Como el corazón de Carson McCullers, el corresponsal extranjero es un cazador solitario. Los corresponsales de guerra cazan en manada, mientras que los enviados a países en paz suelen hacerlo en solitario. Al contrario que los periodistas destinados a las trincheras de la actualidad enclavadas en primera línea de fuego, las armas del corresponsal en el extranjero no son la astucia, el sigilo, el atrevimiento, la doblez o la exclusividad de las fuentes.

Periodistas como Raphael Minder, autor de ‘¿Esto es España?’,  operan con herramientas bien distintas y solo en apariencia más modestas: el instinto, la soledad, la paciencia, la prensa local y, muy importante, sentarse sin prisa en las terrazas de los bares y patearse despacio las calles del país con los oídos bien abiertos.

Naturalmente, también le es de mucha utilidad al corresponsal la destreza para convencer a un remoto redactor jefe que vive a miles de kilómetros de que a los lectores internacionales de The New York Times podría interesarles saber por qué los españoles suelen sospechar de algo tan piadoso como la filantropía o cómo fue posible que una multinacional andaluza pasara en apenas quince años de estar en la vanguardia mundial de la ingeniería termosolar a pleitear con sus acreedores en los juzgados de lo mercantil para salvarse de la quiebra.

Elogio de la distancia

Como él mismo recuerda en alguna parte del libro, Raphael Minder (Ginebra, 1971) no es necesariamente mejor periodista que muchos de sus colegas españoles, pero, al contrario que ellos, juega con la ventaja de la distancia personal al abordar los asuntos más espinosos de la actualidad del país.

En todo caso, esa distancia propia de cualquier extranjero es una ventaja circunstancial de la que Minder sabe obtener provecho. Su libro no es una selección de crónicas ya publicadas, ni tampoco una reescritura hábilmente fraudulenta de las mismas, sino más bien una reflexión sobre los hechos que inspiraron esa crónicas, sobre el ejercicio del periodismo y, naturalmente, sobre el propio país donde Raphael lleva una década como corresponsal del primer periódico del planeta.

Obtiene Minder provecho de su distanciamiento de las pasiones indígenas –que tantas veces enturbian el buen periodismo nacional– porque es un hombre meticuloso en su trabajo. Por eso este libro también es, a su manera, un buen manual de periodismo: buen manual porque el autor da aquí y allá ciertas pistas de cómo desempeña su trabajo y buen manual porque no pretende serlo.

El esfuerzo de ser imparcial

A los pintores que en los siglos XVIII o XIX se dedicaban profesionalmente a copiar bellos edificios y monumentos no se les exigía que fueran creativos, imaginativos y mucho menos geniales: solo simples observadores que se esforzaran en ser imparciales. Lo mismo debe exigirse al periodismo.

No es que el mejor periodismo español no se esfuerce en decir la verdad del modo más fiel posible, sino que demasiadas veces la dice como advertía el poeta y pintor William Blake que nunca debe decirse “Una verdad que es dicha con mala intención le gana a todas las mentiras que se te puedan ocurrir”.

Demasiados buenos periodistas en España se han echado a perder por anteponer la instrumentalización de la verdad a la verdad misma. Les ha ocurrido lo mismo, por cierto, a no pocos activistas del movimiento memorialista, cuyo justo, sincero y generoso combate para obligar al Estado a dignificar y recuperar los restos de quienes fueron asesinados por el bando vencedor de la Guerra Civil se ve demasiadas veces ensombrecido por la pulsión victimista de ofender a la derecha democrática diciéndole verdades “con mala intención” o golpeándole la cabeza con el asta de la bandera republicana.

“La historia debería enseñarse no para culpar a nadie, sino para aprender del pasado”, escribe bienintencionadamente Minder a propósito de la impotencia de la institucionalidad española “para educar a sus hijos sobre cómo una guerra civil dividió al país es dos mitades”.

La primera parte de ‘¿Esto es España?’ se centra en la política, la segunda en la economía y la tercera en ese cajón de sastre que los diarios etiquetan como sociedad. Los asuntos tratados por el autor son muy variados, pero en la elección de todos ellos late el propósito de que operen como las piezas de un modesto puzle que el lector pueda armar en su memoria una vez concluida la lectura del volumen.

El de Minder es un buen libro porque enfoca los temas y los personajes nacionales con más ecuanimidad y nitidez que sus colegas españoles; porque consulta todas las fuentes disponibles que puedan aportar algo al asunto que investiga; y porque no tiene especial empeño en identificar quiénes son los buenos y quiénes los malos, sino que se limita a poner sus averiguaciones a disposición del lector para que este decida quién es bueno, quién malo y quién entreverado.

Políticos y jueces –Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Baltasar Garzón– tienen sus luces y sus sombras; responsables de las finanzas públicas o presidentes de ciertas cajas de ahorro solo arrojan sombras.

Bocetos a lápiz

Minder ve cosas de nosotros que nosotros no vemos no porque tales cosas sean poco visibles, sino justo por lo contrario, porque son demasiado visibles, al modo de aquella carta que cierto personaje de Edgar Allan Poe escondía colocándola en el lugar más visible del salón.

Algunos de los rápidos bocetos que, en muy contadas ocasiones, Minder traza de los líderes políticos son particularmente sugerentes. Y fiables, porque el lector advierte que no están dictados por el interés, la ideología o la pasión, sino que son fruto de la observación.

