Según todos los sondeos, Juan Espadas cosechará los peores resultados del PSOE en Andalucía. El candidato de Pedro Sánchez ha protagonizado una campaña sin músculo y sin ideas, se ha dejado asesorar por un equipo sin visión constructiva ni proyecto, y ha perdido el músculo de la militancia con el que contaba Susana Díaz, absolutamente al margen de los comicios.

A veces ocurre: el que quiere solucionar el problema es el verdadero problema. Un José Luis Rodríguez Zapatero, tropical y mangacortista, quiso mediar entre pasado y presente del socialismo andaluz y lo hizo con desahogo y con “orgullo extraordinario de todos los presidentes y presidentas socialistas en la Junta de Andalucía”. “Estamos orgullos de todas las personas que han liderado Andalucía. Orgullo de Manolo Chaves, de Pepote Rodríguez de la Borbolla, de Griñán… Pasarán a la historia como personas honestas… personalmente. Porque lo son”, añadió. El candidato Juan Espadas, su equipo y buena parte del público se pusieron de pie para aplaudir sus palabras.

De nada ha servido la estrategia del PSOE andaluz durante la primera semana y media de campaña, con dos debates incluidos, en las que han hecho aparecer a su candidato como un ungido. Juanma Moreno le recordó muchas veces a Espadas que él había estado ahí, en el poder, cuando los EREs, cuando la corrupción, cuando las gambas… Juan miraba hacia los lados como si no fuera con él, como si no pisara las ruinas de un socialismo derribado. El de las clientelas, el de la soberbia, el del rodillo. Un partido incómodo en su nuevo rol, que no ha sabido hacer oposición, que no ha sabido renovarse, que se conduce con las tripas, que alberga un corazón de piedra. Que está a años luz de volver a gobernar en Andalucía. Las bienintencionadas, pero aguijoneadas, palabras de Zapatero, han vuelto a remover la memoria.

Desde el hallazgo de Antonio Garrido Santoyo, el intruso cero del mayor caso de corrupción en la historia de España, en el año 2010, Andalucía ha cambiado mucho. Aquel año, la jueza Mercedes Alaya empezó a tirar del hilo de las irregularidades en Mercasevilla y se dio de bruces con el caso ERE, una trama maquinada y ejecutada por los sucesivos gobiernos andaluces del PSOE para garantizar su propio poder a través de un caprichoso reparto de fondos millonarios a cambio de favores y lealtades. En una década se gastaron 679.412.179,09 euros en expedientes fraudulentos, como declaró la sentencia de la Audiencia de Sevilla que condenó a una veintena de ex altos cargos, entre ellos los ex presidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán. También al hermano de Rodríguez de la Borbolla, Ángel Antonio. El PSOE llegaba dopado a cada elección autonómica. Suya era la tierra y el sustento de muchas familias. En sus manos tenían las riendas de muchos hogares, que votaban por pura supervivencia. Son tiempos que pasaron, pero que han dejado huella en el electorado andaluz. Revertir esta realidad sí que ha sido el cambio real, y no la propaganda delirante de Macarena Olona. El cambio real ha sido limpiar San Telmo, limpiar las urnas y limpiar la conciencia política de Andalucía.

Juan Espadas y su equipo de campaña no se han enterado de la película. «No es soberbia la persona, es soberbia la idea», escribió el egabrense Juan Valera. Quizá no hay arrogancia en el candidato socialista, con esa imagen de bonachón, con esa búsqueda de llaneza, pero sí en su lema, en los tuits de sus asesores, en los discursos que les están escribiendo. «Si votamos, ganamos», dice su moto. En el fondo subyace la idea de que Andalucía sigue siendo socialista, y sólo la abstención da riendas a posiciones más conservadoras. Que no es que esta tierra haya decidido libremente ponerse en manos del PP, sino que, por culpa del empedrado, las urnas arrojan una imagen distorsionada de la población. Es de una altivez desmovilizadora, como se verá el domingo. Es tratar a los andaluces con condescendencia. No es pedir el voto, es reclamarlo como propio. No es seducir, es imponer. Conociendo a Miguel Ángel Vázquez, el cocinillas detrás de la campaña de Espadas, poco me sorprende.

El exconsejero sevillano, ahora metido a tuitstar progresista, lleva una legislatura llamando #TeleMoreno a Canal Sur. Es hasta enternecedor leerle algunos tuits tras lo que ha sido, y le gustaría seguir siendo, la cadena pública con el socialismo en el poder. El jefe de campaña ha hecho decir a Espadas que está vetado en Canal Sur y que su falta de prestigio en otras ciudades andaluzas -todas menos Sevilla, vaya- es por culpa de la manipulación televisiva. Bien debería saber Vázquez cómo funcionan las cosas allí dentro, al menos él trabajó allí en una época. Las lecciones de periodismo las da gratis. Para las lecciones de idear campañas le hubiera venido bien recibir clases particulares.

La traca final del equipo de Espadas en cuanto a Canal Sur ha sucedido hoy mismo, a dos días de las elecciones. Javier Ávila, presidente del Comité Intercentros de la Radio y televisión pública de Andalucía, anunciaba una huelga de 24 horas. En tres años de gestión del PP en Andalucía han convocado más huelgas que en treinta años de gestión socialista. «Mi apoyo total a las y los trabajadores de Canal Sur que hoy defienden el futuro de nuestra radio y televisión pública, luchando por el empleo digno de su plantilla, y por el fortalecimiento de un servicio público amenazado por la gestión de Moreno Bonilla», ha escrito Espadas en su Twitter. Se ha parado todo lo que se ha podido, con alguna excepción, por ejemplo, la entrevista de Espadas con Jesús Vigorra en Canal Sur. Esa no se ha peleado. La instrumentalización del derecho a huelga como azote político. Así de elevada es la campaña de Vázquez & Cia.

Según los sondeos, Juan Espadas va a cosechar el peor resultado de la historia de su partido en Andalucía. Su campaña ha hecho menos daño que un pescado en blanco: Se han limitado a decir que Juanma va a pactar con Vox, que va a privatizar los servicios públicos como Isabel Díaz Ayuso y de remate lo de los ERE. Y cambiando incluso de lema sobre la marcha; del «Andalucía quiere más» con el que se presentaron al «Si votamos, ganamos». En los debates su agresividad impidió ver sus propuestas. En los mítines se ha rodeado de miembros de un gobierno que tiene por las nubes los precios de la electricidad y el combustible. Espadas se ha mostrado incómodo en entrevistas y debates y hasta se ha victimizado de una forma burda cuando Moreno ha pasado al ataque. Se han destapado bulos y montajes que, si no han sido ideados por el PSOE, al menos, han encontrado rápida distribución entre sus colaboradores y militantes. Todo un desatino. Con la izquierda deshecha, con el socialismo desmovilizado, con el centro perdido, sólo el PP parece estar capacitado para guiar Andalucía. Y así lo percibe el electorado, según los innumerables sondeos.

Susana Díaz desaparecida y, con ella, un auténtico ejercito de la rosa que se pateaba las calles, los mercados, las plazas y los negocios. Uno a uno. Pedro Sánchez ha querido eliminar el susanismo. No ha querido integrarlo, ni siquiera usarlo al menos en este trance. Mantel limpio. Candidato gris. Futuro incierto. El PSOE de Andalucía se lanza al abismo de la intrascendencia y le quedan cuatro años de reconstrucción política y moral. Cuatro años de dejar de hablar de progreso sin dejar de mirar el pasado.