Joaquín Leguina, cántabro, ex alumno de la Universidad Pública Vasca (Sarriko), ex presidente de la Comunidad de Madrid (el primero) es un personaje agudo y profundamente resentido. Su odio africano a Rodríguez Zapatero lo proyecta a todo lo que este presidente hizo, o no hizo y ahora está encuadrado en el reaccionarismo más militante. La última foto  se la hizo con una serie de personajes que ven la unidad de España en peligro (¡que unidad tan frágil!) en las escalinatas del Congreso de los Diputados y su último artículo lo leí el domingo en El País comentando de qué federalismo se habla.

Su lectura no desentonaría con lo que hubiera escrito aquel dirigente de la ultraderecha española de la transición, el notario Blas Piñar. Para Piñar y para Leguina la unidad de España es lo único que hay que preservar y para eso no importa aquello del fin justificando los medios.Pero es que además el hombre manipula la historia y sobre esa manipulación construye su discurso. Dice que “¿alguien puede pensar que los españoles van a estar de acuerdo con más privilegios, como el cupo vasco?”. Leguina, que no hace un mea culpa sobre su presidencia de aquel ente etéreo ente  llamado Comunidad de Madrid que se la sacaron de la manga, miente cuando habla del Concierto como “privilegio”. Eso no hace más que dar alas a todo el reaccionarismo español inculto que desconoce absolutamente la historia o porque no se la han enseñado o porque les interesa manipularla. El Concierto no es un privilegio sino un pacto  (1878), tras una guerra  y  el último residuo foral que quedó tas dos guerras abolitorias.

Pero  esta gente  está juramentada en echar  leña al fuego,  buscando  la confrontación, no buscando  el menor entendimiento  sabiendo que van  al choque de trenes. Son personas deletéreas y el tipo humano pero para una convivencia.

Leguina demuestra día a día que es  amargado y un resentido y además un manipulador. Pues bien, que siga por ese camino buscando el odio. Lo encontrará.

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