El retrato del vicepresidente del Gobierno es certero; no es complaciente pero en absoluto resulta áspero o irrespetuoso: “Al volver la vista atrás, me da la sensación de que Iglesias ha demostrado ser un buen orador y un candidato carismático a la vez que un líder de partido flojo y un negociador deficiente, menos abierto a otros de lo que se sugirió a mí y asimismo cada vez más alejado de las clases populares que quiso representar”.

Identificar a Iglesias como un “negociador deficiente” revela a Minder como un observador no solo atento, sino también original. Demuestra el cronista esa misma originalidad narrativa cuando define la salida de Bankia a Bolsa, en el verano de 2011, como “el último acto de bravuconería” del sistema financiero antes de la bancarrota que habría de obligar al presidente Mariano Rajoy a solicitar el rescate (y, a renglón seguido, a negar que lo había solicitado: 'España y yo somos así, señora').

De Vox, el periodista emite como de pasada un enunciado que los oídos ultras habrán escuchado con regocijo y las derechas conservadoras deberían escuchar con alarma: Vox "trajo a la política nacional un nivel de xenofobia, misognia y ultrnacionalismo que jamás había visto desde mi llegada a España".

Homenaje a Cataluña

Sobre el conflicto catalán, Minder ya publicó en inglés un libro que no llegó a encontrar editor en castellano. En este nuevo volumen el autor vuelve sobre el ‘procés’. Sus juicios no son novedosos –es imposible que lo sean en un asunto que ha hecho fluir Orinocos de tinta–, pero no deberíamos echar en saco roto este consejo del periodista:

“Aun así, pienso igualmente que los cimientos de ese amor por España deberían ser unos sentimientos positivos, en lugar de ser una reacción contra el nacionalismo catalán. Nadie debería insultar una bandera ni mostrar falta de respeto a aquellos símbolos que para otros son importantes”.

En el bloque del libro sobre política, el autor dedica tres de los seis capítulos a la cuestión catalana: buena decisión editorial, porque bien puede decirse que no menos de la mitad de toda la política española de estos últimos años la ha ocupado Cataluña.

Minder es consciente de la endiablada envergadura y complejidad del problema. Denuncia los errores de Madrid, no comparte los excesos unilaterales cometidos por el independentismo y hasta le afea los tiros en el pie que se ha disparado a sí mismo, pero entiende, lúcidamente, que “sin intentar al menos comprender el sentir que manifiestan los cientos de miles de catalanes cada 11 de septiembre, es probable que ningún intento de reconciliación entre los pueblos de España llegue a buen puerto”.

 ‘Fiesta’

La segunda mitad del libro se detiene en asuntos como la inmigración, el sistema sanitario, la justicia, las inverosímiles andanzas del Pequeño Nicolás, las fiestas de España o, más sombríamente, la imposibilidad para el periodismo de reparar el buen nombre de quienes, pareciendo culpables y siendo tratados como tales por la prensa, resultan finalmente ser inocentes.

En este bloque del libro el editor ha insertado una cuidada selección de las fotografías que en su día ilustraron algunas de las crónicas mencionadas.

La imagen más sobresaliente la firma la fotoperiodista sevillana Laura León y su protagonista es un fornido costalero. La pose casi militar, el costal cubriéndole la zona superior de la cabeza hasta los ojos, los pectorales poderosos y la musculatura esculpida a golpe de gimnasio proyectan una imagen amenazante del joven, pero solo hasta que uno observa que en su brazo derecho el costalero luce un gran tatuaje de la Virgen sevillana cuyo paso de palio –“un altar de inmenso tamaño”, escribe Minder– sin duda transportará cada Semana Santa por las estrechas callejas del centro de la ciudad.

El tatuaje piadoso contrarresta la feroz musculatura. El tipo no es lo que parece. Algo parecido debe de pensar Minder del país, y tal vez por eso titula su libro con esa pregunta –‘¿Esto es España?’– que parece revelar en aquel mismo que tiene que contestarla una cierta incredulidad ante la información que le transmiten las apariencias.

La mirada de Minder sobre nuestras fiestas complementa de algún modo la nuestra. “El hecho de preservar sus fiestas es en parte lo que confiere a España su arraigado y excepcional sentido de la comunidad”, escribe el periodista, si bien constata con desazón cómo en distintos lugares “las tensiones políticas del presente ensombrecían unos festejos ancestrales”.

Uno de esos lugares es la localidad catalana de Berga, donde se celebra la fiesta religiosa de la Patum, vinculada al Corpus Christie. Su alcaldesa Montserrat Venturós, que profesa la religión del independentismo unilateral, le ha imprimido a la fiesta un giro decididamente político que tal vez agrade a sus votantes más fieles pero que arrebata a la fiesta sus rasgos más propios y genuinos: el carácter inclusivo, la cordialidad, la reafirmación igualitaria de la ciudadanía, el paréntesis ideológico o el olvido de las diferencias de clase.

Recuerda Minder que en su crónica de los sucesos del 1 de octubre de 2017 escribió: “Al caer la noche, ambos bandos cantaban victoria”. Casi tres años y medio después, cabría escribir esto: “Al caer la noche, ambos bandos sabían que ninguno de los dos había ganado”. O incluso esto otro: “Al caer la noche, los más lúcidos de ambos bandos sabían que ninguno de los dos podía ganar”.