En sus cerca ya de 148 años de historia, desde su fundación, el 2 de mayo de 1879 en Madrid, el PSOE ha vivido momentos muy difíciles, no solo por verse obligado a actuar en la clandestinidad y ser objeto de la represión dictatorial, sino sobre todo a causa de sus tensiones y discusiones internas.

No obstante, desde el final del franquismo y la recuperación de la democracia y la libertad el socialismo español no había vivido una crisis comparable a la actual. Una crisis muy grave y que solo puede hallar una solución correcta si las primarias internas a celebrar en breve para la elección de quien deba ejercer la secretaría del partido no se centran en cuestiones de personalismo y liderazgo sino en unos  abiertos en los que los candidatos presenten propuestas ideológicas, estratégicas.

Deberían ser estos unos debates centrados sobre todo en cuestiones concretas, por ejemplo acerca de la cada vez más necesaria y urgente actualización que una izquierda realista y pragmática –esto es, inequívocamente reformista y por tanto nada utópica, y aun menos revolucionaria o populista-, como corresponde a la socialdemocracia.

De poco o nada van a servir los ataques cruzados sobre el pasado, ni a favor ni en contra de una supuesta o real “vieja guardia” que sin duda alguna no tiene nada de derechista, ni tampoco a favor ni en contra de una pretendida “joven guardia” que tampoco tiene nada de aventurista.

Este más que probable y nada deseable fuego cruzado, advertible ya por parte de casi todas las precandidaturas conocidas hasta ahora, únicamente contribuiría a dañar todavía más la ya demasiado deteriorada unidad interna del partido, sobre todo desde el tan lamentable como vergonzoso espectáculo del comité federal del pasado 1 de octubre en la que Pedro Sánchez se vio obligado a dimitir como secretario general y la comisión gestora presidida por Javier Fernández inició su mandato, que sin duda se ha dilatado en exceso en el tiempo.

El PSOE tiene en sus próximas elecciones primarias internas una gran oportunidad. Tal vez la última, si de verdad quiere recuperar muchos de los centenares de miles de votos perdidos en las convocatorias electorales celebradas estos últimos años.

Unos votos perdidos no solo por las candidaturas encabezadas por Pedro Sánchez sino también, con anterioridad, por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y también por todos o casi todos los dirigentes territoriales, como Susana Díaz y muchos otros que solo han logrado mantenerse en el poder o recuperarlo gracias a pactos postelectorales con otras formaciones políticas, ya sea con Ciudadanos o con Podemos o alguna de sus confluencias, como ha ocurrido asimismo en algunos de los grandes municipios de nuestro país.

Son imprescindibles los debates abiertos y concretos en los que cada candidatura presente su alternativa estratégica y programática sobre el presente y el futuro de la socialdemocracia en nuestro mundo de hoy, definitivamente globalizado y digitalizado, con el riesgo grave de la ruptura del gran pacto social que hizo posible, a mediados del siglo pasado, la extensión en Europa del Estado del bienestar. Esto sí sería “100% PSOE” y “el PSOE del siglo XXI, no el del siglo XX”.