La pasada semana, Ciudadanos presentaba su propuesta para legalizar y regular en España la gestación subrogada, los vientres de alquiler o el parto en diferido. El nombre es lo de menos. La propuesta llegaba justo antes del World Pride de Madrid, lo que le valía a Albert Rivera el derecho para bailar con orgullo el A quién le importa en la cabecera de la marcha junto a Pablo Iglesias.

Sobre la oportunidad o el oportunismo de la medida, no tengo nada que decir. Podrá ser más o menos criticable, pero todo partido tiene derecho a medir sus tiempos como le resulte más provechoso. Y es legítimo que Ciudadanos quiera ganar simpatías y cosechar votos entre el colectivo LGTBI. Aunque sea con una idea que encoleriza a las feministas, pero ahí Ciudadanos ya tenía poco que rascar, gracias a su empeño previo por la custodia compartida o las palabras de alguna de sus diputadas equiparando la Violencia de Género con casos puntuales de Violencia en el ámbito familiar.

De hecho, como comentaba hace unos días alguno en nuestra redacción con varios dedos de frente, incluso estando en contra de la gestación subrogada, había que reconocer el buen trabajo legislativo de Ciudadanos, que por una vez se ha puesto a trabajar, en lugar de limitarse a sostener la corrupción del PP con más cuentos que Calleja o a ofrecer pactos de Estado más vacíos que el Europarlamento en verano.

La propuesta de Ciudadanos exige que las gestantes tengan más de 25 años, buena situación socioeconómica (habrá que ver qué significa eso en un país como éste), que no se pueda cobrar por ello ni repetir más de dos veces... En fin, medidas para evitar el riesgo de explotación en el que se amparan quienes piden que siga siendo ilegal. Una excusa para evitar que cada uno haga lo que quiera con su body que rechina a la lógica, al menos en la mía. En Bangladesh hay niños cosiendo balones y eso no debería impedirme a mí abrir una mercería. Como el hecho de que a alguien le paguen bien por poner ladrillos no es la razón de que los de Deliveroo trabajen como mulas de carga.

Lo fácil es prohibir y lo complicado es legislar. El problema es que a los de Ciudadanos, para una vez que trabajan, se les ha subido a la cabeza. Ahí está el "cuerpo" legislador de Juan Carlos Girauta, la Elle Macpherson del Congreso, que anda insultando y despreciando a todo aquel que le ponga pegas a su ingenio jurídico.

Girauta ha llegado incluso al vomitivo acto de responder a las críticas de Elvira Lindo mandándola a consultar a su marido. Lo que podía haber sido una propuesta razonable y que habría acercado a Ciudadanos a otro sector que no fuera el de amigos del Ibex 35, queda echada por tierra por dos tuits, 280 caracteres.

Se podría acuñar el axioma de dime cómo tuiteas y te diré como gobiernas, para vislumbrar el futuro que nos espera si algún día Girauta llega a ser algo más que un cuerpo bonito y legislador. Porque el problema de ser un político tuitero no es demostrar que eres un bocachancla, de esos hay muchos en la vida pública, si no que se te vean las trazas. Y es que, si bloqueas a todo aquel que te lleva la contraria, estás a la altura de Paquirrín o, peor aún, del alcalde de Alcorcón.