Ni sí ni no, sino todo lo contrario. La presidenta andaluza ha inaugurado su regreso de las vacaciones con una entrevista a Europa Press que los suyos y los de enfrente han leído con el mismo anhelo de encontrar en sus palabras alguna pista sobre sus intenciones en relación a un posible adelanto electoral.

Díaz ha frustrado de nuevo sus esperanzas: en sus declaraciones a la agencia de noticias, la presidenta se limita a echar balones fuera, si bien procurando que se note lo menos posible que los echa.

Preguntada sobre la cuestión, Díaz se extiende mucho más sobre las intenciones de la oposición que sobre las suyas propias. Acusa a los demás partidos de estar “en campaña permanente” y de que lo seguirán estando “sean cuando sean las elecciones, cuatro meses antes o cuatro meses después”.

Ventajistas y pardillos

Más que lo que dice expresamente la presidenta, tendría más interés el examen de lo que no dice: de aquello que fácilmente podría decir pero prefiere no decirlo. Díaz, en efecto, no afirma taxativamente que no adelantará las elecciones salvo que medie catástrofe; por supuesto, tampoco dice lo contrario.

Ningún presidente en su lugar lo ha hecho jamás, pues decidir la fecha de las elecciones es mucho más que fijar la fecha de la batalla: es combinar el mejor momento propio con el peor momento ajeno; es aprovechar las circunstancias en su justo término: no tanto como para ser acusado de ventajista, pero no tan poco como para merecer el reproche de pardillo.

La baza de los 80 días

La presidenta andaluza procura, eso sí, cubrirse sigilosamente las espaldas. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, recalcando que en 2015 los partidos de la oposición bloquearon su investidura durante 80 días a la espera de los resultados de las elecciones municipales. Los llamados ‘80 días’ no serían mal argumento para justificar, al menos parcialmente, un adelanto que impediría a la oposición repetir la jugada del aplazamiento de la investidura andaluza hasta conocer el desenlace de las locales.

La literalidad de las palabras de Díaz al ser preguntada por el adelanto electoral es suficientemente ilustrativa de que la presidenta no abre ninguna puerta… pero tampoco la cierra. Frente a quienes desde la oposición ejercen de “profetas de la nada o pitonisos de segunda”, ella y su equipo se limitarán a “seguir trabajando en medidas que cambien y mejoren la vida de los andaluces”.

La baza del andalucismo

¿Pero de qué dependerá su decisión? “Va a depender siempre de los intereses de Andalucía, esa va a ser la única circunstancia que va a condicionar una decisión que afortunadamente gracias al 28F Andalucía se ganó por derecho propio".

¿Alguna pista más? Que las elecciones serán "con acento andaluz, centradas en Andalucía, pensando exclusivamente en los intereses de Andalucía y garantizando que tenga una decisión propia sobre aquello que está en este momento en cuestión".

La insistencia de Díaz en el acento andaluz tal vez obedezca a algo más que a la obligada retórica en estos trances: el argumento andalucista le ayudaría a cubrirse las espaldas en el caso de descartar una coincidencia con las generales que tal vez Pedro Sánchez sí esté buscando.

La baza de los pitonisos

La presidenta sabe que su socio parlamentario Ciudadanos no va a facilitarle las cosas, en el sentido de que no va a regalarle la cobertura argumental que necesitaría para justificar un adelanto electoral o al menos para minimizar los riesgos de hacerlo: como adelantar las elecciones siempre entraña un cierto peligro, Ciudadanos parece haber decidido, con buen criterio, que ese peligro se lo coma en solitario la presidenta, que para eso es la presidenta.

Por lo demás, los dos jugadores restantes, PP e IU/Podemos, también han enseñado sus cartas: el PP viene diciendo desde hace como un año que Díaz adelantaría los comicios, si bien todo el mundo sabe que va de farol pues nada en las cartas de Juanma Moreno justifica tal apuesta. ¿Y qué que no la justifique? A fin de cuentas, el PP siempre ha tenido un importante incentivo para apostar tan alegremente por el adelanto: que en esta partida no se juega nada.

Podemos/IU, por su parte, arriesga todavía menos que la derecha: se limita desde hace meses a repetir que la decisión de Díaz, sea cual sea, siempre obedecerá a su interés personal, no al de Andalucía. La Mala Díaz siempre será la Mala Díaz. Con esa apuesta, Podemos tal vez no gane mucho pero es seguro que acierta: si Díaz adelanta será porque le viene bien y si no adelanta será por lo mismo.

Una decisión solitaria

En cuanto al propio PSOE andaluz, hay división de opiniones pero nadie las tiene todas consigo. Cuando se habla con ellos se muestran cautos. Adelantar tiene riesgos pero no hacerlo también los tiene. Coincidir con las generales puede ser bueno pero también puede no serlo. Un adelanto electoral debe estar suficientemente justificado, arguyen unos; un adelanto electoral de solo unos meses se justifica solo, replican otros.

La presidenta escucha a unos y a otros y medita –sin prisas– una decisión que, en cualquier caso, deberá tomar en solitario. Para eso es la presidenta.