Cuando aquella soleada mañana de diciembre se dirigió a depositar el voto en su colegio electoral del centro de Málaga, lo último que podía pensar Juan Manuel Moreno es que unas doce horas después los resultados dictaminarían no su funeral sino su resurrección. Por la mañana acudía a votar un cadáver y por la noche celebraba el recuento un resucitado.

El mayor fracaso electoral sufrido por el PP andaluz en toda su historia se convertía en su más importante victoria política. Había una cierta justicia retrospectiva en aquella paradoja: seis años antes, en 2012 con Javier Arenas al frente, el PP había cosechado su mayor victoria electoral pero su más amargo fracaso político.

La cifra de 26 escaños obtenida en aquel cálido diciembre de 2018 era mediocre pero tal eventualidad carecía de relevancia: el hecho trascendental es que, pese al preocupante declive del PP, por primera vez las derechas sumaban más que las izquierdas merced a la irrupción de Vox (12 diputados que nadie previó) y a la pujanza de Cs (21 diputados que Albert Rivera acabaría dilapidando solo once meses después).

En cuanto a la izquierda, tres años después de la debacle aún no se ha recuperado. El resultado de la confluencia Adelante Andalucía (17 escaños hoy escindidos en dos facciones irreconciliables) fue una decepción y el germen de la fractura que se materializaría dos años más tarde, mientras que la deserción de 400.000 votantes que dejó en solo 33 los 47 diputados del Partido Socialista sentenciaron a Susana Díaz.

El 2-D ocurrieron grandes prodigios: aquella legendaria jornada resucitó a Juan Manuel Moreno, cegó a Albert Rivera, propulsó a Santiago Abascal, mató a Susana Díaz e hirió de gravedad a Teresa Rodríguez. Díaz está hoy enterrada sin demasiados honores pero con dignidad en el Senado y Rodríguez bracea para mantenerse a flote en el mar de siglas y tiburones en que se ha convertido la izquierda excomunista.   

Aquel 2-D se alinearon los astros en favor de Moreno, presidente de Andalucía no tanto por méritos propios como por deméritos ajenos. Tres años después, el renacido está más vivo que nunca y bien asentado en el cargo porque, pese a su dependencia parlamentaria de la extrema derecha, ha sabido gobernar no ya sin enfurecer, sino sin ni siquiera irritar ni apenas molestar a los votantes de izquierdas, que según las encuestas han dejado de ser el bloque indiscutiblemente hegemónico que fueron durante cuatro décadas.

En aquel domingo prenavideño de 2018 a Moreno le toco un ‘gordo’ que ha sabido invertir con bastante previsión, alguna doblez y mucha cautela. El 2-D se le apareció la Virgen y, a partir de aquel insospechado milagro, fundó una iglesia de la que hoy es pontífice supremo.

Si Moreno llegó entonces a San Telmo de milagro, según las encuestas hoy disponibles solo un milagro restituirá a los socialistas el tesoro del poder que, por su mala cabeza aunque también por una alienación contraria de los astros, les fue arrebatado en aquella aciaga jornada. En principio, dos milagros en solo cuatro años parecen muchos pero...