La suma de la abstención, estimada en un 25 por ciento, el voto en blanco de los que no apoyan a ninguno de los candidatos o la papeleta inválida de los millones de indignados franceses que odian a ambos por igual podría ser la opción ganadora en las elecciones de hoy. Tienen todo el derecho del mundo, pero pueden conseguir lo contrario de lo que pretenden y acabar siendo los castigados del sistema contra el que protestan.

Por desgracia para ellos solo hay dos postulantes en esta segunda vuelta, el centrista Macron, al que muchos identifican con las élites a las que aborrecen, y Marine Le Pen, que a pesar de su camuflaje todavía representa a la extrema derecha xenófoba y antieuropea de la que desconfían la mayoría de los franceses.

"Tengo que elegir entre dos enfermedades", responde resignada una mujer a una encuesta realizada por The New York Times, " espero no hacerlo por la peor". "Es una decisión muy difícil" aseguran otros al diario norteamericano. Si se tratara de un sondeo científico es probable, por tanto, que estás respuestas hicieran pensar en esa alta abstención que temen algunos y que resulta de lo más impredecible para quiénes evalúan los datos de esas encuestas previas.

Aunque Le Pen no alcanza ni de lejos el umbral del 50 por ciento en intención de voto que necesitaría para ganar, si la abstención se dispara ese listón estaría tan bajo que incluso Le Pen podría alcanzarlo. Ese es el gran peligro que se cierne hoy sobre Francia y Europa y del que varios diarios franceses alertan al tiempo que llaman a lo indecisos a votar por Macron, entre ellos el izquierdista Liberation.

La desgana y el cabreo desmovilizan a los franceses

No es la primera vez que se produce una situación similar en Francia, con el infausto apellido Le Pen metido  de lleno en la segunda vuelta de las presidenciales. Ocurrió en 2002 y el candidato del Frente Nacional tenía como adversario al conservador Jacques Chirac, acusado de no pocas corruptelas durante su etapa como alcalde de París por las que resultó condenado cuando concluyó su inmunidad presidencial.

Los ciudadanos galos tenían una disyuntiva similar a la actual, pero en aquel momento lo tuvieron muy claro. "Mejor un delincuente que un fascista", llegó a decirse entonces, y millones de personas se manifestaron en la calle contra Jean Marie Le Pen, padre y mentor de Marine.

El resultado fue apabullante. Los 5,6 millones de votos que obtuvo Chirac en la primera vuelta se convirtieron en 25 en la segunda mientras que los 4,8 millones iniciales de Le Pen se quedaron en 5,5 en la ronda definitiva. Un 80 por ciento de los sufragios para el frente republicano contra un 20 para los intolerantes.

Solo han pasado 15 años, pero la diferencia con la situación actual es clamorosa. La movilización ciudadana consiguió entonces que votar a Le Pen fuera algo vergonzante, mientras que esa opción, personificada en su hija, ha encontrado ahora un caldo de cultivo totalmente favorecedor: dos años de terrorismo indiscriminado, resquemor ante la inmigración y una enorme decepción con los políticos que han gobernado en los últimos años permitiendo el descalabro industrial, fomentando leyes laborales dañinas y propiciando el aumento de una flagrante desigualdad.

La marea ciudadana que humilló a Le Pen en 2002 se ha diluido en un tsunami de enfado y desgana que ha desmovilizado a la población. Del millón​ largo de personas que salieron entonces a la calle el primero de mayo para protestar contra Le Pen, 400.000 solo en París, se ha pasado este año a "varios miles" y con los sindicatos divididos sobre cómo hacer frente a su hija y heredera política.

El editorial de Liberation advierte sobre la vergüenza internacional en la que caería la Francia de la Ilustración y los Derechos Humanos, que se vería ridiculizada por  una victoria de la intolerancia y la incompetencia. "Cada abstención, cada voto en blanco y cada papeleta nula, toda voz que le falte a Macron aumentará mecánicamente el porcentaje de los nacionalistas" insiste el diario.

El Editorial de Liberation advierte sobre la vergüenza internacional en la que caería la Francia de la Ilustración y los Derechos Humanos, que se vería ridiculizada por  una victoria de la intolerancia y la incompetencia. "Cada abstención, cada voto en blanco y cada papeleta nula, toda voz que le falte a Macron aumentará mecánicamente el porcentaje de los nacionalistas" insiste el diario.

Sin una alternativa convincente, sin referencias políticas claras y con una peligrosa apatía hacia su propio futuro, los franceses se enfrentan este domingo a una de las jornadas más decisivas de su historia.