Veníamos del Mare, un sitiazo, mi altocargo había quedado con otro altocargo de toda la vida (tenían 25 años y ya eran jefes) y allí fueron los afectos que se enredaban con las buenas palabras. Ambos en trance de extinción y toneladas de escepticismo en la timba de la vida. De entrada, la cosa se fue hacia la literatura:

-Tenías que leer a Piglia; el tipo se atreve contra Borges y contra Cortázar, más bien contra los ejércitos de seguidores; atormentado, brutal.

-Cercas tiene altibajos, no me gustó su autopsia sobre Suárez pero el otro día me fascinó un relato autobiográfico de vuelta a su pueblo, a su casa de la infancia: y resultó que cuanto más volvía, cuánto más quería volver, más se alejaba.

-Releí a Trapiello las letras y las armas; una vez le propuse hacer un gran documental sin miedo al miedo de los Hunos y los Otros que decía Unamuno; podría ser el momento de volver a intentarlo.

Pero poco tardó, exactamente dos rondas de crianza, la tarde en meterse en políticas, del tono de:

-Hay una movilización general del susanismo mucho antes de la oficialización del envite; militante a militante, plataforma a plataforma; ahí está sacando lo mejor de su trabajadísima experiencia como fontanera de sí misma. Otra cosa no, pero si hay alguien que conoce el partido es Susana, incluido el partido de las Islas Baleares y no es una metáfora.

-También una guerra incivil entre los votantes y los militantes socialistas. Mientras a los primeros lo que les gustaría es votar a un partido con posibilidades de volver a gobernar, a los muchos militantes lo que les pide el cuerpo, mucho más radical y espoleado por el sanchismo, es hacerse con el control de partido, digan lo que digan las putas encuestas.

-Mientras, corre el tic-tac de la margarita de la sucesión: a) Chiqui, demasiado mayor; b) Montero: mujer contra mujer; c) Dicen que no lo quieren en Moguer, pero en la gestora Mario Jiménez se lo está currando.

Y como este finde toca subida a los altares de Huanma Bonilla, la parte de la sobremesa de los güisquis con agua le correspondió al sedicente partido popular de Andalucía, que no deja de ser un oxímoron con la historia de las heridas secretas (señoritos andaluces/populares). Sale al ruedo Nieto, que no le coge el teléfono al líder Huanma y hay no poco cachondeo con esta mayoría búlgara de sonrisas como cuchillos para un líder al que nadie respeta. Mi altocargo, que tiene varios másteres de vidas paralelas con los jefes de todos los tiempos, se pide la voz: menos risas,  que esta vez pueden ganar que con el peor de los candidatos posibles. Yo que conocí y que quise mucho  a Antoñito Hernández Mancha y a Gabino Puche; yo que conocí y quise menos a Havier Arenas, yo que conocí de mano del mundo Rato (Rodrigo) a Teófila, yo que apenas si he cruzado unas palabras con Zoido, yo digo que ahora es más posible que nunca el vuelco de la historia de la democracia andaluza. Este Bonilla cuyo mérito es no tener méritos, un sosias en pijo de Rajoy tuneado por Soraya y sin cuajo orgánico, se sentará en San Telmo si los sociatas no encuentran el punto de talento necesario para gestionar el afiladísimo trámite de la sucesión de la lideresa..

Promesas de volver a verse más pronto que tarde, emocionado adiós. Mi altocargo y yo nos disponíamos a  sufrir el atraco  del aparcamiento en el centro cuando se le dije: amore, has clavado un “arenas”. ¿Y eso qué es? Me responde, no sin recochineo. Pues dícese en el mundo entendido de la jerga pepera que un “arenas” es una intervención clavada sin vacilar, perfectamente construida, con fuerza argumental y sin mirar un papel. Hay que ver, cari, mi niña, me dio un apretón mi altocargo: lo que sabéis las periodistas listas.