Las portadas y los titulares de la prensa sevillana y andaluza son ya unánimes: se nos aproxima la mayor catástrofe de suministro de agua que Sevilla y Andalucía han vivido y vivirán en un siglo. Yo personalmente aviso en mis ponencias y apariciones públicas desde hace dos años sobre este hecho. Para ello, no es necesario ser experto, un simple resumen de los hechos es suficiente. Llueve menos, el verano con altas temperaturas se alarga y, por lo tanto, la evaporación del agua es mayor. En cualquier cuenta, cuando sacas más que ingresas un día la cuenta estará vacía. Y esto está pasando.

Llama poderosamente la actitud de los gobernantes de esta tierra. Que yo sepa, desde que estoy en España –ya son casi 30 años– observo muy poco esfuerzo por aumentar las reservas de agua. Tampoco se toman en serio los avisos del calentamiento global. Es obvio que los políticos no son capaces de sumar uno más uno, o no se lo creen. Y me refiero tanto a los políticos del Estado, como a los políticos autonómicos, provinciales y municipales. Les caracteriza una escandalosa incapacidad para afrontar los problemas reales de sus gobernados. ¿Por qué Andalucía con dos costas no es el líder mundial de la desalinización del agua del mar?

La catástrofe que se nos avecina superará con creces los impactos de la pandemia. Sin agua, no hay producción agrícola, baja tremendamente la calidad de vida en los hogares. Las piscinas no podrán aliviar el calor del verano, las fuentes en la ciudad quedarán secas, los jardines privados y públicos se secarán. 

Con restricciones el sector turístico, con un consumo de agua en los hoteles 3 o 4 veces mayor que el de los hogares sevillanos, sufrirá unos impactos que afectan a la línea de flotación de todo el sector turístico de la ciudad. Y estos impactos serán perennes. No se repararán con vacunas desarrolladas en un tiempo récord. El cierre de empresas turísticas va a ser inevitable y con ello un paro y pobreza que afectará una gran parte de la población. 

No tengo más remedio que ser catastrofista para impulsar una actitud consciente y planes de contingencia, la creación de escenarios de futuro a corto y medio plazo. La única salvación serían las lluvias, pero estas no están previstas en las magnitudes que se necesitan. Por ello, sugiero la celebración de una Mesa del Agua del sector turístico para evaluar la situación y las perspectivas a medio plazo, en la que deberían participar todas las entidades sectoriales del Turismo.

(*) Kurt Grötsch es director del Museo del Baile Flamenco.