El título no obedece a la novela de Kunt Hamsun, premio Nobel de Literatura noruego, que amén de uno de los escritores más influyentes del siglo XX, le denostamos por su filo nazismo. Hambre, nace de la conmemoración el 16 de este mes del Día Mundial de la Alimentación, anterior en el calendario al Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.

Los días mundiales obedecen a un calendario de buenos propósitos sobre alguno de los males que nos afligen, organizados por las instituciones internacionales, en los que se ponen los puntos sobre algunas de las íes en las declaraciones de los dignatarios mundiales, y no se obvian un gran número de protestas y manifestaciones para concienciar a la población mundial sobre la situación.

El Día Mundial de la Alimentación es un día cualquiera en el que mueren 10.000 niños por falta de alimentos. Es un día para que se desparramen los ojos de la necesidad sobre los restos de los contenedores de basura. Es el día dónde saltaron la valla que separa Marruecos de Melilla por más de un centenar de sin papeles subsaharianos. Estamos en la fecha dónde se cobran en Grecia más baratos los alimentos que han pasado su día de caducidad. Es otro día dónde se exasperan los voluntarios de los bancos de alimentos para atender a las interminables colas de la penuria.

Graziano da Silva, director de la FAO, más otras distinguidas voces, nos previenen que hay que luchar contra la volatilidad de los precios de los alimentos, a mejorar la transparencia de los mercados de productos comestibles, a la coordinación de las actuaciones mundiales para dar una clara respuesta a la demanda internacional. También la necesidad de proclamar el Derecho a la Alimentación que debe ser garantizado por los organismos internacionales con el apoyo sólido de todos los estados.

Eso es lo que leemos en el lenguaje oficial, que siempre da la respuesta lánguida de los tiempos políticos, frente a la voracidad de los depredadores bancarios y fondos de inversión que han puesto en poco tiempo bajo su control el 60 por ciento de la producción alimenticia mundial, sometiendo los precios a la avaricia de los mercados financieros.

El 10 por ciento de la subida de precios alimenticios en Agosto pasado, deja bajo sospecha las malas artes de los grandes bancos: Goldman Sachs, Morgan Stanley, Barclays, Citibank, Deutschbank, HSBC, JPMorgan. Lo que reciben estos bancos de la máquina de hacer dinero, fondos para canalizar en el tejido productivo, lo dedican a los juegos de comprar la cosecha del futuro, con la transgresora y canalla intención de especular con nuestros estómagos.

“En mi hambre mando yo”, se decía con dignidad social, cuando la canina asolaba España, y nos reíamos con los devoradores Carpanta y Rosáuro. Los tiempos que correr nos acercan a aquellas tragedias que se perdían entre las batallitas de los abuelos. Pero entre lo remediable, está ponerle los cascabeles al gato y sacar del juego de la bolsa, la cesta de la compra. Pero mientras estas líneas se acaban, se muere muchos niños hambrientos y se cierran nuevos tratos mercantiles en la red de hambre de futuro.