Juan Marsé nunca me ha gustado, yo siempre he sido más de Manuel Vázquez Montalbán. Le reconozco su valía literaria, faltaría menos, pero nunca me ha gustado del todo ni sus historias y ni muchos menos su actitud pesebrera (entiéndase pesebre como una actitud vital de muchos intelectuales y artistas dentro del territorio de un grupo editor y comunicacional concreto, de una lógica de Estado muy concreta y de un sentido común excesivamente concreto). Por extensión, tampoco le voy a restar valor al manifiesto que Juan Marsé junto a voces destacadas como Miguel Bosé o Isabel Coixet han firmado poniendo a caldo la manifestación ciudadana, expresada en una consulta, del próximo 1-0. No hace falta restarle valor ni por supuesto dárselo tampoco, porque en el florido listado de firmantes asoman muchas más voces del pesebre, del felipismo rancio a la ceja moderna de ZP.

No voy a ser el gilipollas que diga que Manuel Vázquez Montalbán si estuviera vivo diría esto o aquello. Es de necios decir cosas que no quieres o te da canguelo en boca de un muerto, por muy amigo o compañero que sea. Además yo no conocí a Vázquez Montalbán. Simplemente se le echa de menos. No sólo en esta crisis de identidad de la España Grande y Libre, sino también en esa crisis del pueblo catalán donde tanto le gustaba mezclarse y entender cada vez menos a su gente. Lo que sí creo categóricamente es que Vázquez Montalbán más allá de que hubiera o no firmado ese manifiesto de intelectuales y artistas en contra del 1-0, antes de un manifiesto oportunista (por oportuno, no por nada más) hubiera escrito, firmado y difundido un manifiesto contra la injerencia de EEUU y de los golpistas de la derecha en Venezuela; también hubiera firmado un manifiesto por qué no, contra Donald Trump. Porque puestos a parar el mundo con manifiestos mejor escribir uno contra el mayor peligro que hay sobre el Planeta. Después de escucharlo en la ONU, pocas dudas caben de que cuando ese ser comience a darle al botón rojo más de un problema nos va a sobrevenir.

Mariano Rajoy tendría que estar muy preocupado por la actitud de su jefe Donal Trump. No porque seamos una colonia más de EEUU, aquí los jóvenes disfrutan con la hamburguesa de autor y el regetón de calidad, “no somos Puerto Rico” como escuché el otro día en el Metro de Madrid. Tenemos todavía ese glamour y esos bocachanclas que nos pasean banderas con pollos en las plazas de toros. Spain is diferente. Lo que está claro que  mucho mejor hablar de Cataluña que de EEUU, porque de Venezuela por supuesto ya se habla.

El hijo pródigo del PP, Albert Rivera, que de haber elecciones autonómicas en Catalunya sería absorbido por su padre putativo (PP), se revuelve en sede parlamentaria española y hace lo mismo que la derecha en Venezuela. Ante un proceso electoral donde la derecha va a quedar derrotada se inventan el término de Golpe de Estado. Al final nos habíamos equivocado. No había ido Albert Rivera a Venezuela a enseñar técnicas de resistencia fascista, todo lo contrario, fue allí a pillar algo, a aprender. “Golpe de estado” son palabras que nunca hemos escuchado, más bien las hemos sufrido los pueblos del mundo. La verdad es que el golpe que vamos a recibir cada vez más a menudo y  cada vez más contundente va a ser el de la guerra. Hay que mirar al enemigo de la paz, hay muchos lugares donde mirar, pero hay uno clave, y es Donald Trump y su gobierno. Ellos nos van a llevar de nuevo al ojo del huracán del terror.

Catalunya es la cortina de humo perfecta, vale. A Rajoy le sirve para tapar sus vergüenzas corruptas. La desproporción de su actuación en defensa de la legalidad responde con lo que pasará a partir del 1-0 no solo en Catalunya si no en el resto del Estado. La policía sale para quedarse. Van a mantener un estado de excepción porque la crisis económica vino para quedarse. Van a venir más recortes, más colapsos, más explosiones de empresas grandes (algunas nos darán la sorpresa por navidad para que no nos pongamos tristes). El estado policial es parte de la estrategia que viene, la ultraderechización sin matices del gobierno y su intervención en Catalunya será la tónica a seguir en el futuro. Rajoy necesita a las dos Españas más que nunca, para ser claramente al menos una de ellas (eso cree). Pero sobre todo para que no le tiemble el pulso cuando de nuevo rompa España firmando decretos en contra de la gente, dando más dinero a los ricos y empobreciendo a los trabajadores y las trabajadoras.

Ya os decía, no me gusta mucho Juan Marsé, es cuestión de gustos y ya está. Pero no perdono que la mayor parte de estos intelectuales y artistas se pongan en guardia en contra de una movilización ciudadana y no hayan firmado nunca un manifiesto contra los desahucios o contra la violencia contra la comunidad LGTB. En fin, cada uno y cada una que aguante su vela. Algunos seguiremos remando contracorriente, apoyando que la ciudadanía sea soberana, que se equivoque como quiera, pero libremente, sin imposiciones. Que de tantos listos ya estamos hartos y de tanto experto estamos más que hartos. El derecho a decidir puede ser el derecho a equivocarse. En beneficio de la duda, pueden pensar esto que les digo, tan solo tienen que mirar qué gobierno tenemos en España.

¡Ah! Y no pido un manifiesto en réplica al anterior. Ya sé que no hay nada más español que aquello que salía en los tebeos de “diálogos para besugos”. Una réplica sería similar a eso. Lo que sí pido es que al menos cada uno y cada una nos veamos igual de importantes que los que firman esos manifiestos. Y que en favor del diálogo, la tolerancia, el respeto y en contra del miedo seamos sensatos con nuestra gente y digamos lo que pensamos, con respeto. Así que como diría aquel: Yo, manifiesto…