María Ángeles Carretero, en la imagen en los campos saharauis, ha dedicado su vida a colaborar con Médicos del Mundo.



En el paseo de Aguadulce (Almería) se levantan dos grandes hoteles, bloques de apartamentos y algunos chalets de esos de los que están al alcance de muy pocos. Para muchos sería sólo un sueño pisar alguna de las opciones más económicas. María Ángeles Carretero lo sabe bien.

Acostumbrada a la realidad de África y Latinoamérica, en donde ha trabajado como cooperante, conoce todas las realidades de la pobreza. La nuestra no puede compararse con otras, como la del continente negro, pero es palpable, tangible e igual de cruel.

Cuando uno habla con ella comprende que no es fácil encontrar personas así todos los días. A sus 77 años no ha perdido fuerza en su voz. Transmite valentía y generosidad con cada palabra que envuelve su acento andaluz. Todavía se emociona cuando se le pregunta por su casa, la que ha visto nacer y crecer a sus cuatro hijos y 11 nietos.

Una idea sorprendente
La idea surgió a raíz de la muerte de su marido hace dos años. “Poco a poco dejamos de ir y eran muchos los gastos de mantenimiento”. Comenzaron a sugerirle que la vendiese y entonces, como homenaje a su esposo, pediatra y con un amor inmenso hacia los niños, se le ocurrió la idea de donarla.

No dio opción a conflictos familiares. “Como media casa era mía y media de mis hijos, la tasé y les pagué a cada uno su parte”. Sin embargo, lo que debería ser más sencillo, la donación, no lo fue tanto.

El dinero, por favor
En un primer momento “contacté con distintas organizaciones no gubernamentales de Madrid pero todas me decían que lo vendiese y les diese el dinero. Un día hablando con una chica que compraba y vendía casas me comentó que ella era socia de Aldeas Infantiles y que probase con ellos".

María Ángeles se puso en comunicación con la sede de Granada, “porque en Almería no hay” y al día siguiente fueron a visitar el inmueble. “En cuanto entraron en la casa se enamoraron de ella”, recuerda, “está pensada para los niños. Tiene piscina, pista de tenis, lo que menos hay es sitio para vivir”.

Un gesto le hizo darse cuenta de que había acertado con la asociación. “Me dijeron que como era una donación muy grande antes debía ver cómo trabajaban. Me vinieron a buscar y me llevaron a Granada y aquello me encantó”.

Un proceso difícil
La donación no fue complicada desde el punto de vista legal. “Lo firmamos todo ante un notario” y la única cláusula que se estipuló fue que “si en algún momento deja de ser para los niños volverá a mí. No me importa que se amplíe o que se modifique siempre que sea para los más pequeños".

Dentro de la vivienda se quedaron todos los muebles y electrodomésticos, pero también 40 años de la vida de María Ángeles y su familia. Esa fue la parte realmente difícil.

Un olivo de recuerdo
Entre los recuerdos que quedaron en el que fue su hogar de vacaciones tanto tiempo están, incluso, las cenizas de su marido, que descansan bajo un olivo que él mismo, como buen jienense, había plantado. El lugar lo marca una placa que María Ángeles mandó hacer cuando falleció su esposo. “Le dije a Aldeas que entendería que lo sacasen, pero en lugar de eso me dijeron que la dejarían para explicar a los pequeños que gracias a este pediatra y su familia pueden disfrutar de esa casa”.

Trayectoria como cooperante
Hace muchos años que esta mujer dedica tiempo y esfuerzo a quienes menos tienen. Desde que sus hijos terminaron sus estudios, “cuando ya me vi más libre”, comenzó a trabajar con Médicos del Mundo. Como oftalmóloga dedicaba dos meses en verano a operar en distintos puntos de África y Latinoamérica. “Esa experiencia no tiene mérito”, recalca cuando se le pregunta por ella, “a mí eso es lo que produce mayor satisfacción, muchísima más que tumbarme en la playa”.

El año pasado en los campamentos saharauis comprendió que su cuerpo comenzaba a pedirle un descanso. “Vine muerta”, confiesa. Su etapa aventurera, como ella dice, tal vez haya terminado, su legado lo llevarán siempre todos aquellos a quienes trató y cientos de niños que sin ella tal vez jamás hubieran conocido el significado de la palabra vacaciones, y mucho menos en un lugar privilegiado mirando al Mediterráneo.

El gesto de María Ángeles Carretero merece ser conocido por todo el mundo. Es una de nuestras Historias que Cuentan, con las que buscamos algo tan simple y justo como reconocer públicamente a través de ELPLURAL.COM con motivo de nuestro décimo aniversario a los protagonistas. Si conocemos a alguien que tiene una de esas Historias que Cuentan porque ha cambiado su barrio, o a ese colectivo de jóvenes con futuro incierto, o que ha concienciado a su comunidad acerca de la importancia de defender a los animales, solo tienes que hacérnosla llegar al correo historiasquecuentan@elplural.com o a través de este enlace y nosotros seremos el altavoz.