El Metro de Barcelona podría ser la tumba de Ada Colau. Las huelgas convocadas para martes y miércoles, coincidiendo con la feria Alimentaria, sumadas a los incidentes que han indignado a buena parte de los usuarios se han convertido en un clavo en el zapato de la alcaldesa.

Que el comité de empresa de Transportes Metropolitanos de Barcelona, TMB, aproveche algún gran evento para llevar a cabo una huelga no es ninguna novedad. La última ocasión fue durante el Mobile World Congress, aunque no tuvo demasiada incidencia entre los asistentes al mismo. Sucede igual con la que ahora se lleva a cabo. Los asistentes a Alimentaria, feria importantísima para el sector y la ciudad, van a tener poco o ningún problema. Los taxistas son los que pueden beneficiarse más de la abstinencia a la hora de coger el metro por parte de ejecutivos y expositores. Entonces, ¿quiénes son los realmente perjudicados?

Como siempre, quien paga el pato son los trabajadores que han visto como en las horas punta del martes el Metro se ha quedado con un servicio del 50% por la mañana y esta tarde con tan solo un 30%. Este miércoles ese 30% será constante en todas las horas de paro.

Ada Colau tiene un problema con el metropolitano barcelonés, y de ahí nacen muchas de sus actuales desgracias. No tenemos en cuenta que el polémico concejal de las CUP Josep Garganté, el de las presuntas amenazas a un médico, sea conductor de autobuses y, por tanto, empleado de TMB. Eso son otros Garcías, que diría el clásico. La cosa viene de lejos: la exactivista de la PAH no ha sabido negociar el convenio del Metro, ha plantado cara a los trabajadores, se niega a desvelar los sueldos de determinados cargos enchufados a dedo – la esposa de Artur Mas, sin ir muy lejos – y le exige al comité de empresa que desconvoque todo tipo de huelga antes de ponerse a negociar. Eso lo hace uno de derechas y se lo comen vivo.

Por si fuera poco, el metro se ha convertido en el talón de Aquiles de la regidora a raíz de los últimos actos incívicos que han tenido lugar en sus estaciones.

Desde la cópula de una pareja en pleno andén de la popular estación de Liceo, sita en pleno corazón de las Ramblas, auténtico fenómeno viral en las redes tras ser grabada por un usuario, al video que este martes conocíamos en el que se ve a una joven orinando en pleno andén y a su pareja frenando la puerta del convoy con el pie para darle tiempo a miccionar a gusto, pasando por la manera en que los manteros se han apropiado de estaciones, lugares de paso e incluso andenes o la plaga de carteristas que asola el suburbano barcelonés, las quejas son abundantes y no dejan de caer en la mesa de Colau.

“Dice que defiende a los trabajadores, lo primero que hizo fue hacerse grabar viajando en Metro, pero desde entonces hasta ahora ¿qué ha hecho?”, nos dice una mujer que trabaja como empleada de la limpieza y que confiesa sentir miedo al tener que utilizar este medio de transporte público a horas en las que apenas hay gente. “El personal de seguridad está de adorno. No quieren complicarse la vida y solo acuden cuando ven que hay alguien herido”, añade un empleado de oficinas al que le han atracado dos veces en lo que va de año en los pasillos de la línea uno.

La opinión mayoritaria de los usuarios del Metro es que en Barcelona incumplir la ley sale gratis, bien sea vendiendo ilegalmente, bien actuando de manera incívica. Hablamos con María O., de sesenta y siete años,  jubilada y vecina del populoso barrio de El Raval, que utiliza la parada de Liceo con frecuencia. “A mi edad no me escandaliza ver a una pareja haciendo el ñaca-ñaca en público. Me da más vergüenza por ellos que por mí. Si se ha de acabar haciéndolo como los perros, en plena calle y cuando nos dé el calentón, ¿en qué queda el respeto hacia uno mismo? Yo le diría a esa chica, como mujer, que lo haga con quien quiera, pero sin público”.

En términos parecidos se expresaba José H., 42 años, empresario, gay, casado y con una hija adoptada. “Estamos confundiendo libertad sexual con animalismo. Me considero de izquierdas y no tengo ningún tipo de problema moral, pero no me gustaría que mi hija, yendo al colegio, tuviera que ver una pareja, que seguramente van pasadísimos de todo, haciendo el amor como animales. No soy de la derechona, pero es que hay cosas que no tienen ideología, están bien o están mal y punto”.

Colau no ha dicho nada de lo que se cuece en el metro. Su silencio apoya a las CUP. Su portavoz en el parlament Anna Gabriel apoya este tipo de actitudes. A la edil le resbala que se advierta a los viajantes sobre los carteristas o que los maquinistas detengan el tren a la espera de que los ladrones se apeen – este periodista ha sido testigo -, o que los sábados por la noche delincuentes juveniles se hagan los amos de los vagones. A Colau lo que le interesa es que no le tumben los presupuestos. Si hay huelga, si se mean en el Metro o si se hace la caidita de Roma delante de todo el mundo en un andén, es igual. Y si lo criticas, eres un facha. A un metro del desastre, lo dicho.