Con los resultados de las elecciones del 23J se pueden hacer muchas interpretaciones de la voluntad de la ciudadanía que ha votado. Se habla de bloque de izquierdas y de derechas, pero hay unos partidos que representan a la burguesía de algunas nacionalidades que se oponen a la propuesta del tándem PP-VOX. Quizás sería más correcto hablar de bloque “de progreso” y plurinacional frente al reaccionario nacionalista español. En cualquier caso, parece evidente que PP y VOX constituyen uno, y el resto de partidos, con muchas variantes, se encontrarían en el otro.

Con esos mimbres, sólo hay dos opciones: negociar un gobierno plural o convocar de nuevo elecciones. La segunda opción no creo que sea deseable para ninguno de los partidos que componen el bloque progresista. Seguramente, para los medios y las derechas que no tienen la mayoría para gobernar, sí sea la deseable, ya que podrían conseguirla.

Poner de acuerdo a tantos partidos puede ser una ardua tarea, pero es totalmente necesario para evitar la posibilidad de un gobierno reaccionario con tintes franquistas. El resultado de las negociaciones para la composición de la mesa del Congreso, que se votará en la sesión del 17 de agosto, puede darnos pistas sobre los pactos de gobierno. Pero, suponiendo que se formara el Gobierno plural, cabe cuestionarse muchas cosas:

1- ¿Se continuaría la coalición de la legislatura anterior, cambiando Unidas Podemos por Sumar? En la campaña, parecía que ambos lo veían bien, pero a la hora de negociar, con las presiones de los barones del PSOE, de los poderes fácticos y de buena parte de la prensa, y la pérdida de fuerza de la izquierda, no sabemos cómo sería ese acuerdo.

2- Para que se consiga un acuerdo de todos estos partidos, ¿qué contenidos tendrá tal acuerdo, para que pueda ser apoyado a la vez por Sumar y por Junts o Coalición Canaria?

3- ¿Cómo se garantizará la gobernabilidad continuada, es decir, los acuerdos para la aprobación de leyes? 

Hay que recordar las tensiones para que el gobierno más progresista de la democracia aprobara ciertas leyes en beneficio de la mayoría social y la denuncia continuada del “ruido” interno.

4- ¿Cómo se garantizará el compromiso de todos los partidos para mantener la estabilidad durante toda la legislatura?

5- ¿Cómo mantener ese gobierno con el continuado y más intensivo ataque de poderes económicos, judiciales, mediáticos y religiosos?

La respuesta a estos y otros interrogantes relacionados pasaría, en mi opinión, por tener un proyecto común mínimo de país y de Estado, la defensa del mismo y la confrontación clara con el otro modelo, peligrosamente reaccionario. Dicho proyecto debe tener como eje la defensa y mejora de la Democracia, lo que implicaría acometer legislación pendiente como la relativa a los derechos de expresión y manifestación (derogación de la ley mordaza y la de ofensa a los sentimientos religiosos, y de ofensa a la corona); aprobar medidas para impedir la intervención partidista y la dictadura del poder judicial (no elegido por el pueblo); ley de Medios que evite los monopolios y garantice la pluralidad informativa y unos medios públicos de calidad e independientes; medidas de control y definición del papel de la monarquía, mientras exista; velar por la formación y el comportamiento democrático de las fuerzas de seguridad, castigando los comportamientos no acordes a la función de estos cuerpos…

La otra gran línea de este proyecto no puede ser otra que la plurinacionalidad del Estado, que debe ser asumida con convencimiento por todos los partidos y debe desarrollarse de manera efectiva. Sin olvidar mantener e implementar las medidas legislativas en apoyo de las capas sociales más necesitadas y de la justicia social y el bien común.

Con la correlación actual de fuerzas en el Parlamento, llegar a esto sería darse con un canto en los dientes. Pero mantener y desarrollar las líneas antes expuestas sólo es posible dando la batalla cultural, hoy ganada por la derecha extrema y la extrema derecha. Esta batalla es necesaria y urgente para salvar la democracia, en un país donde la jerarquía de la Iglesia Católica pide descaradamente el voto para PP y VOX, y desde los púlpitos se moviliza a los fieles contra las leyes sobre derechos civiles (muerte digna, LGTBI, aborto, etc.); donde sectas ultras como Hazte Oír, que estarían prohibidas en otros países, marcan la ideología de las derechas; donde los jóvenes  católicos españoles en el encuentro con el papa cantan el Cara al Sol y gritan a micrófonos de radio “que te vote Txapote”; donde estamos acostumbrándonos a las mentiras  y bulos en los medios y en las redes sociales, etc.

En esta batalla, para mantener y desarrollar la democracia, es necesario:

-  Señalar, denunciar y condenar el fascismo en todos los sitios y en todas sus expresiones, sobre todo las franquistas presentes en VOX y en buena parte del PP.

- Denunciar y confrontar los poderes y las instituciones que pretenden gobernar sin haber sido elegidos, tanto económicos como judiciales o religiosos, poniéndolos en el sitio que les corresponde y sin confundirse con el Gobierno y el Estado.

- Trabajar duramente por garantizar una verdadera libertad de prensa, para preservar el derecho constitucional a la información, lo que implica legislar para ello y promover los medios públicos con profesionalidad e independencia.

El eje fundamental de la plurinacionalidad debe ser defendido y reivindicado de manera recurrente, aparecer en los discursos en el parlamento, y verse reflejado, como en los últimos años de gobierno, en los acuerdos legislativos y en el apoyo a la gobernabilidad.

La batalla principal en este ámbito es conseguir la normalización en toda la ciudadanía de la realidad histórica y constitucional de España, frente al falso, rancio y estrecho patriotismo que no llega más allá del reino de Castilla. Acabar con todos los mantras contra el País Vasco y Cataluña va a costar. Para empezar, debe convencerse el propio presidente de Gobierno y buena parte de su partido (valga el reciente artículo del ex fiscal general Eligio Hernández  en la plataforma Canarias en Positivo) y hasta una parte de la izquierda del PSOE.

En este contexto, Sumar tiene que cumplir el papel de Unidas Podemos en los últimos años, propiciando el diálogo con ER y Bildu y con los demás socios de la gobernabilidad, tirando del proyecto plurinacional y convenciendo al PSOE de que hay que desarrollarlo no sólo por aritmética parlamentaria, sino por el progreso y la mejora de la calidad democrática.

Creo que ese gobierno plural podrá mantener los avances en derechos civiles de la última legislatura y quizás legislar algo más.

Pueden también coincidir en planteamientos de garantías democráticas. Pero los partidos de izquierdas tienen la obligación de proponer también continuar mejorando los derechos sociales y laborales de la población, como la defensa y mejora de los servicios públicos, aumento de salarios, pensiones, protección y ayudas, etc.,

Aunque el proceso es complejo, como es necesario tiene que ser posible. Esperemos, por tanto, que tengamos un gobierno plural, con proyecto de país y con una mayoría social que lo exija y defienda.