Si fuera cierto lo que sostiene Teodoro García Egea de que “el halago debilita”, el recién reelegido presidente del PP de Andalucía sería hoy un líder agonizante. Por fortuna para Juan Manuel Moreno, la máxima del secretario general del PP es puro teatro, apenas una frase para salir del difícil paso en el que él mismo se ha metido actuando como un general secretario sin tener galones suficientes para ello.

El palacio de congresos de Granada donde Pablo Casado clausura hoy el cónclave del PP de Andalucía se ha transfigurado este fin de semana en un gigantesco espá al servicio de un único cliente llamado Juan Manuel Moreno Bonilla, que durante 48 horas ha recibido todo tipo de friegas, masajes y tratamientos cuyos ingredientes básicos eran tres: jabón, jabón y más jabón. El balneario renovaba ayer el mandato de Moreno con un 99 por ciento de los votos que ya hubiera querido para sí cualquier líder comunista búlgaro.

Mal prólogo y peor comienzo

Los prolegómenos congresuales no fueron buenos porque la actualidad gubernamental estuvo acaparada por la filtración de un audio del vicepresidente Juan Marín (Cs) que dinamitaba el discurso institucional de San Telmo al calificar de “estúpido” aprobar unos presupuestos restrictivos en año electoral o sugerir que había que presentar a la oposición unas cuentas tan impresentables que ésta no se atreviera a aprobarlas.

Mal que bien, el caso Marín quedó provisionalmente neutralizado con la dócil participación del líder de Cs en el congreso, donde compartió foro y focos con Elías Bendodo, con quien el líder naranja pareció competir en lealtad personal a Moreno y entrega a la causa del partido azul.

Lo que no hubo, en cambio, manera humana de impedir fue que las intrigas de la corte madrileña interfirieran en las plácidas friegas termales de que era objeto el presidente Moreno, que en su discurso de cierre de ayer se vio obligado a advertir, no sin razón, a Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso –claro está que sin nombrarlos– que se dejaran de una vez de “enredos estériles”, pues el partido ha alcanzado sus mejores logros solo “cuando ha estado unido y no nos hemos distraído en asuntos internos, que ni entienden los ciudadanos ni les importa”.

Para el presidente andaluz es un mal augurio la pelea de gallos que mantienen Ayuso y Casado y que este último interpreta como parte de una operación de gran calado equiparable a la orquestada contra Rajoy en 2008 y dirigida a defenestrarlo como presidente del PP para poner en su lugar a la líder madrileña. Lo que parecía un simple resfriado local amenaza con convertirse en una gripe global que pone en riesgo la salud de todo el partido.

Una euforia justificada

Mientras tanto, Juanma Moreno tenía buenas razones para exhibir la euforia que muestran todas las fotografías de su persona. Por primera vez, sus compañeros del partido lo coronaban con los laureles del liderazgo por méritos propios: en el XIV Congreso, celebrado en 2014, fue elegido presidente gracias al dedazo previo de Sáenz de Santamaría y Rajoy; y en el XV Congreso, celebrado en 2017, volvió a ser elegido, pero aquel 94 por ciento era un porcentaje engañoso: pocos de quienes le votaron entonces creían en él, pero seguía siendo el hombre designado por Soraya y Mariano y ambos continuaban en la Moncloa.

Quien durante varias décadas había sido un burócrata próspero y eficiente pero sin brillo en las covachuelas del Partido Popular se ha convertido en todo un líder merced primero a la carambola que lo llevó a San Telmo en enero de 2019 y después a sus contrastadas habilidades para invertir con acierto y prudencia el ‘gordo’ que le tocó en suerte en aquel lejano diciembre de 2018.

Moreno es hoy un presidente de la Junta de Andalucía bien asentado en el cargo y con muchas opciones de repetir mandato en las siguientes elecciones, que serán bastante antes de lo previsto una vez que Vox le ha retirado un apoyo parlamentario que ha durado casi tres años.

Hábilmente escamoteado a la opinión pública con la anuencia de unos medios que pocas veces califican a Vox de extrema derecha, el pacto de los ultras con Moreno quedó plasmado en una investidura sin contratiempos, tres presupuestos marcados por las rebajas fiscales y significativas –pero no irreparables– cesiones en materia de inmigración, memoria histórica, educación o políticas de género.

Las encuestas le son hoy propicias al PP de Andalucía, pero en todas aparece un nubarrón cargado de electricidad negativa: la pujanza de una ultraderecha sin la cual Moreno no podrá renovar mandato y que esta vez está firmemente decidida a sentarse en el Consejo de Gobierno.

Vox ha llegado a la amarga conclusión de que en esta legislatura no solo ha vendido sus votos a un precio demasiado barato, sino que además sus socios ha tenido la desfachatez de no pagar en tiempo y forma las cantidades pactadas. Si los sondeos aciertan, en la próxima legislatura el precio será mucho más alto y las garantías de cobro estarán mucho mejor amarradas. La izquierda debería ir tomando buena nota de ello.