Viajar por la
Sierra de Huelva es como respirar. Todo parece natural, sencillo, conocido. Hay calles que
huelen a jamón y lo mejor es que no es ni una metáfora ni una exageración. Hay pueblos con calles
blanquísimas en la que la herencia mudéjar palpita mientras que sólidos castillos castellanos nos cuentan la eterna historia de vencedores y vencidos. Hay
dehesas de postal en la que perezosos cerdos negros no hacen otra cosa que dormitar al sol ajenos a su conocido destino. Hay
setas escondidas bajo cada castaño, cada encina, a poco que llega el otoño y caen las primeras lluvias. Hay
cuevas llenas de maravillas y
peñas con nombres de humanistas y
casinos de café lento y copa larga siempre con vistas a la plaza. Más que cualquier otra cosa, hay razones para
viajar. Incluso para quedarse.No debemos, por tanto, apresurarnos, porque nos adentramos en un territorio enorme y lleno de contrastes. El parque natural de la
Sierra de Aracena y Picos de Aroche ocupa casi 200.000 hectáreas y en su interior encontramos 28 pueblos, todos ellos con plazas tranquilas, gastronomía única y muchas historias que contar. La ruta, ya se inicie desde Huelva, desde Sevilla o desde la vecina Extremadura, tiene a
Aracena como epicentro no sólo físico. A pesar de la acusada personalidad de las localidades cercanas, la
belleza interior –como afirma la publicidad- de esta localidad ejerce un influjo irresistible. Hábilmente, y como marcan los cánones del marketing turístico contemporáneo, el viajero puede elegir su experiencia:
la ruta del agua, que nos lleva de fuente en fuente y de lavadero en lavadero al corazón de un casco histórico declarado Bien de Interés Cultural; la
ruta de los museos, en la que el arte de curar el jamón convive sin conflicto aparente con el arte contemporáneo al aire libre que salpica las calles más céntricas; la
ruta del patrimonio, con el espectacular castillo y las muchas iglesias mudéjares como protagonistas y, por último, la ruta de
Aníbal González, en la que seguiremos los pasos del arquitecto sevillano a través de alguna de
los edificios modernistas más notables del pueblo. Pero lo ideal es
mezclarlo todo y comenzar a andar.Es justo lo que hacemos tras dejar el coche aparcado en las calles cercanas al coqueto
lavadero público que, construido, no podía ser de otra manera, por Aníbal González, supone una suerte de cruce de caminos. Al frente, se recorta el
castillo-fortaleza, levantado en el siglo XIII como fortaleza defensiva musulmana, al que podemos llegar tras un breve y empinado paseo y que ofrece increíbles vistas de la sierra. A mano derecha, subiendo por una calle blanca llena de turistas, naranjos y tiendas de souvenirs, la antesala de la
Gruta de las Maravillas –otra vez, Aníbal González- nos espera.

Interior de la Cueva de Aracena. // C. GÓMEZ FLORES
Desde que abrió sus puertas en
1914 –el año pasado se celebró su centenario- como primera gruta turística de Europa, decenas de miles de visitantes han recorrido sus 1,2 kilómetros visitables. Tanta gente no puede estar equivocada así que, si no se conoce, es el momento de entrar y ver la Sala de los Mantones de Manila, la Catedral, la Cristalería de Dios o la pared de los Desnudos que, como era de esperar, también recibe nombres algo más obvios. Lo cierto es que la cueva es preciosa y que, sin duda, merece una visita, siempre guiada y que dura en torno a 50 minutos.
EN LA PLAZASi hemos hecho bien nuestros cálculos, será casi
la hora de comer así que lo mejor es comenzar a andar entre el medio centenar de estatuas del
Museo de Arte Contemporáneo al Aire Libre de Aracena que se reparten entre la plaza de San Pedro y los alrededores de la Gruta de las Maravillas, la Avenida de Huelva, Gran Vía y la Plaza de Santa Lucía. El resultado es desigual pero se agradece la apuesta por la cultura en la calle.Nuestros pasos nos llevan, era inevitable, a la plaza del Marqués de Aracena, donde el
casino de Arias Montano, blanco y geométrico, nos da la bienvenida. A estas alturas, debe resultar evidente quién lo construyó. También lo que vamos a comer. En la terraza del
bar Manzano, mientras los niños juegan al balón en el centro de la plaza, sabemos elegir mucho mejor que nuestros vecinos de mesa: jamón y tentullos, que es así como se conoce a los boletus, es todo lo que pedimos. También todo lo que necesitamos. Eso y unos dulces de la
confitería Rufino, que nos hacen más llevadero el regreso y más intensas las ganas de volver. La Sierra de Huelva apenas se nos ha insinuado.
Cómo organizar el viajeLa Sierra de Huelva es enorme y riquísima en experiencias por lo que en esta postal nos hemos centrado en un recorrido de un día por Aracena. La
web turística de la localidad ofrece información detallada de todas las rutas propuestas así como información de horarios y precios de las atracciones más destacadas como la Gruta de las Maravillas, el Museo del Jamón y el Centro de Interpretación del Parque Natural de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche. Muy aconsejable si se visita la localidad para recolectar setas es informarse e incluso identificarlas correctamente en el
Punto de Información Micológica ubicado en el Museo del Jamón.
¿Cuándo viajar?Viaje recomendado en
cualquier época del año y que ofrecerá sensaciones diferentes a cada momento. El otoño, por la temporada de setas, y el invierno, por las noches frías y la época de matanzas, son especialmente recomendables.
¿Qué comer?Sin duda, cerdo ibérico y productos de la riquísima sierra que lo rodea. En la postal, se pasa por
el bar Manzano, uno de los más conocidos de la localidad y con espectaculares platos de jamón, huevo y setas, pero lo cierto es que se come realmente bien en casi cualquier lugar. Entre los restaurantes,
José Vicente es casi una institución y es difícil que no supere las expectativas con las que se llega a él. Si de dulces se trata, la
confitería Rufino, fundada antes de que se descubriera la Gruta, es una parada obligatoria e imprescindible.
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