La presión que padecen las CUP es digna de estudio. TV3, Catalunya Ràdio, Rac1, 8tv y toda la prensa del proceso les bombardea a diario con todo tipo de invectivas. Han pasado de ser unos chicos simpáticos y atolondrados a una banda de irresponsables, anarquistas, sucios y peligrosos. Los plumíferos al servicio de Artur Mas, que no son pocos ni mal pagados, por cierto, cargan día sí, día también, contra la misma fuerza política a la que calificaban hasta ayer de regeneradora.

Recordemos la foto del famoso referéndum-consulta-verbena de la paloma, en la que David Fernández, por entonces líder cupaire, se abrazó a Artur Mas. Fue elogiado hasta niveles que éste periodista no veía desde los tiempos en que Francisco Franco, Paquito el Hidráulico para los amigos, inauguraba pantanos.

No hay día que Francesc Homs, el que dice que va a Madrid a pactar la independencia desde su escaño, no diga a las CUP que, o invisten a Mas o que quedarán como un cochero. Lo mismo hace el resto de afines a la cosa. Cada día.

Columnistas de los que califican como imprescindibles, como Francesc Marc Alvaro, se declaran sin ningún pudor en público masistas, aduciendo que hay que apoyarle porque ha sido el único que se la ha jugado de verdad; Toni Aira critica a Rajoy por no ir al debate de Antena Tres, cuando defendió que Mas no fuese a ninguno; en fin, y por no cansar al lector, Pilar Rahola defiende todo lo que hace Mas y critica todo lo que hacen los otros. Chica agradecida. ¿Qué tienen éstos y muchos otros en común? Que cada día le arrean unos palos a las CUP de padre y muy señor mío.

Estupefactos ante una campaña perfectamente orquestada desde el Palau de la Generalitat, para meterles presión y hacerlos ceder, a las CUP les ha salido otro frente. Se está viendo en las asambleas locales que se celebran antes de la del domingo próximo, en la que decidirán si invisten o no a Mas.

Alguien ha dejado sueltos a los trabucaires. Todo vale.

“No teniu collons de no votar en Mas”

No tenéis cojones de no votar a Mas. Así de clarito lo soltó el otro día un señor entrado en años a la puerta del local en el que se celebraba una asamblea de las CUP. El grupo de jóvenes que lo escuchaba, con cara de estupefacción, le contestó que las asambleas eran soberanas y ya se vería que decidían. El caballero en cuestión, mirándolos fijamente, les dijo que a ver si espabilaban y hacían lo que tocaba, que todos trabajaban por la zona y ya se sabía cómo está el patio laboral.

La escena no es de ningún pueblo de Sicilia. Es una comarca catalana del interior en la que, por cierto, el trabajo escasea de manera notable. No es un caso aislado. Las llamadas telefónicas de “buenos amigos” que aconsejan tener sentido común, que piden a los padres que convenzan a sus hijos, que invocan a la patria o, directamente, que advierten acerca de situaciones laborales e incluso personales, empiezan a menudear.

La gente cupaire, a la que CDC parece conocer muy poco por lo visto, no parece dar señales de tener miedo y sigue a lo suyo. Debate en primera instancia en las locales y debate general el domingo. Y lo que salga votado por la mayoría, adelante. Un joven dirigente, perteneciente al grupo Arran, crítico con Mas y opuesto a votar su investidura, afirmaba hoy mismo a éste periodista que a su propio padre, funcionario de cierto nivel en la Generalitat, le habían venido a decir muy suave y cordialmente que vaya hijo tenía, que ya podía buscarse la vida en otro sitio que no fuese Cataluña, porque con ésas ideas quien iba a contratarlo.

El joven, que podría ser hijo de quien esto firma, no se mostró en ningún momento amedrentado. Al contrario, el enfado que mostraba su rostro era perfectamente descriptible. “¿Con que dicen que no hay huevos? ¡Pues que esperen y verán un gallinero lleno!”

Me ha parecido que el muchacho estaba pelín cabreado. Vamos, como todas las CUP.