Opino que quizás es demasiado pronto para escribir sobre el tema, pero estas cosas vienen así: de repente se te ocurre una frase que da inicio a todos los pensamientos que tienes en la cabeza. A lo mejor es demasiado pronto y quizás esta carta no llegue a su término o, a lo mejor, es demasiado pronto pero soy capaz de terminarla sin ahogarme por el camino. 

Hay cosas que recuerdo con tanta nitidez que parece que sucedieron hace dos semanas o incluso ayer. Tengo algunos momentos retenidos en mis pupilas y puedo recurrir a ellos cada vez que quiera, siempre están ahí, esperando aparecer para que los coja, los recuerde e incluso los vuelva a vivir. En este caso solo puedo decir que el 3 de febrero de 2007 era sábado, entraba la luz de mediamañana por la ventana de mi habitación y yo estaba en pijama, tirada en la cama, medio dormida medio despierta. El 3 de febrero de 2007 conocí a mi mejor amigo. Mis padres abrieron las puertas de nuestra casa y de mi habitación para presentarme a mi futuro mejor amigo: una bola de piel, huesos y poco pelo negro, con un tamaño minúsculo. Un ser pequeño pequeño pequeño repleto de calvas, bichillos, con ojos brillantes y chiquitines. Un algo tan ínfimo que cabía en la palma de mi mano. Lo miré, lo abracé y se convirtió en mi mejor amigo mi protegido mi acompañante mi confidente mi familia. Fue todo lo que necesitaba en ese momento y sin él hubiera estado perdida durante los siguientes años. 

Lucas era tan pequeño que ladraba y emitía el sonido de una gallina. Más que un perro parecía un bebé despeluchado incapaz de separarse de cualquier fuente de calor. Los primeros días, en ocasiones, lo miraba extrañada y me preguntaba qué hacía a mi lado a todas horas y por qué perseguía cada paso que daba. Por qué me miraba. Por qué me observaba. Yo no sé qué pensaba él, pero yo simplemente lo miraba y lo quería y lo quería y lo seguía queriendo y cada día y cada semana y cada mes y cada año que pasaba lo quería con más fuerza y sin medida. Lo quería desde que lo depositaron en mi manita el sábado 3 de febrero de 2007: lo quería más que al resto de los adolescentes que veía todos los días y lo quería más que a todos los adultos que tenía a mi alrededor. A Lucas lo quería sin pedirle nada a cambio y aun así me lo daba. Me daba amistad amor cariño ternura compañía y escuchaba cada palabra que salía de mí sin juzgarme. Él solamente estaba ahí, rozándome todo el tiempo y respirando por su naricita y lamiéndome los manos cada vez que me acercaba o jugando con mis pasos. Yo notaba su presencia y notaba esa amistad que nacía de dentro. Lucas fue mi mejor amigo y yo fui su mejor amiga durante dieciséis años. Y lo más importante: pasarán otros dieciséis años y Lucas seguirá siendo mi fiel amigo. 

Al principio sus patitas casi no hacían ruido contra el mármol, no podía saltar al sofá y era imposible pillarlo porque tenía una destreza de otro mundo. Yo lo vigilaba cada mañana y el único pensamiendo que venía a mi cabeza era Luquitas, me has salvado. Porque Lucas me había salvado de mi malestar y de la soledad de ese momento. Mi cabeza empezó a funcionar diferente el día que entró por esa puerta. Tenerlo conmigo fue el golpe de felicidad más importante de esos años, era como sentirme siempre querida y comprendida y en compañía. Era como estar siempre rodeada de amistad y de amor. Los días pasaban y él siempre estaba ahí cerquita, pegando su lomo a mis piernas. Era la base fundamental de mi estado de ánimo, era una energía que se metía dentro de mí, algo que me llenaba por dentro y por fuera y que llenaba mi casa y las calles y los parques y el mundo. Puede que Lucas nos agradezca la vida plena que tuvo, pero yo le debo no haberme sentido sola ni un solo día de estos últimos dieciséis años. 

Desde hace unos días mi Luquitas ya no está y la próxima vez que vuelva a casa de mis padres tampoco estará su cama, sus cuencos, su comida, sus mantas ni sus juguetes. Lo único que quedará de él serán las fotos y todos los recuerdos que voy a escribir en las notas de mi móvil para que nunca se vaya del todo. Llenaré todo de frases y párrafos describiendo sus saltos sus juegos sus carreras su inteligencia y me aferraré a eso y a todo lo que tenga en los álbumes y en Instagram. 

Lucas y yo nunca más nos vamos a ver por aquí y ya nunca más voy a acariciar sus ojeritas ni a rascarle la barriga ni veré cómo mueve el culo a falta de un rabo. Hay una larga lista de cosas que no voy a volver a sentir y muchos sentimientos que no volveré a tener, pero yo lo voy a seguir queriendo toda mi vida por haberme curado por haberme arrancado el sentirme sola por haber arrasado con mi tristeza. Lo voy a querer toda mi vida y aunque ahora solo siento una pena absoluta, pura y total, tuve suerte de coincidir, de conocer y de tener al mejor amigo del mundo. Mejor que cualquer amigo que jamás hubiera imaginado.