Total que íbamos huyendo de las calores del apocalipsis  (mi altocargo se ha hecho de Vattimo y también prefiere morirse antes de que “todo ocurra”; yo, la verdad, como soy pizca más joven estoy por sacarme entrada de palco para ver si Dios estaba cenando con Trump). Íbamos en busca de la sombra de las acacias que inspiraba a Gabo cuando nos encontramos a un tipo del PP invariablemente enchaquetado y feliz que se nos abrazó, tomad lo que queráis, qué alegría de veros, coño, que parecía feria.

No hubo que preguntar demasiado. El invariablemente enchaquetado llevaba ya tres copazos a la salud de Rivera. Gran político, gran muchacho, gran español. Se le caían las admiraciones y el discurso vino a ser: joder, tíos, que el 28 de abril a la madrugada estábamos muertos, Casado era un cadáver alevín, como esos fiambres en política y en los negocios que se mueren por llegar demasiado pronto.

Y ya sacaron las guadañas en Galicia y hasta Huanma, que el hombre que no se mueve por imperativo moderado, empezó a llamar a Soraya para que le leyera la hoja de ruta. El peor resultado de todos los tiempos, la ruina del siglo. Os juro por mis muertos que iba a renunciar a la excedencia cuando llegaron los pactos y apareció este muchacho con su antisanchismo biliar y le hizo el boca a boca a Casado y le regaló la mitad del mapa de España a cambio de no me acuerdo qué mitad de qué ayuntamiento de ninguna parte.

Total, que en estas entró por la puerta un sanchista de toda la vida con su jefe de gabinete y aquello fue una algarabía. Se abrazaron sin nada que disimular. La próxima es mía, dijo el sanchista en funciones (del Gobierno, quiere decirse), a la salud de Pablo Iglesias, que desde que se hizo el chalé y desde que se empeña en ocupar en el futuro gobierno de imposible coalición la parte alícuota de su resultado electoral restada la cosa Errejón y sumada Irene Montero le viene a salir en la calculadora un tercio de Ministerio de Cultura y Deporte y siete semanas de la subdirección general de Televisión Española. Un pelotazo.

Lo cual que tres rondas después, la unanimidad era tal que no había prisa por formar gobierno ni amenaza por repetir elecciones. Sí un cierto regusto malsano en la recreación de las crisis de Ciudadanos y de Podemos recocidas en su propia salsa y una mención recurrente al otoño, que es más fresquito para ir a votar lo que fuera o fuese menester.

--¡¡¡Un mojón para la nueva política!!!, levantó su copa el invariablemente encorbatado.

--¡¡¡Otro !!! (mojón, se entiende),  levantó la suya el sanchista en funciones de toda la vida.

Y allí los dejamos, en plena eucaristía del bipartidismo, buscando el parking donde pronto habrá refugios climáticos. Afuera el sol de poniente se mostraba implacable aunque a nuestras espaldas alcanzamos a percibir un soniquete cuasi futbolero o similar que provenía del local de copas y que podría transcribirse como Tezanos, Tezanos, oé, oé, oé.  O algo muy parecido.