y ese cuello de torete bravo, más que el presidente de un partido democrático del siglo XXI parece el jefe de uno de aquellos escuadrones paramilitares de los años 20 y 30 que hicieron de la patria un campo de tiro de pichón.

En España, Vox es el legítimo heredero del fascismo de entreguerras, pero eso no significa que le cuadre del todo el calificativo de fascista. La formación ideada, producida y dirigida por Abascal sí es, en cambio, reaccionaria, integrista, populista, neofranquista, ultranacionalista y, por supuesto, hiperpatriótica. Su proposición de 2020 para reformar la Ley de Partidos Políticos lo dejaba claro: había que ilegalizar a todos aquellos que “promuevan, justifiquen o exculpen el deterioro o destrucción de la soberanía nacional o de la indisoluble unidad de la Nación española”. 

¿Y quiénes forman la Nación española? ¿Los españoles que viven en ella? En absoluto. Abascal la define así: “La nación está formada por los muertos, por los vivos (el pueblo) y por los que van a nacer. Nos ha sido dada en usufructo y se la debemos dar mejorada a los hombres y mujeres de la España por venir”.

Así lo explica el líder ultra en la hagiografía que le escribió Fernando Sánchez Dragó con el título de ‘Santiago Abascal. La España vertebrada’, donde también recalca que un asunto como la independencia de Cataluña no puede ser decidido en referéndum ni por los españoles ni, por supuesto, por los catalanes.

En esto último, los hiperpatriotas catalanes discrepan de sus homólogos españoles. Aquellos sí creen ciegamente que la herramienta idónea para decidir si Cataluña puede independizarse de España es un plebiscito, incluso ganado por un ajustadísimo 51 por ciento y hasta por un solo voto llegado el caso. ¿No es una diferencia demasiado ajustada para decidir algo tan trascendental? No, porque los patriotas atiborrados de patriotismo contabilizan no solo las papeletas físicas del presente, sino las también las papeletas espectrales del pasado y del futuro. Para el nacionalismo cabra, un 50,01 por ciento de votos favorables debe, por vía metafísica, complementarse con los votos emitidos desde ultratumba por Sant Jordi, Santa Eulalia, el abad Oliba o Ramón Berenguer IV.

Vox y el nacionalismo unilateralista catalán comparten una misma inspiración de raíz genuinamente populista, solo que el populismo del primero ha desembocado en esa ferocidad democrática que es la extrema derecha y el del segundo lo ha hecho en un patriotismo civil y en apariencia inocuo pero bajo el que se agazapa una escalofriante indiferencia, cuando no un deletéreo desdén, hacia las minorías.

Aunque menor, el caso del empadronamiento ficticio de Olona ilustra un modo descaradamente ventajista de practicar el patriotismo sin sacrificio ni molestia alguna para la vida de la artista. Dado que al menos desde hace seis meses Abascal había pensado en nombrarla candidata autonómica, la diputada alicantina por Granada, en cumplimiento de la Ley Electoral, podría haber hecho el esfuerzo personal de fijar su residencia efectiva en la ciudad de la Alhambra, justificando la decisión, pongamos por caso, en que así lo requería su acta del Congreso.

Un órgano judicial como es la Junta Electoral, ante la que ha sido recurrido su empadronamiento, decidirá si la triquiñuela de Olona merece un castigo tan severo como su exclusión de la nómina de 109 candidatos de Vox. Para la abogada del Estado que es Olona sería una embarazosa afrenta ser señalada públicamente por haber incumplido la ley que tan bien debería conocer.

Los patriotas desencadenados suelen sentirse legitimados para jugar sucio saltándose la ley. Hoy ya no piensan como sus predecesores de entreguerras, que consideraban perfectamente lícito descerrajarle un tiro o abrirle la cabeza al republicano, al demócrata, al izquierdista o al judío que no era suficientemente español, alemán o italiano, pero su consigna sigue siendo, como antaño, la de Todo por la Patria. 

La patria es en nuestro tiempo mucho más que el último refugio de los canallas: es también el último santuario de los descreídos, el postrero tabernáculo de los apóstatas, la encarnación misma de aquella Nueva Jerusalén cuya exactas dimensiones revelaba el Apocalipsis de Juan. El agrimensor de la patria España es Santiago Abascal y su enviada para tomarle las medidas a Andalucía es Macarena Olona.