El maltrato a los animales, y en especial a los toros, se ha convertido en nuestro país en una “fiesta nacional” con éxito asegurado, pero no exenta de polémica. Durante el verano las corridas de toros, los encierros y las fiestas que utilizan a los astados para disfrute popular a costa de su sufrimiento, forman parte de la “normalidad” estival. La capacidad del ser humano para exhibir su irracionalidad sin disimulos parece ir en aumento, y a mayor desarrollo mayor insensatez. Nunca entendí cómo es posible disfrutar a costa de la tortura de un animal. Quizás mi capacidad para comprender el “arte” o la “diversión popular” esté anulada y sea yo el equivocado, pero no por ello voy a rectificar mi opinión.

Motivado por las denuncias formuladas por  Podemos, en Gijón se ha creado una polémica que, con la oposición frontal a la fiesta taurina, hace que se cuestione la continuidad para los próximos años de las Fiestas de Begoña. El PP se ha centrado en cuestionar la veracidad de los datos facilitados por Podemos sobre el coste que suponen para cada familia las corridas de toros; pero se ha olvidado que entre todos, y con nuestros impuestos, debemos de afrontar el mantenimiento de la plaza de toros durante 365 días, para que un grupo de aficionados al sufrimiento animal en directo la ocupen durante 5 días al año.

Objetivamente maltratar un animal para disfrute de unos pocos, es toda una aberración impropia de una sociedad civilizada. ¿Dónde está el arte, dónde está la belleza, de un acontecimiento cuyo único objetivo final es la muerte de un animal con un innecesario sufrimiento?.

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