La causa del 8-M era carne de telediario, no carne de sumario. Este viernes era archivada por la juez Rodríguez-Medel, la voluntariosa instructora en la que tantas esperanzas había depositado la derecha, que ya la imaginaba como una Alaya rediviva que metería en cintura a este PSOE entregado al neocomunismo bolivariano que quiere convertir España en una república arruinada, bananera y, natruralmente, antiespañola.

Esta vez no ha podido ser. Aun así, como Carnicerías Casado tiene servicio integral 7/24, el género que ya no podrá servir al público envuelto en el papel timbrado de la justicia lo servirá a partir de ahora con envoltura digital en sus diarios de cabecera.

Como se apresuró a adelantar ayer el experiodista y portavoz Pablo Montesinos, la causa del 8-M no acaba con su archivo judicial, más bien todo lo contrario: el PP no parará hasta descubrir ‘toda la verdad de lo sucedido’, como no paró ni antes ni después de la sentencia del 11-M por no decir esta lo que tenía que decir. La consigna entonces y ahora es la misma: leña al mono hasta que hable inglés; y si no llega a hablarlo, da igual: la retransmisión por tierra, mar y aire de la leña de los pedagogos y de los aullidos del mono también nos vale.

Aunque la juez sostenga la contrario, lo que escribió días atrás Pablo Casado en Twitter sigue valiendo: “En un informe demoledor ­-afirmaba el presidente del PP-, el forense del 8-M señala que ‘la hecatombe se veía venir’, que el Gobierno subestimó la gravedad del Covid, y que actuó tarde y mal. Afirma que justo después de las manifestaciones la situación ya era dramática. Lo sabían”.

Así pues, el vacío dejado por el sobreseimiento provisional del caso demandará nuevos y sostenidos esfuerzos de sus promotores políticos para mantener en lo alto de mástil nacional la bandera gigante del ‘Lo sabían’: la misma que enarbolaron briosamente los guardias civiles en su atestado preliminar y el forense en su informe pericial, redactados ambos más con el tono narrativo y el criterio profesional del OK Diario que con el rigor y la asepsia exigibles a funcionarios del Estado en cuyas manos estaba el buen nombre del Gobierno y la honorabilidad de un ciudadano investigado por la justicia.

Cegada provisionalmente la vía judicial, las vías política y mediática mantendrán viva a toda costa la legitimidad de la idea de que el Gobierno no prohibió las manifestaciones feministas del 8 de Mayo por puro sectarismo ideológico: valía la pena correr el riesgo de contagiar a ministras y dirigentes feministas de todo el país con tal de llenar las calles de las consignas igualitarias que tanto escuecen al facherío.

El sentido común dice que esa tesis es un sinsentido, pero millones de personas la creen. La creían antes del archivo judicial y la seguirán creyendo después. Sus promotores han hecho de ella la piedra angular que sostiene todo el relato del ‘Ya lo sabían’: no haber prohibido el transporte público, los partidos de fútbol, las misas católicas o los actos de Vox es un reproche que las derechas han dejado fuera del relato porque, de haberlo incluido, este perdería toda su virtualidad ideológica y todo su atractivo político, pues en el peor de los casos tales prohibiciones habrían sido producto de la imprevisión, la impericia o el error, pero no del odio, el sectarismo y la mala fe.