Si yo fuera Pedro Sánchez estaría preocupado. Lo estaría, como les digo, porque por primera vez en la historia de nuestra democracia, su partido – el partido socialista – ya no es, a efectos demoscópicos, el segundo de la parrilla. Como ustedes saben, el último barómetro del CIS sitúa a Podemos – la formación de Pablo Iglesias – como la segunda fuerza política en intención de voto, por detrás del Pepé.  En el supuesto de que hoy se celebraran elecciones generales, el partido socialista descendería un peldaño en el pódium acostumbrado y obtendría la medalla de bronce; la misma medalla que ha colgado del cuello de Izquierda Unida desde los tiempos felipistas. El Pepé, por su parte, ganaría las elecciones, cierto, pero perdería el cetro de la mayoría absoluta; lo que supondría que no gobernaría holgadamente como lo viene haciendo hasta ahora.  Ante este escenario postelectoral, Rajoy tendría dos alternativas: gobernar en minoría y establecer pactos puntales con los rojos del hemiciclo o, configurar un Gobierno de coalición, o dicho de otro modo, un "pacto antinatura" (PP-PSOE o PP-Podemos) para evitar mociones de censura o la exigencia de elecciones anticipadas. Si Pablo Iglesias cumple con su palabra – la de no pactar con el Pesoe y, muchísimo menos, con el Pepé -, el panorama que se vislumbra, el día después de la cita electoral, es un hemiciclo, a tres bandas, gobernado por la lista más votada, o sea por Mariano Rajoy. Algo que indignaría a una mayoría sociológicamente de izquierdas y desgastaría a la derecha por la dificultad para sacar adelante sus presupuestos ideológicos.

A once meses vista para los próximos comicios, Pablo Iglesias, todavía, puede desahuciar a don Mariano de los aposentos de La Moncloa. No olvidemos que con respecto al anterior barómetro del CIS, los "frikis de Arriola" (Podemos) han conseguido que muchos "saltimbanquis de Ferraz" – término utilizado por La Razón - se vistan de morado. Tanto es así, que el último sondeo de Metroscopia para El País (08/02/15)   declara a Podemos como ganador de las elecciones, seguido por el Pepé y Pesoe.  Así las cosas,  aunque Monedero no haya sido, supuestamente, " trigo limpio" en sus obligaciones con Hacienda y, Ernesto Errejón no haya cumplido – presuntamente – su contrato con la Universidad de Málaga, lo cierto y verdad, es que tales piedras en el camino no frenan el desalineamiento electoral que se avecina para los próximos comicios. Un desalineamiento del voto tradicional provocado, cierto, por el descontento civil con la gestión de la democracia, la pérdida de soberanía y el desmantelamiento de los derechos sociales.

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