¿Quién ganará esta noche: Juan Espadas, Susana Díaz o Luis Ángel Hierro? No es ya que nadie lo sepa, es que nadie se molesta siquiera en aparentar que lo sabe, salvo Espadas y Díaz, que sí dicen saberlo pero, naturalmente, su certeza es parte del guión de todo candidato con opciones de victoria.

Lejos de sus competidores en el mercado imaginario de las apuestas, Hierro, encarnación del ‘sanchismo auténtico’ pero poco apreciado por el 'sanchismo institucional', es el más cauto porque no serlo sería arriesgarse al ridículo; el objetivo del profesor de Economía de la Universidad de Sevilla es impedir que ninguno de los otros dos obtenga más del 50 por ciento de los votos y así forzar una segunda vuelta en la que Espadas y Díaz se verían obligados a llamar con gesto humilde y ojillos menesterosos a las puertas de Hierro.

El alcalde, la expresidenta y el profesor. El favorito, la resucitada y el ‘outsider’. La teoría dice: que el primero, patrocinado de modo calculadamente equívoco por Ferraz, debería ganar hoy, que la segunda debería estar muerta hace mucho tiempo y que el tercero no tiene nada que hacer. Eso dice la ciencia, pero los militantes socialistas le han tomado el gusto a burlar la ciencia.

El cuarto hombre

Si ganan, todos ganan lo mismo: la candidatura socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía, pero si pierden no pierden los tres lo mismo: Susana lo pierde todo, Juan pierde bastante pero no demasiado y Luis Ángel no pierde apenas y queda, como si dijéramos, casi empatado consigo mismo, pero añadiendo a su historial socialista la herida de un fracaso que sería mucho más una medalla que propiamente una herida.

Ahora bien: la particularidad de estas primarias donde casi 46.000 militantes están llamados a votar es que hay en ellas un cuarto candidato invisible, un candidato que técnicamente no lo es, pero a quien todos identifican formando tándem con Juan Espadas. Su nombre es Pedro Sánchez Pérez-Castejón, secretario general pero también general secretario del Partido Socialista e inquilino menguante pero correoso del palacio de la Moncloa.

Sánchez sabe lo que gana si gana Espadas, pero no sabe lo que pierde si el alcalde de Sevilla es derrotado. La victoria del regidor hispalense equivaldría a la batalla de las Navas de Tolosa que despejó el camino para que las huestes cristianas se adentraran sin sobresaltos en el valle del Guadalquivir.

Si el adelantado Espadas gana esta noche, en pocos meses se hará efectiva la Toma de Andalucía, la ansiada reconquista del último reino rebelde al sanchismo: Andalucía, Covadonga inversa, dejará de ser un obstáculo para Pedro el grande.

Saber ganar, saber perder

En caso contrario, ¿una Susana Díaz ungida por las bases de la federación socialista más importante del país sería un problema? Lo sería si –y solo si– ella no supiera ganar y el presidente no supiera perder. Tras las primarias del año 17, ni Pedro supo ganar ni Susana supo perder.

La expresidenta aprendió finalmente a perder, sí, pero solo después de que Sánchez ganara por segunda vez las elecciones generales, en noviembre de 2019. Hay temores bien fundados de que una victoria de Díaz pudiera reproducir la vieja división del partido: a la hora de depositar hoy el voto, tales temores operarán en contra de la expresidenta, que continuaría unos meses más como secretaria general hasta la celebración del congreso regional.

A ello hay que añadir que los efectos de las primarias no son los mismos en unas u otras, ni siquiera cuando sí lo son los porcentajes obtenidos por el ganador y el perdedor. No todo consiste en ganar o perder: Borrell aventajó a Almunia en diez puntos pero su victoria no le sirvió para convertirse en el líder del partido; Sánchez le ganó a Díaz por los mismos diez puntos y de inmediato se convirtió en ‘The Fucking Master of the Universe’.

Afiliados y ciudadanos

Las primarias de verdad, y las de hoy lo son, se desarrollan siempre a ciegas: su resultado es incierto porque los llamados a votar forman un censo que no se deja penetrar por los pronósticos.

El comportamiento electoral de los afiliados socialistas cuando ejercen de afiliados y no de ciudadanos es difícil de predecir, como se ha demostrado en las dos convocatorias de primarias verdaderas que ha tenido –y sufrido– el PSOE: las de 1998 donde Josep Borrell y Joaquín Almunia combatieron a florete como caballeros y las de 2017 donde Susana Díaz y Pedro Sánchez pelearon a mordiscos como malhechores. Almunia y Díaz eran los favoritos pero perdieron.

¿Le sucederá lo mismo a Espadas? ¿Encarnará Susana al Josep del 98 o al Pedro del 17 o más bien se encarnará a sí misma, la Susana del 17 y del 18, política de raza marcada ya para siempre por el estigma del fracaso pero a la que nadie negará la gloria y el derecho a ser condecorada con la roja insignia del coraje?