El conocido como TTIP, la Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión por sus siglas en inglés, es el nuevo tratado comercial que están negociando la Unión Europea y los Estados Unidos para abrir sus mercados y eliminar todo tipo de barreras al comercio entre sí. Las negociaciones que comenzaron en julio de 20131, y que aún no se han cerrado, se han desarrollado según muchos bajo un fuerte secretismo lo que ha generado la polémica y su rechazo.

Pero este tipo de acuerdos comerciales a gran escala no son solo una rebaja de trabas burocráticas y aranceles. Son en sí mismos una expresión de diplomacia, fomentan la competencia, producen deslocalizaciones o la aparición y declive de sectores. La firma del TTIP produciría en la economía de la UE un fuerte impacto de consecuencias inciertas.

Los partidarios

La visión que desde Europa dan del Tratado es que “podría impulsar la contribución de la industria al PIB comunitario del 15% al 20% en 2020, al permitir a las empresas europeas, especialmente las pequeñas y medianas, así como las microempresas, entrar en un mercado de 850 millones de consumidores, señalan los eurodiputados”, afirmaron desde la Comisión de Comercio del Parlamento Europeo.

Además, la Unión Europea ya tiene firmados otros tratados, con Estados Unidos como el Acuerdo de Cielos Abiertos entre Europa y EEUU, además de que las barreras económicas entre las dos son muy bajas, como así señaló la Comisión Europea en el primer documento negociador que publicó, si el TTIP llegase a firmarse crearía la mayor zona comercial del mundo.

Pero entonces, ¿por qué tanto revuelo?

Pero el TTIP no sólo fijará una nueva forma de entender las relaciones comerciales, si no que modificará cuestiones tan sensibles como las relaciones materiales, sociales, económicas o laborales, el medioambiente o las cuestiones de salud pública.

Por esto y porque, como en cualquier negociación, se cuelan infinidad de intereses públicos y privados, lo que ha sorprendido a muchos es la falta de debate, información y diálogo público que los gobiernos y grupos involucrados en las negociaciones han creado en torno al tratado.

Las pocas informaciones que llegaban sobre las condiciones del acuerdo han sido, en su mayoría, fruto de filtraciones. La mayor y que ha alentado más aún las movilizaciones en contra del tratado, fue la que realizó Greenpeace Holanda al publicar la mitad del borrador del texto con fecha de abril de 2016.

Tribunales no estatales

Otra de las razones por las que la negociación del TTIP está recibiendo duras críticas es por la posibilidad de que incluya una cláusula de protección de los inversores extranjeros (Investor-State Dispute Settlement) que permitiría a las grandes compañías internacionales reclamar a los Estados compensaciones si sus gobiernos aprueban leyes que afecten a sus beneficios económicos presentes o futuros. Estos tribunales internacionales de arbitraje, que no están constituidos por jueces independientes, tendrán un nivel judicial más alto que los tribunales nacionales.

En este polémico punto, desde la Comisión Europea también se ha intentado calmar los ánimos con nuevas propuestas pero los grupos detractores siguen poniendo este punto como uno de los más criticados.

Un ejemplo de cómo se limitaría el margen para cambiar las políticas que cada país aplica por miedo a demandas multimillonarias por parte de empresa internacionales lo encontramos en el litigio entre la aseguradora sanitaria holandesa Achmea contra el Gobierno de Eslovaquia y donde la compañía ganó 22 millones de euros por supuesto "lucro cesante" cuando este país paralizó el proceso de privatización de la sanidad.

Protestas contra el TTIP - Flickr Greensefa

El principio de precaución

El otro punto más crítico para que el TTIP salga adelante es el que concierne a las regulaciones y limitaciones en cada sector concreto de la economía, las reglas laborales, sindicales y medioambientales.

En la Unión Europea se impone el conocido como principio de precaución, por el cual permite “reaccionar rápidamente ante un posible peligro para la salud humana, animal o vegetal, o para proteger el medio ambiente, incluso, en caso de que los datos científicos no permitan una determinación completa del riesgo”. Algo totalmente distinto ocurre en el mercado americano, donde lo normal es la libertad de comercializar cualquier producto hasta que se prueba sus efectos nocivos.

Esto también ocurre en el caso de la seguridad alimenticia. La Unión Europea tiene una regulación muy extensa sobre este tema. Todo lo contrario ocurre en EEUU donde se ha señalado al TTIP como una forma de eliminar estas tarifas y deberes sobre productos agrícolas industriales o de consumo, especialmente “las barreras no arancelarias que disminuyen las oportunidades de mercado para las exportaciones de Estados Unidos”, según afirmó el congresista norteamericano John Boehner, que considera estas regulaciones “barreras técnicas injustificadas al comercio”

El objetivo de convergencia normativa del TTIP puede poner fin al principio de precaución de la Unión Europea en este aspecto. En concreto, se podrían cambiar las reglas de etiquetado para indicar qué productos contienen ingredientes modificados genéticamente, eliminar el principio de precaución sobre los pesticidas o la eliminación de los controles sobre sustancias químicas.

Todo en el aire

El tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos aún está muy en el aire, pese a que el presidente Barack Obama quiera aprobarlo antes de dejar la Casa Blanca en noviembre.

La protección de inversores extranjeros, la regulación sobre alimentos o medicamentos, y las últimas filtraciones han aumentado la presión sobre las autoridades europeas, así como sobre otros dirigentes europeos. Esta misma semana el propio presidente de Francia, François Hollande, ha llegado a afirmar que “no aceptaremos nunca que se cuestionen nuestros principios esenciales”. Por eso, en este momento Francia dice no” al TTIP.