La autora irlandesa Edna O'Brien estuvo hace unos días en Madrid presentando este libro, de reciente aparición en lengua inglesa. Cuando vemos sus fotografías actuales, nos parece que se trata de una amable señora madura (tiene 86 años, pero no los aparenta: uno diría que es mucho más joven), cuyo plan más inmediato consiste en ir a tomar el té con un grupo de jubiladas. Y una vez más, como suele ocurrir, las apariencias engañan: Edna O'Brien es una escritora no sólo muy dotada para la narrativa, la descripción y el retrato de los personajes, también es moderna, capaz de construir pasajes que ponen los pelos de punta o emplear algunas palabrotas en boca de sus personajes que jamás hubiéramos imaginado al observarla en las entrevistas que ha concedido en España.

Es difícil contar entero el argumento de Las sillitas rojas (Errata Naturae, 2016) sin desvelar unas cuantas claves de la trama, ya que la novela contiene dos o tres giros argumentales que, aunque no buscan sorprender al lector o atraparlo en una intriga criminal, sí pueden reventarles la lectura a los amantes de las sinopsis. Ella misma ha dicho en las entrevistas que no es partidaria del thriller, aunque quería crear algo con "una tensión considerable". The Little Red Chairs tiene tres partes y sólo se puede o sólo se debe desvelar la primera a grandes rasgos: la llegada de un misterioso extranjero al pueblo irlandés Cloonoila, un hombre que se hace llamar doctor Vladimir Dragan, que ya peina canas en su barba y en su melena, y que en seguida se convierte en ese extraño que resulta magnético para los hombres y atractivo para las mujeres. Y pronto se descubre que Dragan es un lobo con piel de cordero, un diablo, un emisario del mal: un antiguo político, dictador y genocida, muy inspirado en el serbobosnio Radovan Karadžić. Una especie de Drácula (el de Gary Oldman y Francis F. Coppola) cuya apariencia y buenos modales cautivan a los habitantes de la localidad irlandesa. Dragan acaba manteniendo relaciones sexuales con Fidelma McBride, una mujer casada. A partir de esos cruces de caminos es donde la novela empezará a mostrar sus giros, incluido un pasaje brutal, que incomoda y amarga al lector, y que trasladado a una película conformaría una escena gore e insoportable.

Lo que Edna O'Brien se propone con este libro es explorar los caminos del mal y los disfraces del diablo: es decir, de qué manera un sádico asesino logra engañar a otras personas cuando cambia de lugar, de apariencia y de oficio y se dedica a deslumbrar con una pose falsa, fingida. En Las sillitas rojas, en realidad, conviven varias novelas: la novela sobre el forastero que se instala en un pueblecito, la novela sobre la sociedad cerrada y cotilla de la aldea, la novela de los que jamás podrán huir de su pasado, e incluso la novela de cómo alguien se muda de ciudad para tratar de reinventarse. Estos giros y estas derivas, muy propios de la narrativa postmoderna de los autores de entre 20 y 30 años, los ha alumbrado, insisto, una autora ya clásica, próxima a los 90 años: Edna O'Brien está viva, está muy lúcida y en plena forma, y deberíamos celebrarlo.

Mención aparte merece la estupenda traducción de Regina López Muñoz, quien ha tenido que lidiar con la manera de hablar de los extranjeros que pronuncian mal en inglés, y luego trasladar todo eso al castellano, buscando los errores propios de checos, polacos o serbocroatas, entre otros. Un ejemplo del habla de uno de esos personajes secundarios: Una mañana en amanecer llegaron soldados y echaban abajo todas las puertas en la calle, una por una. Nos llamaron mi hermano y mí. Nuestra madre salió corriendo de dormitorio y nos acompañó hasta verja.

¿Cómo escapar de las atrocidades? ¿Cómo enfrentarse al mal tras haber sufrido tanto? ¿Se acaba aceptando el dolor, se perdonan los daños? ¿Deberíamos comprender a quienes nos mintieron sólo porque se amparan en una excusa? Son algunas de las cuestiones que se plantea Edna O'Brien en este libro. Terminemos con unas palabras de la novela: Resulta increíble la cantidad de palabras que existen para decir "hogar", y la música brutal que pueden llegar a desencadenar.